Esta Oda tiene un estilo tan hermoso como el Salterio canónico.
1 Como los ojos del hijo a su padre, así son mis ojos, oh Señor, en todo momento hacia ti.
2 Porque contigo están mis consuelos y mi deleite.
3 No apartes de mí, oh Señor, tus misericordias, ni quites de mí tus bondades.
4 Extiende hacia mí, oh Señor, en todo momento tu diestra, y sé mi guía hasta el fin, según tu buena voluntad.
5 Déjame ser agradable delante de ti, a causa de tu gloria y de tu nombre:
6 Permíteme ser preservado del mal, y que tu mansedumbre, oh Señor, permanezca conmigo y los frutos de tu amor.
7 Enséñame los salmos de tu verdad, para que pueda dar fruto en ti:
8 Y ábreme el arpa de tu Santo Espíritu, para que con todas sus notas pueda alabarte, oh Señor.
9 Y según la multitud de tus misericordias, así me darás; y apresúrate a conceder nuestras peticiones; y tú eres capaz para todas nuestras necesidades. Aleluya.