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En muchos mundos habitados de este universo se conoce a nuestro planeta como el mundo de la cruz. Es evidente la razón: Miguel de Nebadón encarnado como Jesús de Nazaret fue crucificado el 7 de abril del año 30 de nuestra era ante el asombro y la pesadumbre de todas las inteligencias celestiales. Después de muerto, su cuerpo fue depositado en una tumba cercana y al tercer día, el domingo 9 de abril del año 30 , un grupo de mujeres creyentes que iban a embalsamar adecuadamente su cadáver encontraron que las piedras que cerraban la tumba habían sido desplazadas y dejaban franco el paso al interior. Una de las mujeres entró y vio que el cuerpo de Jesús ya no estaba.
Muy resumidos estos son los hechos principales de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret que han llevado a que nuestro planeta se conozca como el mundo de la cruz.
La tradición cristiana sitúa los escenarios donde esto ocurrió en el lugar donde hoy se levanta la iglesia del Santo Sepulcro, que se supone cubre el peñasco en el que crucificaron a Jesús y la cercana tumba donde lo depositaron.
Me pregunto si a la luz de la información contenida en El libro de Urantia se puede mantener esa tradición o si hay que posicionar esos hechos en otros lugares de Jerusalén. Este trabajo pretende responder a ese interrogante.
Jerusalén es una ciudad muy antigua; se calcula que tiene al menos 4.000 años (aunque al principio se llamaba Salem y poco después Jebús), y parece que ha estado siempre amurallada.
Se han encontrado restos de una muralla de hace unos 4.000 años. En la época de Maquiventa Melquisedec el lugar ya estaba habitado y se conocía como Salem (Maquiventa fue denominado «el sabio de Salem»). Más tarde se la llamó Jebús. Los restos encontrados parecen ser de esta época.
En el siglo X a. C. David también la amuralló, y su hijo Salomón mejoró estas fortificaciones y construyó el primer templo.
En la época de Jesús había dos murallas. Se cree que la primera y más antigua se construyó en el siglo VIII a.C. Esta muralla fue destruida durante la conquista babilónica y reconstruida cuatro siglos después junto con la construcción del segundo templo. La figura 1 es una representación de esa muralla tal y como consideran los arqueólogos que fue.
La segunda muralla se construyó en el siglo II a.C. y abarcaba el monte Sion y el monte del Templo. Hay varias teorías sobre cómo estaba trazada esta segunda muralla. En la figura 2 se representa la más aceptada y la que usaremos en este trabajo.
Como se puede comprobar el emplazamiento de la iglesia del Santo Sepulcro se encontraba en tiempos de Jesús fuera de las murallas de la ciudad.
Unas décadas después de la muerte de Jesús se construyó la tercera muralla para proteger la nueva parte de la ciudad que había ido creciendo gradualmente al norte de las murallas existentes. El libro de Urantia hace referencia a esa zona en LU 187:1.4: «…Más allá del Gólgota estaban las villas de los ricos…». La figura 3 fija la posición de esa muralla, la más superior en esta representación.
Todas ellas junto con la propia ciudad de Jerusalén fueron totalmente destruidas el año 70 de nuestra era por los romanos durante la primera guerra romano-judía, conocida también como «gran revuelta judía».
Jerusalén estuvo en ruinas durante varias décadas hasta que fue reconstruida por los romanos hacia la mitad del siglo II con el nombre de Aelia Capitolina y la pretensión de borrar el recuerdo de la antigua ciudad y la revuelta de los judíos.
A lo largo de la historia hubo varias otras destrucciones y reconstrucciones, pero finalmente en el siglo XVI de nuestra era se construyeron las murallas que rodean la llamada ciudad vieja de Jerusalén y han subsistido hasta hoy. La figura 3 representa todas las murallas en la posición que tenían en el siglo lo habrían tenido en caso de existir entonces. El trazo oscuro en la Ciudad Alta representa el tramo de muralla que complementa al resto de trazos en negro de la muralla del siglo XVI en pie hoy en día alrededor de la ciudad vieja de Jerusalén.
