© 2016 Daniel Swadling
© 2016 Asociación Internacional Urantia (IUA)
Presentado en la conferencia de ANZURA de octubre de 2015 en Sidney
Comencé esta presentación con un experimento sencillo. Sin aviso, provoqué un ruido muy grande y totalmente inesperado que asustó al público y dio lugar a los típicos jadeos, chillidos y saltos que todos esperaríamos. Informé al público de que acababa de activar sus reacciones al miedo, señalé que en ese momento eran como un solo cuerpo que actuaba al unísono a través de su miedo y les pregunté: ¿no es fantástico que todos estemos unidos así? ¿No es eso lo que todos estamos buscando, algún tipo de sentimiento de unión que nos lleve a la hermandad para que vivamos en paz y armonía, y que continúe hasta la vida eterna?
Bueno, amigos míos, espero mostrarles hoy que esta manera es un completo fraude. El miedo tiene un papel que desempeñar en nuestra supervivencia, es cierto, pero sabemos gracias a las enseñanzas de El libro de Urantia que la supervivencia por sí sola no es suficiente. Debe haber crecimiento para avanzar por el tiempo y hacia la eternidad. El crecimiento es necesario en la senda al Paraíso y más allá.
Pocas personas viven a la altura de la fe que poseen realmente. El miedo irracional es un fraude intelectual magistral ejercido sobre el alma mortal en evolución. [LU 48:7.4] de la mota morontial número 2.
El miedo es un fraude. Dice una cosa y da otra (para nuestra desventaja). Si bien el miedo puede ayudarnos a evitar una amenaza inmediata y a corto plazo, permitiéndonos sobrevivir un poco más, un miedo sostenido e irracional impide de hecho nuestro crecimieinto a largo plazo y afecta incluso al crecimiento de nuestra alma. De este modo, el miedo amenaza la supervivencia eterna que buscamos. Está retrasando el crecimiento de nuestra alma y haciendo más lento nuestro camino hacia Dios.
La supervivencia es necesaria para empezar, pues tenemos que comenzar por algún sitio, pero para prosperar en esta vida y en la siguiente debe haber crecimiento continuo. Este es el patrón universal de la vida, ya sea para que una planta se convierta en árbol; un niño en adulto y en entidad espiritual; una religión del mundo primitiva a la actual y de ahí a la luz y vida planetaria, etc. Así que, al explorar el vínculo entre fe y valentía, quisiera explorar una de las cosas más obvias que nos refrenan: el miedo.
El miedo lo penetra todo; está en todas partes. De nuestra cocina a las calles, de la escuela a los lugares de trabajo y los gobiernos, en los medios de comunicación, entre países y entre personas. El miedo está activo dentro de nosotros y nos impide ser mejores personas, mejores compañeros, mejores líderes y ciudadanos del mundo. Tenemos miedo a volar, a las alturas, a la oscuridad, a las serpientes y a las arañas, a hablar en público, al fracaso, al rechazo, al compromiso, a la intimidad, a la muerte. ¡Y la lista sigue! Jugamos con el miedo en los argumentos de las películas, las novelas, los juegos y los parques temáticos.
El miedo y la ansiedad son reales e increíblemente devastadores para nuestro bienestar; debilitan física, mental, social y económicamente. Nos causan dolor y mala salud, obliteran nuestra autoconfianza y nos impiden dar ese paso siguiente vital.
Los desórdenes basados en la ansiedad están al alza y se están extendiendo cada vez más. Están presentes en todas las comunidades y demografías, no discriminan. Se ha informado de que una de cada 5 personas está afectada a nivel clínico. ¡El 20% de la población tiene algún tipo de desorden relacionado con el miedo! Esto supone una enorme carga económica en los niveles económico, social y personal: el coste de la asistencia sanitaria, pérdida de productividad y de oportunidades, pérdida de progreso.
No es necesario que sea así.
Y por supuesto, el miedo está en la Iglesia. ¡Qué ironía, pues el estribillo del Señor es «no temáis»! Las viejas religiones siempre han conocido el poder del miedo y lo usan para mantener unida a la gente. Inculcar el miedo al demonio, como los padres cuando atemorizan a los niños con el coco, ha hecho que la congregación mantenga su moralidad y sus virtudes. Esto funciona pero, como estamos viendo con el deterioro de las viejas autoridades, solo hasta cierto punto.
