Rubén, el hijo primogénito de Jacob y Lea. El hombre de experiencia aconseja contra la fornicación y señala las formas en que los hombres son más propensos a caer en el error.
1 LA Copia del Testamento de Rubén, las órdenes que dio a sus hijos antes de morir en el año ciento veinticinco de su vida.
2 Dos años después de la muerte de su hermano José, cuando Rubén enfermó, sus hijos y los hijos de sus hijos se reunieron para visitarlo.
3 Y él les dijo: Hijitos míos, he aquí que me muero y sigo el camino de mis padres.
4 Y viendo allí a Judá, a Gad y a Aser, sus hermanos, les dijo: Levantadme para que pueda contar a mis hermanos y a mis hijos lo que tengo escondido en mi corazón, porque he aquí finalmente Estoy falleciendo.
5 Y se levantó, los besó y les dijo: Oíd, hermanos míos, y vosotros, hijos míos, escuchad a Rubén vuestro padre los mandamientos que os doy.
6 Y he aquí que hoy pongo por testigo contra vosotros al Dios del cielo, de que no andéis en los pecados de la juventud y de la fornicación, con los cuales fui derramado y profané el lecho de mi padre Jacob.
7 Y os digo que me hirió con una plaga dolorosa en mis lomos durante siete meses; y si mi padre Jamb no hubiera orado por mí al Señor, el Señor me habría destruido.
8 Porque yo tenía treinta años cuando hice el mal ante el Señor, y durante siete meses estuve enfermo de muerte.
9 Y después de esto me arrepentí con el propósito de mi alma durante siete años delante del Señor.
10 No bebí vino ni sidra, ni entró carne en mi boca, ni comí manjares deliciosos; pero me lamenté de mi pecado, porque era tan grande, cual no lo hubo en Israel.
11 Y ahora, hijos míos, oídme lo que vi acerca de los siete espíritus del engaño cuando me arrepentí.
12 Por tanto, siete espíritus están designados contra el hombre, y son los líderes en las obras de la juventud.
13 Y en el momento de su creación se le dan otros siete espíritus para que por medio de ellos se realice toda obra del hombre.
14 El primero es el espíritu de vida, con el cual se crea la constitución del hombre.
15 El segundo es el sentido de la vista, con el que surge el deseo.
16 El tercero es el oído, con el que viene la enseñanza.
17 El cuarto es el sentido del olfato, con el que se dan los gustos para aspirar el aire y respirar.
18 El quinto es el poder del habla, con el cual viene el conocimiento.
19 El sexto es el gusto, que acompaña al consumo de alimentos y bebidas; y por él se produce la fuerza, porque en el alimento está el fundamento de la fuerza.
20 La séptima es la facultad de procreación y de las relaciones sexuales, con la que entran los pecados por el amor al deleite.
21 Por eso es el último en el orden de la creación y el primero en el de la juventud, porque está lleno de ignorancia y conduce al joven como a un ciego a un hoyo y como a una bestia a un precipicio.
22 Además de todos estos, hay un octavo espíritu del sueño, con el que se produce el trance de la naturaleza y el de la muerte.
23 Con estos espíritus se mezclan los espíritus del error.
24 Primero, el espíritu de fornicación reside en la naturaleza y en los sentidos;
25 El segundo, el espíritu de insaciabilidad en el vientre;
26 El tercero, el espíritu de lucha, en el hígado y en la hiel.
27 El cuarto es el espíritu de servilismo y astucia, para que mediante la atención oficiosa uno pueda parecer justo.
28 El quinto es el espíritu de soberbia, para ser jactanciosos y arrogantes.
29 El sexto es el espíritu de mentira, de perdición y celos, para practicar engaños y ocultaciones a parientes y amigos.
30 El séptimo es el espíritu de injusticia, con el que se cometen robos y actos de rapacidad, para que el hombre pueda cumplir el deseo de su corazón; porque la injusticia colabora con los otros espíritus al recibir regalos.
31 Y a todo esto se une el espíritu del sueño, que es el del error y la fantasía.
32 Y así perece todo joven, que oscurece su mente de la verdad y no comprende la ley de Dios ni obedece las amonestaciones de sus padres, como también me sucedió a mí en mi juventud.
33 Ahora pues, hijos míos, amad la verdad y ella os preservará: oíd las palabras de Rubén vuestro padre.
34 No prestes atención al rostro de una mujer,
35 Ni te juntarás con la mujer de otro,
36 Ni te metas en asuntos de mujeres.
37 Porque si no hubiera visto a Bilha bañándose en un lugar cubierto, no habría caído en esta gran iniquidad.
38 Porque mi mente, al pensar en la desnudez de la mujer, no me permitió dormir hasta haber cometido aquella abominable cosa.
39 Porque mientras nuestro padre Jacob había ido a visitar a su padre Isaac, cuando estábamos en Eder, cerca de Efrata en Belén, Bilha se emborrachó y dormía descubierta en su cámara.
40 Entré y vi su desnudez, cometí la impiedad sin que ella se diera cuenta y, dejándola dormida, me fui.
41 Entonces un ángel de Dios reveló a mi padre mi impiedad, y vino y se lamentó por mí y no la tocó más.