© 1994 Dick Bain
© 1994 The Urantia Book Fellowship
© 2005 Olga López, por la traducción
Jesús preguntó a sus apóstoles en una ocasión: «¿Quién dicen los hombres que soy?». Los apóstoles le dijeron que le habían comparado con Moisés, Elías, Isaías, Jeremías e incluso con Juan el Bautista renacido de entre los muertos. Entonces Jesús les abordó con otra pregunta aún más asombrosa: «¿Quién decís vosotros que soy?». El impetuoso Simón Pedro se levantó de un salto y dijo: «¡El Libertador, el Hijo de Dios!». Muchos de aquellos que conocieron a Jesús sólo de oídas asumieron que era la reencarnación de algún profeta conocido. Algunos de sus enemigos parecían pensar que era un aliado del príncipe de los demonios. Pero los apóstoles, que habían vivido con él durante más de un año, creían que era el Hijo de Dios, y también de alguna forma el Mesías esperado por los judíos. Esto ciertamente no dejó zanjada la cuestión: la búsqueda de la identidad de Jesús ha continuado durante 1.900 años y no ha finalizado todavía.
El gnosticismo fue un movimiento del siglo II cuyo nombre viene del griego «gnosis» o «conocimiento secreto». Los gnósticos mantenían que Jesús era un ser espiritual cuya apariencia mortal era sólo una ilusión. Otro grupo de los primeros cristianos conocidos como los adopcionistas creían que Dios adoptó a Jesús en el momento de su bautismo o de su resurrección. Un grupo posterior conocido como los modalistas enseñaban que Jesús fue únicamente una manifestación o modo de Dios. Un grupo más posterior, los subordinacionistas, vieron a Jesús como probablemente divino, pero subordinado a Dios. Los Padres de la Iglesia estuvieron sin duda un poco afligidos a causa de todo este desorden teológico. Fue el concepto de Jesús enseñado por Arrio el que motivó a la jerarquía eclesiástica a convocar el Concilio de Nicea. Arrio enseñaba que Cristo era divino, menos que Dios pero más que el hombre. El asunto fue parcialmente zanjado por la Iglesia cristiana ortodoxa en el Concilio de Nicea del año 325 d.C. Ésta adoptó las ideas de Atanasio: «Cristo engendrado, no hecho. No es criatura sino creador, con la misma esencia que el Padre». El concilio fue también forzado a aclarar la doctrina de la Trinidad para mostrar la relación de Jesús con el Padre. Pero fue en el Concilio de Constantinopla (año 1) donde las tres personas de la Trinidad fueron declaradas iguales, haciendo por supuesto a Cristo igual al Padre. El Concilio de Éfeso (año 431) trató de la relación entre la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús, pero no resolvió la cuestión. Ésta fue finalmente resuelta en el Concilio de Chalcedon, en el año 451 d.C. Considerando las dos naturalezas de Jesús expusieron que «[…] en dos naturalezas que no están mezcladas, trasmutadas, divididas o separadas […] la identidad de cada naturaleza está preservada y concurre en una persona o ser». Esta ha sido siempre la doctrina estándar sobre la persona de Cristo para la iglesia cristiana. Los intentos de aplicar tales doctrinas dieron lugar a funestas repercusiones.
Puesto que la iglesia había ganado un considerable poder político, expresar opiniones que difirieran de la línea ortodoxa podía ser peligroso para la salud. Las cosas no cambiaron gran cosa hasta que Lutero, aquel sacerdote arribista, le dijo al Papa lo que podía hacer con sus indulgencias y provocó la Reforma protestante. Cuando la iglesia finalmente se apartó de los asuntos de gobierno, y por tanto perdió el poder de llevarnos a la parrilla por expresar creencias contrarias, y cuando la ciencia y los racionalistas empezaron a mirar al mundo, los dogmas de la iglesia empezaron a perder autoridad. La erudición crítica empezó a buscar inconsistencias y conflictos en las escrituras. A partir de finales del siglo XVIII y cada vez más, los expertos empezaron la búsqueda del Jesús histórico. Algunos de ellos concluyeron que no sólo no era posible que hubiera habido un Jesús histórico, sino también que era simplemente una figura mítica, un compendio de las esperanzas mesiánicas de los hombres.