Sidney celebró una reunión de grupo de estudio recientemente donde vimos el interesante papel que ha desempeñado el miedo en nuestra historia religiosa. Aprendimos que:
…condujo al hombre primitivo a imaginar lo sobrenatural, y estableció así unas bases sólidas para las poderosas influencias sociales de la ética y la religión, que a su vez preservaron intactas, de generación en generación, las costumbres y tradiciones de la sociedad. [LU 68:4.3]
La religión evolutiva nace de un miedo simple y todopoderoso, el miedo que se apodera de la mente humana cuando ésta se enfrenta a lo desconocido, lo inexplicable y lo incomprensible. La religión alcanza finalmente la comprensión profundamente sencilla de un amor todopoderoso, el amor que invade irresistiblemente el alma humana cuando ésta se despierta a la idea del afecto ilimitado del Padre Universal por los hijos del universo. [LU 90:0.3]
…la evolución pone entonces infaliblemente en movimiento esas fuerzas del pensamiento que destruirán inexorablemente el andamiaje, que ha cumplido con su misión. [LU 90:3.10]
Así que, parafraseando a uno de los más famosos recaudadores de impuestos de mi país, es al miedo a lo que tendríamos que temer. Los críticos de la religión tienen razón al observar que las religiones surgieron del miedo; sin embargo, de lo que todavía tienen que darse cuenta es de que la religión todavía está evolucionando y ese andamiaje está empezando a venirse abajo.
Ahora me gustaría echar un vistazo a lo que está pasando realmente cuando experimentamos miedo (en una versión muy simplificada, una neurología de escuela secundaria). Respecto a este diagrama de cómo funciona el miedo en el cerebro, el sistema límbico está en la parte más antigua y primitiva de nuestro cerebro:
Una vez más:
El miedo irracional es un fraude intelectual magistral ejercido sobre el alma mortal en evolución. [LU 48:7.4] de la mota morontial número 2.
En primer lugar, revisemos qué es el alma.
Del documento 111, El Ajustador y el alma, hay tres factores en la creación evolutiva de un alma inmortal.
1. La mente humana …
2. El espíritu divino que reside en esta mente humana, y todos los potenciales inherentes a este fragmento de espiritualidad absoluta, junto con todas las influencias y factores espirituales asociados en la vida humana.
3. La relación entre la mente material y el espíritu divino, que conlleva un valor y comporta un significado que no se encuentran en ninguno de los factores que contribuyen a esta asociación. La realidad de esta relación singular no es ni material ni espiritual, sino morontial. Es el alma. [LU 111:2.4]
Si cada vez que nos enfrentamos a amenazas, nos asusta un desafío, nos sentimos aterrorizados ante lo nuevo y lo desconocido, si permitimos que nuestro pensamiento más elevado se pase por alto y permitimos una reacción irreflexiva, estamos suprimiendo la interacción entre nuestra mente y nuestro espíritu cuando más lo necesitamos. Pues en esos momentos en que nos vemos empujados hasta nuestros límites y se nos prueba es cuando mejoramos y crecemos. Sabemos que es así para nuestro cuerpo físico y nuestra mente; hemos aprendido de estas enseñanzas que es así también para nuestro yo espiritual.
Aquí vemos la verdadera naturaleza fraudulenta del miedo. El miedo no tiene cabida al acercarnos a Dios, ¡más bien lo contrario! El miedo destroza la relación mente-espíritu, envenena el crecimiento de nuestra alma y de esa manera nos mantiene más alejados de Dios.
El libro nos dice que los ángeles no son tan diferentes de nosotros.
Los ángeles desarrollan un afecto duradero por sus asociados humanos; y si pudierais visualizar a los serafines, desarrollaríais también un cálido afecto por ellos. Despojados de vuestros cuerpos materiales y provistos de formas espirituales, estaríais muy cerca de los ángeles en muchos atributos de la personalidad. Comparten la mayoría de vuestras emociones y experimentan algunas más. La única emoción que os impulsa y que es para ellos un poco difícil de comprender es la herencia del miedo animal que ocupa un lugar tan importante en la vida mental del habitante medio de Urantia. A los ángeles les resulta verdaderamente difícil de comprender por qué permitís de manera tan insistente que vuestros poderes intelectuales superiores, e incluso vuestra fe religiosa, estén tan dominados por el miedo, tan completamente desmoralizados por el pánico irreflexivo del temor y la ansiedad. [LU 113:2.5]
Controlar el miedo es controlar la mente. Nuestras fobias pueden tratarse.
Hay mucha ciencia que muestra que podemos reducir nuestro miedo y manejar nuestras fobias. Hemos desarrollado tratamientos que funcionan: terapias que reacondicionan nuestros procesos de pensamiento y drogas que pueden tratar cualquier factor fisiológico subyacente. Sabemos que no podemos vivir sin miedo. Es nuestro sistema fundamental de alarma. Pero también hemos aprendido que no tenemos por qué suprimirlo; más bien podemos controlarlo, gestionarlo.