Gracias a excavaciones recientes se acepta de forma general que parte de la muralla del siglo XVI (la de hoy en día) corre por el mismo trazado que la sección norte de la segunda muralla. Se volverá a este asunto cuando tratemos sobre la puerta de Damasco.
La figura 4 es una representación en perspectiva de lo que se supone que fue la ciudad de Jerusalén en el siglo I antes de ser arrasada por los romanos. En su esquina inferior derecha aparece un esquema con la posición de las murallas que rodean hoy en día la ciudad vieja (en rojo) en relación con las murallas del siglo I.
El segundo templo ocupaba una zona algo más amplia que la explanada del Domo de la Roca, y la fortaleza Antonia estaba más o menos en el área del convento de la Hermanas de Sion. Ver figura 15. (Google Earth es de gran ayuda para situar los diferentes lugares en el mapa.)
La salida de la ciudad hacia el norte de la segunda muralla se llamaba la puerta de los Peces porque era por donde entraban los que traían la pesca desde el mar de Galilea (ver figura 3).
La puerta de los Peces es en realidad la puerta de Damasco, pero no se la conoció con ese nombre hasta siglos después. Como se verá un poco más abajo, la puerta de los Peces/Damasco ha estado siempre en el mismo lugar. Los reveladores se refieren a esa puerta con el nombre de Damasco para que podamos identificarla más fácilmente con la puerta de Damasco de hoy en día, porque «la puerta de los Peces» es una denominación totalmente en desuso desde hace muchos siglos.
La puerta de Damasco de hoy en día fue construida en el siglo XVI. Ver figura 5.
Se ha hecho excavaciones en la zona y se ha encontrado que esta puerta de Damasco cubre una puerta más antigua, como se ve a la izquierda en la figura 6.
Esta puerta más antigua es del siglo II y fue construida hacia el año 135 como parte de la reconstrucción de Aelia Capitolina (Jerusalén) por el emperador Adriano.
Pero esta puerta más antigua es a su vez una reconstrucción de una puerta aún más antigua que ya existía en tiempos de Jesús, una puerta que fue destruida en el año 70 con el resto de las murallas y de la ciudad de Jerusalén. Excavaciones recientes han encontrado restos de esta puerta y de la segunda muralla debajo de esta sección de la muralla de hoy en día.
Por eso se defiende que la puerta de los Peces/Damasco ha estado siempre en el mismo sitio y que la configuración de la segunda muralla era muy parecida a la de las figuras 2 y 3.
La figura 7 representa una vista de esta puerta del siglo II descubierta tras las excavaciones realizadas en la zona de la puerta de Damasco.
La existencia y posición aproximada de la puerta de Damasco es una de las claves para descubrir el lugar de la crucifixión, aunque su posición exacta es menos relevante.
Como curiosidad añado una foto de la puerta de Damasco de una época anterior al comienzo de las excavaciones (fig. 8).
La tradición cristina señala a la iglesia del Santo Sepulcro como el lugar donde Jesús fue crucificado y después enterrado. Esta tradición proviene del siglo IV (hacia el año 325). Estaba entonces en el poder en Roma el emperador Constantino, el primer gobernante romano cristiano. Su madre, la emperatriz Elena, supo del lamentable estado de los «santos lugares» y decidió viajar a Jerusalén para comprobarlo.
Preguntó a los cristianos de Jerusalén dónde murió Jesús y le señalaron un lugar donde se levantaba entonces un templo pagano dedicado a la diosa Venus construido en el siglo II cuando se reconstruyó Jerusalén como Aelia Capitolina.
Ordenó derruir ese templo pagano y construir en su lugar una iglesia cristiana.
Se dice que cuando derruyeron el templo de Venus encontraron tres cruces, una de ellas producía curaciones milagrosas y las otras dos no. Identificaron así la cruz de Jesús, la llamada Vera Cruz. El relato es claramente un mito porque los romanos no crucificaban en cruces completas de una sola pieza. Se preparaba por una parte el palo vertical que se clavaba firmemente en el lugar de la crucifixión, y el reo portaba hasta ese lugar el palo horizontal más pequeño que se fijaba en lo alto del horizontal con el reo ya clavado en él.
