1 Entonces Abraham dijo a Miguel: Dime, hombre de Dios,
2 y muéstrame por qué has venido aquí.
3 Y Miguel dijo: «Tu hijo Isaac te lo mostrará».
4 Y Abraham dijo a su hijo: «Hijo mío, amado, cuéntame lo que has visto hoy en tu sueño y te asustaste. Cuéntamelo».
5 Isaac respondió a su padre: «Vi en mi sueño el sol y la luna, y había una corona sobre mi cabeza,
6 Y vino del cielo un hombre grande y resplandeciente como la luz que llaman el padre de la luz.
7 Quitó el sol de mi cabeza, pero dejó sus rayos conmigo.
8 Y lloré y dije: Te ruego, Señor mío, que no quites la gloria de mi cabeza, ni la luz de mi casa, ni toda mi gloria.
9 Y el sol, la luna y las estrellas se lamentaban, diciendo: No nos quites la gloria de nuestro poder.
10 Y el hombre resplandeciente respondió y me dijo: No llores porque tomo la luz de tu casa, porque ella pasa de las tribulaciones al descanso, de un estado bajo a uno alto;
11 lo levantan de lo angosto a lo ancho; lo elevan de las tinieblas a la luz.
12 Y le dije: Señor, te ruego que lleves también los rayos.
13 Me dijo: El día tiene doce horas y luego tomaré todos los rayos.
14 Mientras el hombre resplandeciente decía esto, vi el sol de mi casa ascender al cielo, pero ya no vi esa corona.
15 y ese sol era como tú, mi padre».
16 Y Miguel dijo a Abraham: Tu hijo Isaac ha dicho la verdad, porque irás y serás llevado a los cielos,
17 pero vuestro cuerpo permanecerá en la tierra hasta que se cumplan siete mil edades, porque entonces resucitará toda carne.
18 Ahora pues, Abraham, pon en orden tu casa y a tus hijos, porque has oído plenamente lo que está decretado acerca de ti.
19 Abraham respondió y dijo a Miguel: «Te ruego, Señor, que si me aparto de mi cuerpo, he deseado ser recogido en mi cuerpo para poder ver las criaturas que el Señor mi Dios ha creado en el cielo y en la tierra».
20 Miguel respondió y dijo: «Esto no me corresponde a mí hacer, pero iré y se lo contaré al Señor, y si me lo ordena, os mostraré todas estas cosas».