© 1977 David Kulieke
© 1977 The Urantia Book Fellowship (anteriormente Urantia Brotherhood)
La verdadera adoración va directamente a Dios Padre, y él es la fuente de todas las cosas, incluida la energía. «… la energía… como fenómeno universal es inherente al Padre Universal.» (LU 42:1.2) La adoración es un método para aprovechar esa energía. La técnica requiere un total olvido de uno mismo; no implica ninguna automotivación. «La verdadera adoración no contiene en absoluto ninguna petición para sí mismo ni ningún otro elemento de interés personal…» (LU 5:3.3)
Se asfixia una persona que voluntariamente ahoga el impulso de adorar y excluye esta energía, esta vida dada gratuitamente por Dios. Esto es como la limitación de la libertad que sufre aquel que no está dispuesto a someter su voluntad a la de Dios. Esta persona mantiene el control total de sus decisiones y de su destino en la medida muy limitada que sus propias habilidades y sabiduría se lo permitan; mientras que, si se entrega a la voluntad del Padre, pierde esta falsa libertad pero gana una prisión con muros de infinito y de eternidad. Quizás la medida más eficaz para adquirir esta verdadera libertad, y el poder y la energía resultantes de estar en consonancia con Dios, sea establecer una relación consciente y amorosa con Él: adorarle. «Este intercambio de la debilidad por la fuerza, del temor por el valor, de la mente del yo por la voluntad de Dios, constituye la adoración.» (LU 160:3.1)
Entonces, lo que comienza como resultado del olvido de uno mismo eventualmente recompensa a quien adora. Porque, además de aprovechar la energía del universo, uno crea energía amando a su prójimo. Adorar verdaderamente significa amar o, «…adorar a Dios por lo que entendemos que es,» incluso como Padre, (LU 5:3.3) Y amar a Dios debe ir acompañado de amar al hombre, así como la paternidad de Dios y la hermandad del hombre son interdependientes. Cuanto más se ama a Dios Padre, más se puede amar a los demás. Y, como el amor es contagioso, más se le ama. Aunque el amor del Padre nunca es retenido y siempre es infinito, la capacidad del individuo para apreciar ese amor aumenta a medida que aumenta su propia capacidad de amar. ¿Qué mayor energía puede resultar que la del amor de Dios y de los demás hombres?
—David Kulieke