La tradición del Santo Sepulcro se originó trescientos años después de la crucifixión. Se puede pensar que los primeros cristianos pasaron de generación en generación su conocimiento del lugar de la crucifixión, pero hay que tener en cuenta que había muy pocos seguidores de Jesús en Jerusalén y por lo tanto que conocieran el lugar destinado por los romanos a ese castigo. No es raro que ese conocimiento se pudiera pervertir con el paso de los siglos. A los judíos no se les permitió durante siglos establecerse en Jerusalén, ni siquiera visitar la ciudad, por lo que tampoco pudieron transmitir la posible tradición del lugar de la crucifixión.
En los Evangelios hay muy pocas indicaciones sobre la localización de ese lugar. Solo Juan (que presenció gran parte de la crucifixión y fue uno de los que transportaron el cadáver de Jesús y participaron en su embalsamamiento y enterramiento) da alguna indicación más en Juan 19:41:
«En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo en el cual todavía no se había puesto a nadie».
Se han hecho excavaciones en el subsuelo de la iglesia del Santo Sepulcro y se cree haber encontrado la peña del Gólgota y recientemente cerca de él la tumba de Jesús. Se han encontrado también otras tumbas del siglo I.
No todos los cristianos aceptan esta tradición. En el siglo XIX un teólogo de Dresde experto en temas bíblicos se basó en estudios anteriores para asegurar que el Gólgota es un peñasco rocoso que está a las afueras de la puerta de Damasco. Unos años más tarde un militar inglés, Charles Gordon, viajó a Jerusalén. Paseando un día por la zona de ese peñasco rocoso al norte de la puerta de Damasco, observó un curioso fenómeno en una pared de roca: la apariencia de una calavera (ver figura 9).
Cerca de allí encontró una tumba en un jardín y como conocía la teoría del teólogo de Dresde se convenció de que aquellos eran los «santos lugares».
Desde entonces se conoce a esa roca como el calvario de Gordon.
Que la roca tenga hoy esa apariencia de calavera no es en absoluto una prueba de que ese sea el Gólgota (el lugar de la calavera) porque el paso de 20 siglos, la erosión y las lluvias han cambiado sin duda las formaciones de la roca, por lo que es imposible asegurar que esa apariencia de calavera estuviera allí en el siglo I.
Muy cerca al norte y oeste hay un jardín en cuyo interior se encuentra una tumba excavada en la roca (figura 12).
Esa tumba estaba oculta bajo una capa de tierra depositada a lo largo de los siglos como se aprecia en la figura 13.
La tumba se descubrió en 1867 y se desenterró en 1891. Gordon la visitó en 1882 en el viaje a Jerusalén citado antes. Se convenció de que era la tumba de Jesús pues encajaba con la posición del hoy llamado Gólgota de Gordon.
En 1894 Gordon constituyó la Sociedad de la Tumba del Jardín y con las donaciones que obtuvo compró el terreno que rodeaba la sepultura.
El jardín de hoy en día no es por supuesto el jardín de los tiempos de Jesús, pero las excavaciones y desenterramientos de la zona descubrieron que en el siglo I había habido un jardín en la zona, en realidad un huerto de frutales y plantas comestibles, porque encontraron restos de una cisterna enorme para acumular agua en invierno y usarla para regar en verano, y de un lagar, datados ambos en el siglo I.
La tumba del Jardín está cerrada hoy con una pared de ladrillos que en su tiempo era una pared de la misma roca. Se cree que a lo largo de los años ha sufrido varias remodelaciones y probablemente en algún momento se derribó la pared original de roca. El probable aspecto exterior original se muestra en la figura 14.
Como se señala tanto en El libro de Urantia como en los Evangelios Jesús salió hacia el lugar de su crucifixión desde un edificio que era el pretorio donde residía Pilatos cuando paraba en Jerusalén para la Pascua y donde juzgó al Maestro.
