Una canción que Marco Aurelio quizás conocía cuando dijo: «Sé como el promontorio contra el cual las olas rompen continuamente».
1 Los abismos se disolvieron ante el Señor, y las tinieblas fueron destruidas por su aparición:
2 El error se extravió y pereció en sus manos; la necedad no encontró camino por donde caminar y fue sumergida en la verdad del Señor.
3 Abrió su boca y habló de gracia y de alegría, y pronunció un nuevo cántico de alabanza a su nombre:
4 Y alzó su voz al Altísimo y le ofreció los hijos que estaban con él.
5 Y su rostro quedó justificado, porque así le había dado su santo Padre.
6 Salid, vosotros que habéis sido afligidos, y recibid la alegría y poseed vuestras almas por su gracia; y llevarte vida inmortal.
7 Y cuando me levanté me hicieron deudor, a mí, que había sido deudor, y se repartieron mi botín, aunque no les correspondía nada.
8 Pero yo aguanté, callé y me quedé en silencio, como si no, conmovido por ellos.
9 Pero yo permanecí inquebrantable como una roca firme que es golpeada por las olas y resiste.
10 Y por amor a la humildad soporté su amargura:
11 Para poder redimir a mi pueblo y heredarlo, y no invalidar mis promesas a los padres a quienes prometí la salvación de su descendencia. Aleluya.