El universalismo del primer siglo se revela de una manera interesante en el versículo 10.
1 Mientras la mano se mueve sobre el arpa, y las cuerdas hablan.
2 Así habla en mis miembros el Espíritu del Señor, y yo hablo por su amor.
3 Porque destruye lo extraño y todo lo amargo:
4 Porque así fue desde el principio y así será hasta el fin, que nada se le opondrá, ni nada se le opondrá.
5 El Señor ha multiplicado el conocimiento de sí mismo y es celoso de que se conozcan las cosas que por su gracia nos han sido dadas.
6 Y nos dio la alabanza de su nombre: nuestro espíritu alaba su Espíritu Santo.
7 Porque surgió un arroyo y se convirtió en un río grande y ancho;
8 Porque inundó y destrozó todo y trajo (agua) al templo:
9 Y los frenos de los hijos de los hombres no pudieron frenarla, ni las artes de aquellos cuyo oficio es frenar las aguas;
10 Porque se extendió sobre la faz de toda la tierra y lo llenó todo; y todos los sedientos de la tierra fueron dados a beber de él;
11 Y la sed fue aliviada y saciada: porque del Altísimo fue dada la bebida.
12 Bienaventurados, pues, los ministros de esa bebida a quienes se les ha confiado esa agua suya:
13 Calmaron los labios secos y levantaron la voluntad desfallecida;
14 Y las almas que estaban a punto de partir han sido recuperadas de la muerte:
15 Y los miembros que habían caído se enderezaron y levantaron:
16 Ellos dieron fuerza a su debilidad y luz a sus ojos:
17 Porque todos los conocían en el Señor y vivían en el agua de la vida para siempre. Aleluya.