Normalmente se considera que ese edificio era la torre Antonia pero algunos teorías aseguran que fue en realidad el palacio de Herodes el Grande. Según El libro de Urantia no pudo ser este palacio porque el párrafo 185:4.1 comienza diciendo:
«Cuando Herodes Antipas estaba en Jerusalén residía en el viejo palacio macabeo de Herodes el Grande…» LU 185:4.1
El palacio estaba ocupado por Herodes, luego no podía ser la residencia de Pilatos y por lo tanto el pretorio romano puesto que el pretorio era donde residía la autoridad romana del lugar y la sede de su tribunal de justicia.
Además, el lugar de la residencia de Pilatos se fija explícitamente en 185:0.2:
«…Se había dispuesto que este juicio tuviera lugar frente al pretorio, un añadido a la fortaleza Antonia donde Pilatos y su esposa establecían su cuartel general cuando se alojaban en Jerusalén.» LU 185:0.2
Y en 187:1.1 se señala de dónde partió la comitiva que llevó a Jesús y los dos bandidos al Gólgota:
«Antes de dejar el patio del pretorio, los soldados colocaron el travesaño de la cruz sobre los hombros de Jesús. Era costumbre obligar al condenado a llevar el travesaño de la cruz hasta el lugar de la crucifixión. Los condenados no llevaban toda la cruz sino solo este madero más corto. Los postes de madera verticales más largos de las tres cruces se habían transportado ya al Gólgota y para cuando llegaron los soldados y sus prisioneros, estaban firmemente implantados en el suelo» LU 187:1.1
El libro de Urantia se refiere a ese camino en 187:1 4:
«…pero aquel día fueron por la ruta más directa de la puerta de Damasco, que era la salida de la ciudad hacia el norte, y siguiendo esa calzada llegaron pronto al Gólgota, el lugar oficial de crucifixión de Jerusalén». LU 187:1.4
Había pues una calzada que partiendo de la puerta de Damasco se dirigía al norte. Al norte estaba Samaria y dado el nombre de la puerta, su destino último sería Damasco.
No he encontrado información de por dónde circulaba este camino en sus primeros metros desde la puerta de Damasco, pero hay alguna foto de principios del siglo XX donde se ve una calzada que pasa al lado de la explanada del Gólgota. Considerando que el trazado de muchos caminos principales se ha mantenido durante siglos hasta la época moderna y que son innumerables las carreteras y autovías que hoy en día siguen el trazado de vías romanas de cuando Roma conquistó Hispania, supondré que la calzada por la que transitó Jesús con el travesaño de la cruz tenía un trazado igual a la de la foto de principios del siglo XX de las figuras 15-0 у 15-1.
Basándonos en esa información y lo que dice El libro de Urantia iremos ubicando los diferentes lugares por donde pasó Jesús hacia su crucifixión, dónde fue crucificado y dónde lo enterraron.
Empezaremos por el recorrido que realizó la comitiva que llevaba a Jesús y los dos ladrones desde el pretorio hasta el Gólgota.
El párrafo 187:0.3 describe la partida del pretorio:
«Justo antes de las nueve de esta mañana los soldados salieron con Jesús desde el pretorio de camino al Gólgota. Fueron seguidos por mucha gente que simpatizaba secretamente con Jesús, pero la mayor parte de este grupo de doscientas o más personas eran o bien sus enemigos o bien ociosos curiosos que deseaban meramente disfrutar del impacto de presenciar las crucifixiones. Solo algunos líderes judíos salieron a ver a Jesús morir en la cruz. Sabiendo que Pilatos lo había puesto en manos de los soldados romanos y que estaba condenado a muerte, los demás se dedicaron a celebrar su reunión en el templo, donde hablaron sobre lo que había de hacerse con sus seguidores.» LU 187:0.3
El párrafo clave para conocer este recorrido es el 187:1.4, que dice:
«Normalmente era costumbre trasladarse al Gólgota por el camino más largo para que un gran número de personas pudiera ver al criminal condenado, pero aquel día fueron por la ruta más directa de la puerta de Damasco, que era la salida de la ciudad hacia el norte, y siguiendo esa calzada llegaron pronto al Gólgota, el lugar oficial de crucifixión de Jerusalén. Más allá del Gólgota estaban las villas de los ricos y al otro lado de la calzada las tumbas de muchos judíos acomodados.» LU 187:1.4
Estas «villas de los ricos» eran la expansión de Jerusalén hacia el norte, una zona que se protegió con la tercera muralla dos décadas después de la muerte de Jesús.
