© 2022 Claude Flibotte
© 2022 Asociación Urantia de Quebec
Claude Flibotte
Sainte-Julie
Entre los sistemas políticos existentes, la democracia representativa constituye el ideal de la representación colectiva de los pueblos donde cada individuo soberano tiene derecho a hablar, tiene el poder de decisión mediante el voto libre y pone en manos de representantes competentes, electos o designados, la responsabilidad de su destino. El peligro que subyace a este sistema reside en la falsa libertad individual y en el sentimiento de soberanía desenfrenada. ¡No debemos olvidar que la libertad de uno termina donde comienza la de otro!
En 2021, había 21 democracias verdaderas en las que se aplicaba la descripción anterior. Como ejemplo tenemos a Canadá, Islandia, Noruega, Suecia y Finlandia. También hubo 53 democracias que fracasaron por diferentes razones en diferentes países, incluidos Estados Unidos, Portugal y Hungría. A esto se suman 34 regímenes híbridos donde las elecciones son posibles, pero donde se violan los derechos individuales. Como ejemplo de estos países tenemos a México, algunos países de Sudamérica y África. Además, 59 regímenes autoritarios imponen su dictadura a sus ciudadanos. En esta categoría tenemos a Rusia y varios países africanos (ver Figura 1). En conclusión, vemos el triste resultado de que más de la mitad de la población mundial vive en regímenes autoritarios o híbridos (ver Figura 2). Fuente: «La parte inferior de las cartas».
Actualmente somos testigos en Rusia de una forma deplorable de descarrilar la voluntad de un solo hombre que impone su concepto erróneo de libertad soberana y autocrática al pueblo de su propio país y a sus vecinos inmediatos.
La historia de la humanidad está llena de este tipo de individuos que imponen su voluntad a los demás en aras del poder, la riqueza y la gloria. En el pasado tuvimos a Hitler, Mao Tse-Tung (Mao Zedong), Pol Pot, Tito y muchos otros. Hoy conocemos a Kim Jongun de Corea del Norte, Gurbanguly Berdimuhamedow de Turkmenistán, Bashar elAssad de Siria, Alexandre Loukashenco de Bielorrusia, Isaias Afewerki de Eritrea, Mswati III de Suazilandia, Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial que figuran en el sitio web noovomoi.ca, y ahora tenemos los horrores cometidos por Vladimir Putin de la Federación Rusa.
La verdadera libertad es un regalo que nos ofrece la civilización basado en la aplicación de leyes justas y equitativas para todos.
Para permitir que la humanidad resuelva los problemas sociales, económicos y políticos para garantizar la felicidad y un sistema democrático representativo eficaz para todos, la formación de un gobierno para toda la humanidad representa la solución deseada. Formaciones como: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), las Naciones Unidas (ONU) o la Unión Europea (UE) representan un paso hacia la unificación de la humanidad, pero no evitarán la guerra entre las grandes naciones llamadas soberanas. siempre y cuando estas grandes naciones no abandonen su soberanía en beneficio de un gobierno planetario representativo de toda la humanidad. ¡Sólo la soberanía global evitará guerras globales!
El desarme de las grandes naciones emprendido tímidamente desde hace varios años se ve ahora comprometido por la decisión de un solo hombre de invadir un país poblado por sus propios hermanos y hermanas originales. Gracias a él, varios países revirtieron la tendencia y decidieron armarse por miedo a ser invadidos. Pero este hecho, aunque triste, no es realmente el verdadero problema, porque ¡si les quitamos a los hombres todas las armas modernas, lucharán con palos! El verdadero enemigo es el virus de la soberanía nacional, para usar una palabra que está de moda desde hace algún tiempo.
Soy consciente de que en la situación actual de muchas de las llamadas naciones soberanas, un gobierno global de la humanidad parece una utopía. Sin embargo, representa la única solución real para que la humanidad sea verdaderamente soberana, exenta del riesgo de guerra, basada en un entendimiento fraternal real, duradero y de buena fe. Esta forma de ver el futuro no les quitará nada a los países actuales. Los asuntos locales serán manejados por los gobiernos locales. Los asuntos nacionales serán hechos por los gobiernos nacionales y los asuntos internacionales serán hechos por el gobierno planetario (LU 134:6.8).
Todos los tratados, diplomacias, políticas exteriores, alianzas o equilibrios de poder de todo tipo nunca lograrán establecer la paz mundial mientras prevalezca la idea de soberanía nacional.
La libertad de cada individuo será mayor bajo la égida de un gobierno mundial. Hoy en día, los ciudadanos pagan impuestos, están regulados y controlados de una manera casi opresiva. Gran parte de la actual interferencia con las libertades individuales desaparecerá cuando los gobiernos nacionales, en cuestiones de asuntos internacionales, pongan su soberanía en manos del gobierno mundial soberano. Entonces podríamos soñar con una paz duradera mediante la regulación monetaria y comercial. Y entonces, ¿por qué no aprovechar esto para establecer un lenguaje común donde todos podamos entendernos? Nuestras querellas religiosas podrían terminar reconociendo la soberanía suprema del Creador, cualquiera que sea el nombre que le demos, haciéndolo nuestro Padre de todos, y de nosotros hermanos y hermanas de la misma gran familia humana.
Aunque la democracia representativa es un ideal, debemos tener cuidado con ciertas trampas en las que podríamos sucumbir. El primero radica en la glorificación de la mediocridad. La educación de la opinión pública es el único método seguro y cierto para asegurar la evolución normal de la civilización. ¡La desinformación en las redes sociales ha sido un ejemplo rotundo en los últimos años! La segunda trampa consiste en elegir líderes ignorantes y viles. ¡Te ahorraré el ejemplo que tengo en mente! La tercera trampa residiría en la incapacidad de reconocer los hechos fundamentales de la evolución social. La perfección no es inherente a este mundo. Es normal que la sociedad experimente determinadas soluciones que no siempre son inmediatamente perfectas, pero siempre orientadas al bienestar de todos y siempre susceptibles de mejora. La cuarta trampa consiste en poner el poder del sufragio universal en manos de mayorías toscas e indolentes. Finalmente, la quinta trampa sería creer en el siguiente mito: la mayoría siempre tiene razón. Bajo el impulso emocional del momento, una multitud a veces puede actuar de manera desordenada y violenta o tomar decisiones impulsivas e imprudentes. Le recomiendo encarecidamente que vuelva a leer los documentos 70, 71, 134:5-6 de Le Live d’Urantia de donde se han tomado los puntos principales de mi artículo.
¡Espero que esta reflexión personal les traiga la esperanza de días mejores y un mayor entendimiento entre nosotros en este mundo que realmente lo necesita!