Las Odas de Salomón, el Hijo de David, terminan con los siguientes versos exquisitos.
1 Extendí mis manos y me acerqué a mi Señor:
2 Porque la extensión de mis manos es su señal:
3 Mi expansión es el árbol extendido que fue colocado en el camino del Justo.
4 Y fui despreciado para los que no me prendían; y estaré con los que me aman.
5 Todos mis perseguidores han muerto; y me buscaron los que esperaban en mí, porque estaba vivo:
6 Y me levanté y estoy con ellos; y hablaré por su boca.
7 Porque despreciaron a quienes los perseguían;
8 Y alcé sobre ellos el yugo de mi amor;
9 Como el brazo del novio sobre la novia,
10 Así fue mi yugo sobre los que me conocen:
11 Y como el lecho que se tiende en la casa del novio y de la novia,
12 Así es mi amor hacia los que creen en mí.
13 Y no fui rechazado aunque así me consideraban.
14 No perecí, aunque lo planearon contra mí.
15 El Seol me vio y se entristeció:
16 La muerte me arrojó, y muchos conmigo.
17 Tuve hiel y amargura, y descendí con él hasta lo más profundo de su profundidad.
18 Y soltó los pies y la cabeza, porque no podían soportar mi rostro.
19 Y entre sus muertos hice una congregación de vivos, y les hablé con labios vivos:
20 Porque mi palabra no será nula:
21 Y los que habían muerto corrieron hacia mí; y clamando, dijeron: Hijo de Dios, ten piedad de nosotros y haz con nosotros según tu bondad.
22 Y sácanos de las prisiones de las tinieblas y ábrenos la puerta por la que saldremos a ti.
23 Porque vemos que nuestra muerte no te ha tocado.
24 Seamos también nosotros redimidos contigo, porque tú eres nuestro Redentor.
25 Y oí su voz; y mi nombre sellé sobre sus cabezas:
26 Porque son hombres libres y míos. Aleluya.