He calculado usando Google Earth la distancia desde el pretorio hasta el Gólgota y ha resultado de alrededor de 600 mts., de ellos 400 dentro de las murallas (del pretorio a la puerta de Damasco) y 200 fuera (de la puerta de Damasco al lugar de la crucifixión). Y se puede deducir de lo que dice el libro que tardaron unos diez minutos: partieron «Justo antes de las nueve de esta mañana» y llegaron cuando eran «poco más de las nueve» (187:1.11)
Las figuras 15 y 16 fijan en una imagen de la ciudad vieja de hoy tomada de Google Earth los distintos lugares a los que se refiere este trabajo.
Podemos seguir en la figura 3 (más esquemáticamente) y en la 15 con algo más de detalle el recorrido de la comitiva de 12 soldados con su capitán, Jesús y los dos bandidos: salieron del pretorio (el añadido de la torre Antonia) y se dirigieron a la puerta de Damasco, que era la forma más directa de llegar al Gólgota. Se suponen que eligieron pasar por las calles que llevaban a la puerta por el camino más corto. En esas calles es donde las mujeres lloraron por Jesús.
Cuando atravesaron la puerta de Damasco continuaron por la calzada que arrancaba allí y se dirigía al norte hasta Damasco pasando por Samaria. El Gólgota debía de estar cerca porque «llegaron pronto» (fig. 16), tal vez menos de cinco minutos.
Según esto, el lugar de la crucifixión solo puede ser el peñasco llamado Gólgota de Gordon (figuras 10 y 11), que se encuentra a corta distancia al norte de la puerta de Damasco.
No puede estar en la zona de la iglesia del Santo Sepulcro porque para ello tendrían que haber ido hacia el oeste y el sur como se puede comprobar en la figura 2.
A pesar de que esa iglesia cumple la condición de estar (en tiempos de Jesús) fuera de la ciudad pero cerca de la muralla, está situada al oeste y el sur de la fortaleza Antonia, y no al norte.
Se suele presentar la crucifixión en lo alto del Gólgota, sin embargo, es más probable otra posición en la base del peñasco.
Los romanos usaban la crucifixión como castigo a los no romanos y con intención aleccionadora. Por ello tendría poco sentido que ese «lugar oficial de crucifixión» estuviera lejos de los caminos más transitados o en un lugar de difícil acceso. Subir a lo alto de un peñasco tiene sin duda un efecto disuasorio para bastantes personas. Muchos «ociosos curiosos que deseaban meramente disfrutar del impacto de presenciar las crucifixiones» (187:0.3) habrían renunciado a presenciarlas si hubieran tenido que esforzarse para subir a lo alto del Gólgota.
Además la duración del recorrido fue corta como señalo un poco más arriba, y se habría alargado si los condenados hubieran tenido que subir hasta lo alto del Gólgota cargando con el madero de la cruz, especialmente Jesús que estaba agotado.
Hay una indicación adicional del lugar de la crucifixión en 187:3.3:
«Muchos de los que pasaban por allí movían la cabeza y lo ridiculizaban diciendo: «Tú que ibas a destruir el templo y a reconstruirlo en tres días, sálvate a ti mismo».» LU 187:3.3
Eso indica que estaba cerca de un camino, la calzada de Samaria y Damasco con toda seguridad, que ciertamente estaría muy transitada lo que aumentaba el efecto aleccionador de la crucifixión.
En la figura 11 se ve en la base de la roca una explanada con algunos autobuses y camiones; probablemente ese fue el lugar de la crucifixión en el siglo I. En ese lugar hay hoy una estación de autobuses. Así que podemos afirmar con humor (y con tu permiso, Maestro) que Jesús de Nazaret fue crucificado en lo que mil novecientos y pico años después sería la estación de Jerusalén para la Ribera Oeste (figs. 17, 18, 19, 29 y 21).
