© 1999 Ann Bendall
© 1999 The Brotherhood of Man Library
Jesús tenía la capacidad de pensar antes de hablar. Hay una serie de referencias en El Libro de Urantia que certifican su «pausa» antes de responder, una técnica que me esfuerzo tanto por adquirir y que fracasé estrepitosamente. En particular, esto es así en aquellos casos en que la emoción es provocada por un comentario, una acción, por la frustración o la ira.
Jesús comentó extensamente sobre la relación de la oración con el habla descuidada y ofensiva, citando de las Escrituras: «Pon, oh Señor, un centinela delante de mi boca; guarda la puerta de mis labios.»
«La lengua humana», dijo Jesús, «es un órgano que muy pocos hombres saben domar; pero el espíritu interior puede transformar este miembro indómito en una suave voz de tolerancia y en un ministro inspirador de misericordia» (LU 146:2.13)
En la sinagoga de Capernaum, Jesús declaró: «El hombre no se contamina espiritualmente con lo que entra en su boca, sino más bien con lo que sale de su boca y procede del corazón.» (LU 153:3.5)
Cuando leí El Libro de Urantia por última vez, traté de interpretar el «corazón» en el sentido del cerebro que parece ser el centro de las emociones, algunas de ellas preestablecidas al nacer, como el miedo a las alturas o el miedo a las serpientes. Considero que la ‘mente’ es el cerebro, ya que se conecta con los espíritus de la Mente Ayudante y con el potencial de conexión con la mente cósmica y superconsciente en la que funciona el Ajustador del Pensamiento.
En consecuencia, nuestras mentes tienen la opción de reaccionar al «yo» o, al utilizar los servicios de los espíritus de la mente, responder con sabiduría, etc.
Por lo tanto, si la mente hace una «pausa», tiene la capacidad de responder como Dios bajo la guía del Ajustador del Pensamiento. Y la reacción será en forma de emoción y pensamiento asociado.
A pesar de la rapidez de las emociones que brotan dentro de nosotros, hay un pensamiento previo que dicta qué emoción surgirá. En psicología, la terapia cognitiva se basa en la premisa de que lo que pensamos conscientemente es lo que determina principalmente cómo nos sentimos. Sin embargo, nuestros pensamientos son a menudo frases automáticas, muy rápidas u oraciones tan bien practicadas que casi pasan desapercibidas y sin respuesta.
En terapia, una persona aprende a identificar y luego cuestionar sus pensamientos automáticos. Aprenden a reconocer y cuestionar los viejos supuestos que gobiernan gran parte de lo que hacen. Es un proceso desafiante pero gratificante que inicia el cambio. Como toda la verdad proviene de Dios, mediante este proceso psicológico, sospecho que la persona se está volviendo accesible al espíritu de sabiduría de la mente ayudante, y también a la arena de la mente superconsciente del Ajustador del Pensamiento en lugar de continuar funcionando en la arena de la mente/cerebro.
Con esta hipótesis, continué leyendo lo dicho por Jesús aquel día en Cafarnaúm, cuando, en respuesta a la petición de explicación de Pedro, dijo: «¿No sabes que toda planta que mi Padre celestial no haya sembrado será arrancada? Vuelve ahora tu atención hacia aquellos que quisieran conocer la verdad. No puedes obligar a los hombres a amar la verdad. Muchos de estos educadores son guías ciegos. Y ya sabes que si un ciego conduce a otro ciego, los dos se caerán al precipicio. Pero, escucha con atención mientras te digo la verdad acerca de las cosas que manchan moralmente y que contaminan espiritualmente a los hombres. Declaro que lo que entra en el cuerpo por la boca o penetra en la mente a través de los ojos y los oídos, no es lo que mancha al hombre. El hombre sólo se mancha con el mal que se puede originar en su corazón, y que se expresa en las palabras y en los actos de esas personas impías. ¿No sabes que es del corazón de donde provienen los malos pensamientos, los proyectos perversos de asesinato, robo y adulterio, junto con la envidia, el orgullo, la ira, la venganza, las injurias y los falsos testimonios? Éstas son exactamente las cosas que manchan a los hombres, y no el hecho de comer pan con las manos ceremonialmente sucias» (LU 153:3.5)
Una persona que tenía problemas para controlar su lengua era Simón Pedro, quien «había crecido permitiéndose expresar libremente sus fuertes sentimientos; se metía constantemente en dificultades porque persistía en hablar sin reflexionar… La única razón que impidió a Pedro meterse en más problemas por motivo de sus palabras irreflexivas fue que aprendió muy pronto a contarle a su hermano Andrés muchos de sus planes y proyectos, antes de aventurarse a proponerlos en público» (LU 139:2.3)
En la Última Cena, al dirigirse a Pedro, Jesús dijo: «Me apena que tus años de asociación tan estrecha conmigo no hayan servido más para ayudarte a reflexionar antes de hablar. ¿Por qué experiencias tendrás que pasar para aprender a contener tu lengua? ¡Cuántas dificultades nos has causado con tus palabras irreflexivas, con tu presuntuosa confianza en ti mismo! Y estás destinado a crearte muchos más problemas si no dominas esta flaqueza. Sabes que tus hermanos te aman a pesar de esta debilidad, y también deberías comprender que este defecto no disminuye de ninguna manera mi afecto por ti, pero sí disminuye tu utilidad y no deja de crearte problemas. Pero la experiencia por la que vas a pasar esta misma noche será sin duda de gran ayuda para ti.» (LU 181:2.27)
Y fue solo cuando cantó el gallo que Pedro se dio cuenta de que había negado a su Maestro. «Únicamente cuando Jesús lo miró se dio cuenta de que no había estado a la altura de sus privilegios como embajador del reino.» (LU 184:2.11)
En el hombre mortal, sólo la mente que se somete libremente a la dirección del espíritu puede esperar sobrevivir a la existencia mortal espacio-temporal como un hijo inmortal del mundo espiritual eterno del Supremo, del Último y del Absoluto: del Infinito. (LU 42:12.15)