Albert Schweitzer, en su libro de 1906 La búsqueda del Jesús histórico[1], examinó el trabajo de algunos investigadores precedentes sobre Jesús. La conclusión alcanzada por muchos de ellos fue que el Jesús histórico no podía encontrarse en las escrituras. Schweitzer está de acuerdo con esa conclusión, pero no cree que signifique que no podamos encontrar a Jesús de ninguna manera. En la última página de su libro escribe: «Él viene a nosotros como Alguien desconocido, sin nombre, mientras que antiguamente, por la ribera del lago, Él se mostró a aquellos hombres que no Le conocían. Les dice a todos la misma palabra: ‘¡Seguidme!’ y establece las tareas que debe realizar de momento. Da órdenes y, para aquellos que Le obedecen, ya sean sabios o no, Él se revela a Sí mismo en las dificultades, en los conflictos, en los sufrimientos que atraviesan en Su compañía, y aprenderán en su propia experiencia quién es Él como misterio inefable». Schweitzer acepta la idea de que Jesús existió, pero cree que no podemos conocerle estudiando sólo las escrituras. A diferencia de Schweitzer, otros investigadores cuestionan la existencia real de Jesús.
En un libro titulado Jesús, Hijo del Hombre, Rudolf Augstein se esfuerza al máximo por desacreditar las escrituras. Ve a Jesús como una figura mítica al estilo de Mitra. Mientras hace observaciones excelentes sobre las inconsistencias y los problemas de las escrituras, parece exagerar al rechazar incluso las pocas referencias a Jesús que no están en las escrituras. En su sección sobre Jesús, la Enciclopedia Británica da una lista de tres referencias históricas que no están en las escrituras y que se dan como fiables. En primer lugar, la ejecución de Jesús se menciona en los anales del historiador romano Tácito en el siglo 110 d.C. La segunda referencia viene de Josefo, el historiador judío de la corte de Domiciano. Josefo menciona la lapidación de «Santiago, el hermano de Jesús, que era llamado Cristo». Menciona también la muerte de Juan el Bautista. La tercera referencia histórica a Jesús está en el Talmud, una colección de escritos judíos. En él Jesús es identificado con el « posible hijo ilegítimo de un hombre llamado Pantera. Jesús trabajó con la magia, ridiculizó a los sabios, sedujo y agitó a las masas, reunió a cinco discípulos con él y fue colgado (crucificado) en la víspera de la Pascua.». Recientemente los arqueólogos han descubierto la tumba de Caifás, el sumo sacerdote que ayudó a organizar la muerte de Jesús. Pero aceptar la existencia histórica de Jesús no ayuda a explicar quién fue.
Jesús ha sido caracterizado por algunos grupos como un campesino inculto. En un artículo titulado «Séforis» en el número de mayo/junio de Biblical Archaelogy Review, Richard Batey propone que Jesús probablemente había ido con frecuencia a Séforis y podría incluso haber trabajado allí como carpintero, puesto que Séforis está aproximadamente a una hora de camino desde Nazaret. Batey dice que los arqueólogos habían establecido que Séforis era una «metrópolis grecorromana que se enorgullecía de tener más de 30.000 habitantes[…]» y que durante tres décadas fue la capital de Galilea y Perea. En una nota al pie de este artículo, Batey menciona que muchos expertos aceptan ahora que Jesús hablaba griego tan bien como arameo, y que algunas de las parábolas podrían haber sido creadas originariamente en griego. Estas ideas están de acuerdo con el relato de la vida de Jesús de El Libro de Urantia. Las evidencias señalan que Jesús hablaba varios idiomas y era un hombre instruido para su tiempo, no un campesino inculto. Las ideas sobre Jesús parecen ser tan numerosas y variadas como los guijarros de una playa.
Para los fundamentalistas cristianos, Jesús es Dios, que se deja crucificar para salvar a la humanidad indigna y pecadora del castigo eterno. Mientras la mayoría de cristianos de las principales iglesias protestantes aceptarían que Jesús es un ser divino, le verían más probablemente como un puente hacia Dios que como un cordero sacrificial. Para los cristianos liberales, Jesús sería únicamente un gran maestro y moralista. Para los musulmanes Jesús es un profeta como Mahoma, pero no el Hijo de Dios. Para los hindúes Jesús sería un Avatar, una deidad hindú que se encarnó en la tierra. Para los budistas, Jesús sería un Bodhisattva, que renuncia por compasión a la liberación del Nirvana para volver a la tierra y ministrar a la humanidad. Para los judíos, Jesús podría formar parte del grupo de falsos mesías que trabajaron con las multitudes en aquel tiempo, o un buen maestro judío que entró en conflicto con las autoridades. Para los agnósticos, Jesús es una posibilidad; para los ateos, es mucho ruido y pocas nueces. El reverendo y pastor unitario Bill Hammond, en su sermón «Jesús, ¿qué tipo de hombre?», ve a Jesús como un hombre que empezó como un mago pero al que más tarde sus seguidores empezaron a ver como el Mesías. En un libro reciente, «El Jesús histórico», John Dominic Crossman retrata a Jesús como un maestro de igualitarismo campesino. Afirma que la Última Cena, la resurrección y la Ascensión no fueron sucesos reales sino «visualizaciones dramáticas». ¡Hay tantos libros y tantos Jesús! Mientras leo todo esto recuerdo un viejo dicho: lo que dice Pedro sobre Pablo dice más sobre Pedro que sobre Pablo. De la misma forma, quizás lo que esté escrito sobre Jesús diga más sobre el autor que sobre Jesús. ¿Por qué es esto así?