En las figuras 15 y 16 se señala ese lugar en el mapa. Se puede comprobar que está cerca (como a unos 100 mts.) de la llamada Tumba del Jardín.
Las indicaciones que el libro nos da sobre esta tumba están en 188:1.3:
«Una persona crucificada no podía ser enterrada en un cementerio judío; había una ley estricta que lo prohibía. José y Nicodemo conocían esta ley, y de camino hacia el Gólgota habían decidido enterrar a Jesús en la nueva tumba de la familia de José, tallada en sólida roca y situada a corta distancia al norte del Gólgota, al otro lado de la calzada que conducía a Samaria.» LU 188:1.3
La Tumba del jardín esta al norte y un poco al oeste del lugar probable de la crucifixión, a corta distancia (unos 100 mts.) y al otro lado de «la calzada que conducía a Samaria». Su entrada tiene orientación sudeste lo que coindice también con lo que dice el libro en 189:4.6:
«Esta tumba de José estaba situada en su jardín, en la ladera del lado este de la calzada, y miraba también hacia el este». LU 189:4.6
Esta afirmación parece contradictoria, pero si se analiza con detalle no solo no lo es, sino que nos da un detalle orográfico adicional. El lugar de la crucifixión estaba en el lado este de la calzada de Samaria, y si la tumba estaba en el otro lado quiere decir que estaba en el lado oeste, lo que parece una contradicción con la afirmación citada. Pero lo que se dice es que «la ladera del lado este de la calzada» continuaba hasta el lado oeste del camino donde estaba el jardín (en cuesta) y la tumba; o sea, que la calzada cruzaba esa ladera.
Ya hemos señalado más arriba que se han encontrado en los alrededores de la Tumba del Jardín instalaciones del siglo I que indican que allí hubo un huerto.
Así que parece más que probable que la llamada hoy la Tumba del Jardín fuera el lugar donde enterraron a Jesús.
Esta tumba ha sido usada y remodelada (tallada y vuelta a tallar) varias veces a lo largo de estos 20 siglos. Un indicio de ellos es que carecía de pared frontal de cierre cuando se desenterró (se ha reconstruido esa pared con ladrillos). Se tiene cierta seguridad de que utilizada en la época bizantina e incluso que fue un lugar de culto. Todo ello hace difícil saber qué aspecto tenía en el siglo I.
Hoy tiene dos cámaras: una de entrada y otra de enterramiento. La figura 22 es una foto tomada desde el interior de la cámara de enterramiento.
Tras la verja está la cámara de entrada y en su lado izquierdo la entrada.
La figura 23 es un detalle del hueco de enterramiento en el suelo. Es una foto tomada desde el lado de la entrada.
Veamos lo que dice El libro de Urantia del interior de la tumba.
«Transportaron el cuerpo hasta la tumba, una cámara cuadrada de unos tres metros de lado, donde lo prepararon apresuradamente para el enterramiento. Los judíos no enterraban realmente a sus muertos, sino que los embalsamaban. José y Nicodemo habían traído con ellos grandes cantidades de mirra y aloe, y envolvieron ahora el cuerpo con vendajes empapados en estas soluciones. Cuando terminaron el embalsamamiento, ataron un paño alrededor de la cara, envolvieron el cuerpo en una sábana de lino y lo colocaron reverentemente en una plataforma de la tumba.» LU 188:1.4
No creo que esa plataforma estuviera al nivel del suelo, que es donde se ve ahora el hueco para el cadáver. La siguiente cita de 189:4.6 lo corrobora:
«…Para esta hora había ya suficiente claridad del nuevo día como para permitir a María mirar hacia el lugar donde había yacido el cuerpo del Maestro y percibir que ya no estaba. En el hueco en la piedra donde habían depositado a Jesús, María sólo vio el paño doblado donde había reposado su cabeza y los vendajes con los que había sido envuelto, que yacían intactos y tal como habían reposado sobre la piedra antes de que las huestes celestiales hicieran desaparecer el cuerpo. La sábana que lo cubría yacía al pie del nicho funerario.» LU 189:4.6
La figura 24 representa la recreación del aspecto interior de una tumba del siglo I. Se ha dibujado con dos nichos excavados en la piedra, pero es posible que solo tuviera el nicho de la izquierda de la imagen si tenemos en cuenta el estado actual de la Tumba del Jardín. Jesús fue depositado en ese de la izquierda que es la visible desde la entrada, desde donde se podían ver los vendajes y la sábana caía en el suelo al pie del nicho
Probablemente cuando llegaron a la tumba con el cuerpo de Jesús, lo embalsamaron en la plataforma de la cámara de entrada y luego lo colocaron en el nicho citado.
