Rubén continúa con sus experiencias y sus buenos consejos.
1 Por tanto, hijos míos, no prestéis atención a la belleza de las mujeres ni os fijéis en sus asuntos; sino caminad con sencillez de corazón en el temor del Señor, y esforzaos en buenas obras, en el estudio y en vuestros rebaños, hasta que el Señor os dé la mujer que Él quiera, para que no sufráis como yo.
2 Porque hasta la muerte de mi padre no tuve valor para mirarlo a la cara ni para hablar con ninguno de mis hermanos a causa del oprobio.
3 Hasta ahora mi conciencia me aflige por mi impiedad.
4 Sin embargo, mi padre me consoló mucho y oró por mí al Señor para que la ira del Señor pasara de mí, tal como el Señor me había mostrado.
5 Desde entonces hasta ahora he estado en guardia y no he pecado.
6 Por eso, hijos míos, os digo que guardéis todo lo que os mando y no pecaréis.
7 Porque un hoyo para el alma es el pecado de la fornicación, que la separa de Dios y la acerca a los ídolos, porque engaña la mente y el entendimiento y hace descender a los jóvenes al Hades antes de tiempo.
8 La fornicación destruyó a muchos; porque aunque un hombre sea viejo o noble, o rico o pobre, se acarrea afrenta con los hijos de los hombres y escarnio con Beliar.
9 Porque habéis oído acerca de José cómo se protegió de una mujer, y limpió sus pensamientos de toda fornicación, y halló favor ante los ojos de Dios y de los hombres.
10 Porque la mujer egipcia le hizo muchas cosas, llamó a magos y le ofreció pociones de amor, pero el propósito de su alma no admitía ningún mal deseo.
11 Por eso el Dios de vuestros padres lo libró de todo mal y muerte oculta.
12 Porque si la fornicación no vence en tu mente, tampoco Beliar podrá vencerte.
13 Porque malas son las mujeres, hijos míos; y como no tienen poder ni fuerza sobre el hombre, utilizan artimañas mediante atracciones externas para atraerlo hacia sí.
14 Y a quien no pueden hechizar con atracciones externas, lo vencen con astucia.
15 Además, acerca de ellos, el ángel del Señor me dijo y me enseñó que las mujeres son dominadas por el espíritu de fornicación más que los hombres, y en su corazón conspiran contra los hombres; y por medio de sus adornos engañan primero sus mentes, y con la mirada les infunden el veneno, y luego mediante el acto consumado los llevan cautivos.
16 Porque la mujer no puede forzar abiertamente al hombre, sino que lo engaña con un porte de ramera.
17 Huid, pues, de la fornicación, hijos míos, y mandad a vuestras mujeres y a vuestras hijas que no se adornen la cabeza ni el rostro para engañar la mente; porque toda mujer que usa estas artimañas está reservada para el castigo eterno.
18 Porque así atrajeron a los Vigilantes 1 que estaban antes del diluvio; porque como éstos los contemplaban continuamente, los codiciaban y concebían el acto en su mente; porque se transformaron en forma de hombres y se les aparecieron cuando estaban con sus maridos.
19 Y las mujeres, que codiciaban mentalmente sus formas, dieron a luz gigantes, pues les parecía que los Vigilantes llegaban hasta el cielo.
20 Guardaos, pues, de la fornicación; y si deseas ser puro de mente, guarda tus sentidos de toda mujer.
21 Y ordena también a las mujeres que no se relacionen con los hombres, para que también ellas sean puras de mente.
22 Porque las reuniones constantes, aunque no se cometa el acto impío, son para ellos una enfermedad irremediable, y para nosotros una destrucción de Beliar y un reproche eterno.
23 Porque en la fornicación no hay ni entendimiento ni piedad, y todo celo reside en su concupiscencia.
24 Por tanto, os digo que tendréis celos de los hijos de Leví y procuraréis ser exaltados sobre ellos; pero no podréis.
25 Porque Dios los vengará y vosotros moriréis de mala muerte. Porque a Leví Dios le dio el poder, y a Judá con él, y a mí también, y a Dan y a José, para que fuéramos por gobernantes.
26 Por eso te ordeno que escuches a Leví, porque él conocerá la ley del Señor, dará ordenanzas para el juicio y sacrificará por todo Israel hasta la consumación de los tiempos, como el Sumo Sacerdote ungido, de quien el Señor habló.
27 Os conjuro por el Dios del cielo que cada uno practique la verdad con su prójimo y que cada uno tenga amor por su hermano.
28 Y acercaos a Leví con humildad y corazón, para recibir bendición de su boca.
29 Porque él bendecirá a Israel y a Judá, porque a él el Señor ha elegido por rey sobre toda la nación.
30 Y postraos ante su descendencia, porque por nosotros morirá en guerras visibles e invisibles, y será entre vosotros un rey eterno.
31 Y Rubén murió después de haber dado estas órdenes a sus hijos. Y lo pusieron en un ataúd hasta que lo sacaron de Egipto y lo sepultaron en Hebrón, en la cueva donde estaba su padre.
Notas al pie
223:1 Ver El Segundo Libro de Adán y Eva, Capítulo XX