Hay varias cosas que hacen muy difícil la investigación sobre la vida de Jesús. En primer lugar, excepto por un episodio, la vida de Jesús tal y como está descrita en la Biblia presenta una laguna entre el periodo donde Jesús tiene unos pocos años hasta los comienzos de su vida pública a los treinta años. Se han hecho muchas conjeturas sobre lo que hizo durante ese tiempo, pero ninguna ha podido ser demostrada. Otro problema es que, a no ser que estemos de acuerdo en que las escrituras son infalibles, nos espera una dura tarea de separar lo que Jesús dijo realmente de las palabras que fueron puestas en su boca por los escritores y revisores de las escrituras. Hay un grupo de expertos que han estado intentando durante años determinar lo que Jesús dijo en realidad. Éstos creen que Jesús dijo menos de una tercera parte de las palabras que se le atribuyen. Su trabajo utiliza la técnica de los expertos críticos para seleccionar las palabras de Jesús de entre la paja. Por desgracia, las palabras de Jesús consideradas auténticas forman una parte muy reducida del Nuevo Testamento, es un material apenas insuficiente para reconstruir al Jesús histórico. Otro problema que tienen los expertos al reconstruir la figura de Jesús es que él no reveló lo que pensaba sobre él mismo excepto a través de sus reacciones hacia otros. Simplemente se llamaba a sí mismo el Hijo del Hombre. Aparentemente aceptó el título de Mesías, pero a regañadientes. Parece que tenía una noción diferente de sí mismo, pero no podía vencer las expectativas preconcebidas y mesiánicas de sus apóstoles judíos. Los expertos por tanto han tenido plena libertad para poner toda clase de nociones en la mente de Jesús, algunas profundas, algunas necias, probablemente todas equivocadas. De modo que ¿cómo vamos a concebir a Jesús si los expertos no se ponen de acuerdo?
Aunque no podamos estar seguros de lo que dijo, podemos estar seguros de algunas cosas que no dijo, cosas que no aparecen en la Biblia. Nunca enseñó que los hombres vivieron una vez en estado de inocencia en algún jardín paradisiaco hasta que los dioses se sintieron amenazados y les expulsaron de allí. Nunca enseñó que hubiéramos heredado los pecados de alguien llamado Adán. Nunca enseñó que hubiera nacido de una virgen. Nunca enseñó que su madre, sus apóstoles o algún sacerdote pudieran ser intermediarios entre nosotros y Dios. Nunca enseñó que él fuera Dios. Dijo « Yo y mi Padre somos uno», pero esto puede interpretarse de muchas maneras. Nunca enseñó que el propósito de su venida fuera morir en la cruz para satisfacer la justicia de un severo Dios-juez. Aunque no condenó el concepto de iglesia, no exigió que nos reuniéramos una vez a la semana en edificios profusamente adornados para repetir palabras, cantar canciones escritas hace cientos de años y escuchar media hora de charla. Fue Pablo, no Jesús, el que enseñó la doctrina de la depravación del hombre. Jesús condenó el pecado, no al pecador. Hay mucho en la teología y en la práctica cristiana que Jesús jamás enseñó.
A pesar de las distorsiones y añadidos del Nuevo Testamento, probablemente bastante del espíritu de Jesús se filtra a través de ellos, lo que nos da una idea de la naturaleza de su profunda persona. Por desgracia, la teología cristiana ha sido más un obstáculo que una ayuda para comprender a Jesús. El Libro de Urantia y otras fuentes caracterizan a la cristiandad tradicional más como una religión sobre Jesús que como una religión de Jesús. Creo que Jesús vino no para ser venerado sino para ayudarnos a encontrar a Dios por nosotros mismos escuchando sus enseñanzas y viviendo nuestras vidas con el mismo espíritu que él vivió la suya.
Con la lectura de la Biblia, pero especialmente con El Libro de Urantia, percibo que Jesús estaba a años-luz de la gente de su época en su actitud hacia las mujeres. Se han hecho muchas conjeturas sobre Jesús y las mujeres, tales como que podría haber sido homosexual, que podría haber tenido una esposa oculta o que una relación con María Magdalena. O quizás fue un sacerdote de un culto judío de oscuro celibato. Todas son conjeturas vanas. La Iglesia Católica afirma que Jesús y sus apóstoles eran varones; por lo tanto, todos los sacerdotes deben ser varones. Por otro lado, El Libro de Urantia dice que Jesús ordenó un cuerpo de mujeres discípulas para ministrar las necesidades físicas y espirituales de otras mujeres. Después de todo, los hombres judíos difícilmente podrían hacer ese tipo de trabajo; los hombres y las mujeres tenían contactos muy restringidos entre ellos. Este cuerpo está mencionado en el Nuevo Testamento, pero sólo una vez. ¿A que no os sorprende?