Sobre el cierre de la tumba El libro de Urantia dice en 188:1.5:
«Después de colocar el cuerpo en la tumba, el centurión hizo una señal a sus soldados para que ayudaran a hacer rodar la piedra de cierre hasta la entrada de la tumba. Los soldados partieron entonces hacia Gehena con los cuerpos de los ladrones, mientras los demás regresaron con pesar a Jerusalén para guardar la fiesta de la Pascua de acuerdo las leyes de Moisés.» LU 188:1.5
En la figura 14 vemos el probable aspecto exterior de la Tumba del Jardín con la piedra de cierre aún sin deslizar hasta la entrada y el canal por donde rodaba hasta cerrar la entrada. Y en la figura 25 vemos la tumba ya cerrada.
Pero hubo más.
«…Esta reunión terminó con el nombramiento de un comité de miembros del Sanedrín que iría a visitar a Pilatos a primeras horas del día siguiente, y le llevaría la petición oficial del Sanedrín de que se emplazara una guardia romana delante de la tumba de Jesús para impedir que sus amigos trataran de forzarla. El portavoz de este comité le dijo a Pilatos: «Señor, recordamos que este impostor, Jesús de Nazaret, dijo mientras aún estaba vivo: ‘Al cabo de tres días resucitaré’. Por eso hemos venido ante ti a pedirte que emitas órdenes que protejan el sepulcro contra sus seguidores, al menos hasta después del tercer día. Tememos mucho que sus discípulos vayan y lo roben durante la noche, y que proclamen luego ante el pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Permitir que suceda esto sería un error mucho mayor que haberlo dejado vivir».» LU 188:2.2
«Cuando Pilatos oyó esta petición de los miembros del Sanedrín, dijo: «Os daré una guardia de diez soldados. Id y proteged la tumba». Volvieron al templo, consiguieron a diez de sus propios guardias y, aunque era la mañana de aquel sabbat, marcharon a continuación a la tumba de José con estos diez guardias judíos y los diez soldados romanos para dejarlos como vigilantes de la tumba. Estos hombres hicieron rodar otra piedra más hasta ponerla delante de la tumba y pusieron el sello de Pilatos en estas piedras y sus alrededores para que no se cambiaran de sitio sin que lo supieran. Estos veinte hombres se quedaron vigilando hasta el momento de la resurrección; los judíos les trajeron de comer y de beber.» LU 188:2.3
No se sabe en qué consistió ese «sello de Pilatos» pero la figura 26 representa lo que pudo ser ese sello en la primera piedra.
Es de suponer que la segunda piedra, con seguridad más pequeña y que probablemente se colocó enfrente de la otra apoyada sobre ella, tuvo un sello semejante. Supongo que se marcarían los bordes de las piedras para detectar cualquier manipulación.
En la Tumba del Jardín y en la posición aproximada del clavo izquierdo de sujeción del sello de la piedra grande se ha encontrado un trozo de hierro incrustado en la roca. El análisis indica que es una pieza de hierro del siglo I y probablemente parte del sello de Pilatos.
Sorprende lo exagerado de estas medidas para garantizar que el cierre de la tumba quedara intacto. Se ve que el Sanedrín tiene auténtico pavor a los poderes de Jesús de Nazaret y no tanto a las acciones de sus discípulos.