El objetivo del control del miedo no es intentar eliminarlo, sino más bien cambiar la manera en que lo experimentamos y reaccionamos ante él. Por ejemplo, aprender a través de la exposición; exponiéndonos de manera segura al miedo, el cerebro se adaptará a él y aprenderá a no tener miedo de eso. Esto se conoce como «habituación» o «condicionamiento». El miedo puede gestionarse de esa manera antes de que se convierta en un desorden de ansiedad. Sabemos que si podemos ralentizar y elegir nuestras reacciones ante el miedo, esto da como resultado que la amígdala sea menos reactiva y de este modo se reduce nuestro sentido del miedo. Si tenemos tiempo para tomar una decisión, nos permite tener más cosas en cuenta.
Entrenar el cerebro es como entrenar los músculos, requiere «trabajarlo». Entrenar significa que la exposición, adaptación, familiaridad, experiencia, preparación y meditación son enfoques probados para ganar confianza y la seguridad de que estaremos bien a pesar de la amenaza: el cerebro superará los impulsos de miedo y, a pesar de sentirnos atemorizados, tendremos la posibilidad de elegir acciones valerosas de todos modos.
La cuestión es que el cambio es posible. Podemos cambiar miedo por respeto.
«No es lo que sucede en nuestra vida lo que causa estrés, sino más bien nuestra reacción ante ello» —no podemos cambiar lo que nos pasa; podemos cambiar cómo reaccionamos.
Ahora bien, si podemos hacer todo esto en los niveles físicos y cognitivos, no hay razones para decir que no podemos hacerlo también en el nivel espiritual.
Recuerden el problema de los Ajustadores:
Una gran parte de mis dificultades se debían a … (entre otras cosas) la fuente de la fe contaminada por los venenos del miedo… [LU 111:7.5]
Y (parte de) la misión de los Ajustadores:
A los Ajustadores del Pensamiento les gustaría cambiar vuestros sentimientos de temor en convicciones de amor y confianza; pero no pueden hacer estas cosas de manera mecánica y arbitraria; esa es tarea vuestra. Cuando efectuáis aquellas decisiones que os liberan de las cadenas del miedo, suministráis literalmente el punto de apoyo psíquico sobre el que el Ajustador podrá aplicar posteriormente la palanca espiritual de una iluminación elevada y progresiva. [LU 108:5.8] negrita añadida
Todos conocemos el miedo, nos permitimos ser víctimas del miedo y sabemos cómo funciona. Y puesto que conocemos el miedo, nos coloca en la mejor posición para descubrirlo, detenerlo y superarlo antes de que nos destruya. Al ralentizar nuestras reacciones al miedo le damos una oportunidad a la mente superior para que lo procese adecuadamente, nos libera de su atadura servil y permite que el espíritu que mora en nuestro interior conecte con nuestra mente en ese momento y hace que nuestra alma crezca.
Y por supuesto,el ingrediente crucial que nos ayudará a ralentizar nuestras reacciones al miedo es la fe. El valor llega con la confianza y la certeza que proporciona la fe; una certeza que cancela todas las dudas y cosas desconocidas que puedan llevar al miedo en primer lugar. La fe proporciona certeza a través de la adversidad, nos arma con valentía para conquistar al miedo.
Dijo Jesús:
«El salmista os exhortaba a: ‘servir al Señor con temor’ — Yo os invito a que entréis, por la fe, en los elevados privilegios de la filiación divina; él os ordena que os regocijéis temblando. Yo os pido que os regocijéis con seguridad. Él dice: ‘Besad al Hijo, no sea que se irrite y perezcáis cuando se encienda su cólera.’ Pero vosotros, que habéis vivido conmigo, sabéis muy bien que la ira y la cólera no forman parte del establecimiento del reino de los cielos en el corazón de los hombres.» [LU 155:1.2]
«… La finalidad de la religión verdadera no es simplemente aportar la paz, sino más bien asegurar el progreso. Y no puede haber paz en el corazón, ni progreso en la mente, si no os enamoráis de todo corazón de la verdad, de los ideales de las realidades eternas. Las consecuencias de la vida y de la muerte están delante de vosotros — los placeres pecaminosos del tiempo contra las justas realidades de la eternidad. Incluso ahora, deberíais empezar a liberaros de la esclavitud del miedo y de la duda, a medida que comenzáis a vivir la nueva vida de la fe y la esperanza. Cuando los sentimientos del servicio por vuestros compañeros humanos aparezcan en vuestra alma, no los ahoguéis; cuando las emociones del amor por vuestro prójimo broten en vuestro corazón, manifestad esos impulsos afectivos atendiendo inteligentemente las necesidades reales de vuestros semejantes.» [LU 157:2.2]