Hay un incidente mencionado en la Biblia que arroja algo de luz sobre la actitud de Jesús hacia las mujeres. Tal y como lo entiendo, se suponía que un hombre judío no hablaba con una mujer en público, ni siquiera con su mujer. Considerad el episodio de la mujer en el pozo. Se nos ha dicho que ella estaba allí sacando agua del pozo de Jacob en Samaria. Jesús estaba allí sin sus apóstoles. Le pidió a la mujer un trago de agua. Ella confundió su actitud amistosa con una insinuación, pero Jesús rápidamente recondujo la situación y la llevó a una conversación espiritual. Ahora considerad la reacción de los apóstoles. Se encontraron a su Maestro no sólo hablando con una mujer, sino con una mujer samaritana. ¡Debieron quedarse atónitos! Aunque por entonces los apóstoles se sorprendían muy a menudo con las cosas que Jesús decía y hacía.
Sabemos que las mujeres desempeñaron un papel significativo en la iglesia temprana; quizá esto fue debido a la prolongada influencia de Jesús. Pero por desgracia las culturas evolucionan muy lentamente. La jerarquía masculina organizó finalmente la iglesia como lo hizo con sus ejércitos y gobiernos, excluyendo así a las mujeres. No tengo ninguna duda de que si los cristianos hubieran sido fieles al espíritu de la vida de Jesús y sus enseñanzas, las mujeres habrían desempeñado un papel mucho más destacado en la iglesia posterior. Otro grupo podría haber sacado provecho si nuestra cultura hubiera tenido una imagen menos distorsionada del Jesús humano.
Es triste que los héroes de muchos jóvenes sean estrellas del rock y personajes de la televisión. Es desafortunado que la majestuosidad del Cristo glorificado y elevado haya oscurecido el heroísmo del Jesús humano en las enseñanzas cristianas, y que mucho de su vida haya sido desconocido para nosotros. Si los jóvenes pudieran simplemente escuchar la historia del joven Jesús, manteniendo con valentía a su familia tras la muerte prematura de su padre, ¿no admirarían ese coraje? ¿No estarían dispuestos a seguir a un líder tan admirable? Los autores de los documentos sobre Jesús en El Libro de Urantia nos dicen: «Si la iglesia cristiana se atreviera tan sólo a abrazar el programa del Maestro, miles de jóvenes aparentemente indiferentes se precipitarían para alistarse en esta empresa espiritual, y no dudarían en llevar a cabo hasta el fin esta gran aventura.» (LU 195:10.10). Qué magnífico será el día que los maestros religiosos utilicen historias de El Libro de Urantia para inspirar a los jóvenes a que vivan sus vidas con el espíritu con que Jesús vivió la suya.
Sea lo que sea lo que pensemos sobre Jesús, la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que ningún individuo ha tenido un impacto tan grande en la historia de nuestro planeta como este maestro espiritual de Galilea. A través de la iglesia cristiana sus enseñanzas han penetrado en todos los rincones del planeta. Allí donde hay mentes y corazones receptivos, las enseñanzas éticas y morales de Jesús impregnan la vida del hogar, las leyes y las instituciones de gobierno, e incluso la dirección de los negocios. Y mientras la historia extendida y clarificada de la vida y enseñanzas de Jesús penetra en las culturas del mundo, podemos anticipar todavía mayores avances en todos los esfuerzos humanos. Incluso tras 2.000 años, sus palabras todavía nos animan a crecer espiritualmente y lo seguirán haciendo a lo largo de las eras por venir. Jesús dijo: « mis palabras de verdad no desaparecerán ». (Mt 24:35, LU 156:2.5).
Si alguien pudiera probarme que Cristo está fuera de la verdad, y si la verdad realmente excluyera a Cristo, me quedaría con Cristo en lugar de con la verdad.
Fyodor Dostoievski, Carta a N. A. Fonvizina, 20 de febrero de 1854
Artículo en Innerface International: https://urantia-book.org/archive/newsletters/innerface/vol1_4/page8.html
Traducción de Olga López: https://aue.urantia-association.org/wp-content/uploads/sites/6/2018/03/Hombreymito.pdf
The Quest of the Historical Jesus. A critical study of its progress from Reimarus to Wrede, Albert Schweitzer, traducción al inglés de W. Montgomery. Londres, Adam y Charles Black, 1911. https://archive.org/details/questofhistorica00schwrich ↩︎