Naturalmente los intermedios no tuvieron ningún problema en romper los sellos y mover las piedras hasta dejar expedita la entrada a la tumba.
Esto dice el párrafo 189:2.4 de la operación de los intermedios:
«Cuando se disponían a retirar el cuerpo de Jesús de la tumba para conferirle el dignificante y reverente tratamiento eliminatorio de una disolución casi instantánea, se asignó a los intermedios secundarios de Urantia la tarea de hacer rodar las piedras de la entrada de la tumba. La más grande de estas dos piedras era una enorme masa circular muy parecida a una rueda de molino que se desplazaba por una ranura cincelada de la roca de tal manera que se la podía hacer rodar hacia adelante y hacia atrás para abrir o cerrar la tumba. Cuando los guardias judíos y los soldados romanos que estaban de vigilancia vieron a la tenue luz de la madrugada que esta enorme piedra empezaba a rodar abriendo la entrada de la tumba, aparentemente de motu proprio - sin ningún medio visible que explicara dicho movimiento- fueron presa del miedo y el pánico y huyeron precipitadamente del lugar. Los judíos huyeron a sus casas y volvieron más tarde al templo para informar a su capitán de estos hechos. Los romanos huyeron hacia la fortaleza Antonia e informaron de lo que habían visto al centurión en cuanto llegó a la guardia.» LU 189:2.4
La disposición de las piedras después de la intervención de los intermedios se puede deducir de los párrafos siguientes.
«Hacia las tres y media las cinco mujeres cargadas con sus ungüentos llegaron ante la tumba vacía. Cuando salían por la puerta de Damasco se encontraron con algunos soldados que huían hacia el interior de la ciudad más o menos dominados por el pánico, y eso hizo que se detuvieran durante unos minutos, pero cuando vieron que no pasaba nada más reanudaron su camino.» LU 189:4.5
«Les sorprendió mucho ver que la piedra había sido hecha rodar dejando abierta la entrada a la tumba, ya que durante el camino se habían dicho entre ellas: «¿Quién nos ayudará a hacer rodar la piedra?». Depositaron su carga en el suelo y empezaron a mirarse unas a otras con miedo y una gran estupefacción. Mientras estaban allí temblando de miedo, María Magdalena se aventuró a rodear la piedra más pequeña y se atrevió a entrar en el sepulcro abierto. Esta tumba de José estaba situada en su jardín, en la ladera del lado este de la calzada, y miraba también hacia el este. Para esta hora había ya suficiente claridad del nuevo día como para permitir a María mirar hacia el lugar donde había yacido el cuerpo del Maestro y darse cuenta de que ya no estaba. En el hueco en la piedra donde habían depositado a Jesús, María solo vio el paño doblado donde había reposado su cabeza y los vendajes con los que había sido envuelto, que yacían intactos y tal como habían reposado sobre la piedra antes de que las huestes celestiales hicieran desaparecer el cuerpo. La sábana que lo cubría yacía al pie del nicho funerario.» LU 189:4.6
Está claro que la piedra grande había rodado hasta su posición inicial que dejaba la entrada abierta, y parece que la pequeña simplemente cayó al suelo delante de la entrada porque María «se aventuró a rodear la piedra más pequeña» que estorbaba el paso para entrar.
Ni la fe en Jesús ni sus incomparables enseñanzas dependen para nada de las circunstancias de su vida y de su muerte ni de los lugares donde vivió y sufrió o donde enseñó.
Este trabajo no pretende despertar ni avivar la fe de nadie, pero sí trata de poner imágenes al episodio de su crucifixión, enterramiento y resurrección. A algunas personas como yo, cuando leemos un relato, nos gusta imaginar cómo era el lugar dónde sucedió y que otras circunstancias lo rodearon.
Este trabajo pretende aportar imágenes de lo que se describe en El libro de Urantia sobre el episodio final de la vida del Maestro y ayudar así a la imaginación de los que leen los documentos 187,188 y 189, que, por cierto, recomiendo releer.