Una profecía de la venida del Mesías.
1 HE AQUÍ, os lo he dicho todo para que pueda ser absuelto de vuestro pecado.
2 Ahora bien, si apartáis de vosotros vuestra envidia y toda obstinación, como una rosa florecerán mis huesos en Israel, y como un lirio mi carne en Jacob, y mi olor será como el olor del Líbano; y como cedros, los santos se multiplicarán de mí para siempre, y sus ramas se extenderán a lo lejos.
3 Entonces perecerá la descendencia de Canaán, y no quedará ningún remanente para Amalec, y todos los capadocios perecerán, y todos los hititas serán completamente destruidos.
4 Entonces la tierra de Cam fracasará y todo el pueblo perecerá.
5 Entonces toda la tierra descansará de la angustia, y todo el mundo bajo el cielo de la guerra.
6 Entonces el Poderoso de Israel glorificará a Sem.
7 Porque el Señor Dios aparecerá en la tierra y salvará a los hombres,
8 Entonces todos los espíritus del engaño serán pisoteados y los hombres dominarán a los espíritus malignos.
9 Entonces me levantaré gozoso y bendeciré al Altísimo por sus maravillas, porque Dios tomó cuerpo, comió con los hombres y los salvó.
10 Ahora pues, hijos míos y Judá, obedeced a Leví y a Judá y no os envanezcáis contra estas dos tribus, porque de ellas surgirá para vosotros la salvación de Dios.
11 Porque el Señor levantará de Leví como sumo sacerdote, y de Judá como rey, Dios y hombre, y salvará a todas las naciones y al linaje de Israel.
12 Por eso os doy estos mandamientos para que también vosotros mandéis a vuestros hijos, para que los cumplan a lo largo de sus generaciones.
13 Y cuando Simeón terminó de mandar a sus hijos, se acostó con sus padres, que eran de ciento veinte años.
14 Y lo pusieron en un ataúd de madera para llevar sus huesos a Hebrón. Y los tomaron en secreto durante una guerra de los egipcios. Porque los huesos de José los egipcios guardaban en los sepulcros de los reyes.
15 Porque los hechiceros les advirtieron que cuando se fueran los huesos de José, habría oscuridad y oscuridad en toda la tierra, y una plaga tan grande para los egipcios, que ni siquiera con una lámpara un hombre reconocería su hermano.
16 Y los hijos de Simeón lloraron a su padre.
17 Y estuvieron en Egipto hasta el día de su partida por mano de Moisés.