1 En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, el único Dios.
2 Comenzamos, con la ayuda del Dios Altísimo y por su mediación, a escribir la historia de la vida de nuestro padre, el patriarca Jacob, hijo del patriarca Isaac, el día veintiocho del mes de Misri.
3 Que la bendición de su oración nos guarde y nos proteja de las tentaciones del enemigo obstinado. ¡Amén, amén, amén!
4 Él dijo: «Vengan y escuchen, amados míos y hermanos míos que aman al Señor, lo que han recibido».
5 Cuando se acercaba el tiempo de nuestro padre Jacob, padre de padres, hijo de Isaac, hijo de Abraham, y se acercaba para hurtarse de su cuerpo, este fiel era avanzado en años y en distinción.
6 Entonces el Señor le envió a Miguel, el jefe de los ángeles, quien le dijo: «Oh Israel, amado mío, de noble linaje, escribe tu herencia hablada y tus instrucciones para tu casa y dales un pacto; Ocúpate también del buen orden de tu casa, porque se ha acercado el tiempo en que volverás a tus padres para alegrarte con ellos para siempre».
7 Cuando nuestro padre Jacob, el fiel, oyó esto del ángel, respondió y dijo, como tenía por costumbre hablar todos los días de esta manera con los ángeles:
8 «Hágase la voluntad del Señor».
9 Y Dios pronunció bendición sobre nuestro padre Jacob. Jacob tenía un lugar apartado al que entraba para ofrecer sus oraciones ante el Señor de noche y de día.
10 Los ángeles lo visitarían, lo protegerían y lo fortalecerían en todo.
11 Dios lo bendijo y multiplicó su pueblo en la tierra de Egipto cuando descendió a la tierra de Egipto para encontrarse con su hijo José.
12 Sus ojos se habían vuelto apagados por el llanto, pero cuando descendió a Egipto vio claramente al ver a su hijo.
13 Entonces Jacob-Israel se inclinó rostro en tierra, luego se echó sobre el cuello de su hijo José y lo besó, mientras lloraba y decía: «Ahora puedo morir, oh hijo mío, porque he visto tu rostro una vez más en mi vida; Oh mi amado hijo».