1 SABED, pues, hijos míos, que en los últimos tiempos vuestros hijos abandonarán la soltería y se aferrarán al deseo insaciable.
2 Y dejando la ingenuidad, se acercará a la malicia; y abandonando los mandamientos del Señor, se unirán a Beliar.
3 Y dejando la labranza, seguirán sus propios planes malvados, y serán esparcidos entre los gentiles y servirán a sus enemigos.
4 ¿Y dais, pues, estos mandamientos a vuestros hijos, para que, si pecan, puedan volver más rápidamente al Señor? Porque él es misericordioso y los librará, incluso para hacerlos volver a su tierra.
5 He aquí, pues, como veis, tengo ciento veintiséis años y no tengo conciencia de haber cometido ningún pecado.
6 Excepto mi esposa, no he conocido a ninguna mujer. Nunca cometí fornicación con la elevación de mis ojos.
7 No bebí vino para desviarme por ello;
8 No codicié nada deseable que fuera de mi prójimo.
9 En mi corazón no surgió engaño;
10 Mentira no pasó por mis labios.
11 Si alguno estaba en apuros, unía mis suspiros a los suyos,
12 Y compartí mi pan con los pobres.
13 Obré la piedad, todos mis días guardé la verdad.
14 Amé al Señor; así también todo hombre con todo mi corazón.
15 Así también vosotros, hijos míos, haced esto, y todo espíritu de Beliar huirá de vosotros, y ninguna acción de malvados se enseñoreará de vosotros;
16 Y dominaréis toda bestia salvaje, ya que tenéis con vosotros al Dios del cielo y de la tierra y andáis con los hombres con sencillez de corazón.
17 Y habiendo dicho estas cosas, ordenó a sus hijos que lo llevaran a Hebrón y lo enterraran allí en la cueva con sus padres.
18 Y extendió sus pies y murió en buena vejez; con cada sonido de sus miembros, y con fuerzas incesantes, durmió el sueño eterno.