© 2022 Éric Tarissan
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Tiempo y niveles de conciencia. | Réflectivité — Número 357 — Julio 2022 | La experiencia de la perfección |
Eric Tarissan
Quebec
Las figuras forman una familia de diez miembros.
Cada uno es único, tiene su propio valor, significado, peso, cualidades, coordenadas e identidad.
Si Cero es el primer dígito, ¡UNO sería el segundo o un ‘segundo primo’!
¡Qué papel tan terrible el de ser un segundo violín, pensando que siempre has desempeñado el papel principal!
Porque aunque no parezca mucho, es muy cierto que Zero representa la nada sino la nada o, si se prefiere, el vacío absoluto. Sin embargo, lo cierto es que hace posible, con su sola presencia, la sucesión y elevación de los números en incrementos de diez, desde lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño, sin límite alguno, hasta el infinito.
¡Pero ahí lo tienes!
¿Cómo pudo surgir de la nada este Cero, esta primera figura sin valor y sin hogar, este nulo patriarca de la familia y dueño absoluto del vacío, eterno representante de la nada y señor indiscutible de lo que no existe, nunca ha sido y nunca existirá? ¿Podría haber dado a luz a su siguiente, el único: Uno, el segundo?
Pero dejemos atrás este misterio incalculable donde nos quieren hacer creer que el infinito puede nacer de la nada, ¡y sigamos nuestro camino!
UNO sigue representando el punto de partida, el comienzo de todo y, al mismo tiempo, representa, significa e identifica la unicidad. Ser una persona única.
¡Porque es gracias a él, sumándose cada vez, que el UNO dará origen a todos los demás números hasta el NUEVE, formando así esta hermosa familia de diez!
A pesar de todo, ONE está muy contento de tener un valor, porque aunque representa el más pequeño de todos los números de la familia, no hay duda de que de entrada este valor ya es infinitamente mayor que el de su predecesor Zero que, por supuesto, ¡Por sí mismo y por sí mismo, no tiene ninguno y no contiene ninguno!
Sin embargo, ONE todavía tendrá que concederle a su predecesor que al extenderle la mano, al colocarlo a su derecha, Zero pasó el arma a la izquierda, viendo inmediatamente morir toda su insignificancia, su infelicidad y su vacío interior. Dar a la ONU, su primer vecino, un valor diez veces mayor que de otro modo habría permanecido nulo; ¡elevándolo desde entonces y como por milagro a este primer rango de números así creados!
Un amistoso colocando a Zero a su lado, como un hermano de armas, formaron juntos una hermosa pareja cuya unión, partiendo de la nada, creó una nueva realidad, ¡la de los números infinitos!
¿Cómo explicar si no que Zero, ese inútil que al principio no auguraba nada bueno, pudiera así, como por arte de magia, convertir a cada uno de ellos, a cada uno de estos números solitarios, egoístas y pretenciosos en un número diez veces, mil veces, un millón de veces más en definitiva, tantas veces como Zero quiera repetirse. Y créanme, repito, puede hacerlo infinitamente porque, como todos sus hermanos Chiffre, ninguno de estos diez miembros tan particulares escapa a esta cualidad, a este don innato de poder repetir hasta el infinito, eternamente y sin límites.
Así Zero adquirió sus cartas de nobleza y se convirtió en un socio invaluable para cada uno de ellos. Convirtiéndose en una figura legendaria, respetada e imprescindible, mucho más allá del vacío que representó y que, en el corazón y la mente de todos, cayó en el olvido.
En verdad, la pesada, dolorosa y trágica situación de Zero quedó en nada cuando todos los miembros de su familia comprendieron que sin él, ninguno de ellos podría jamás crecer o elevarse más allá de su primer y verdadero intrínseco, constitutivo e individual.
Esta buena noticia resonó de un extremo del universo al otro de las figuras, quienes saltaron de alegría al saber que ahora todos podrían convertirse en infinitamente más de lo que jamás habían podido imaginar hasta entonces y esto, simplemente con poner a Zero adelante. Quiero decir, ¡poniendo a Zero a la derecha del padre en el que todos se convirtieron al adoptarlo, en lugar de abandonarlo detrás de ellos, escondiéndose en las sombras mientras se hunde en el abismo infinito del vacío para desdibujar el negro!
Ya que en ese momento nadie pensaba en nada… quiero decir, ¡en Zero! Todos demasiado centrados en sí mismos para discernir el poder que tenían juntos y el infinito que formaban.
¡Así que no tenían nada más que perder, sino todo lo contrario!
Al convertirse en socios de su hermano Zero, tenían todo que ganar porque gracias a él (el niño querido que no decía nada y que todos pensaban que nunca haría nada, simplemente porque no valía nada), todo se volvió posible. Todos supieron desde ese momento, y sin quitarle nada a nadie, que gracias a su precioso aliado Zero, ahora todos podrían volverse tan altos, altos y gordos como quisieran, y que el eterno infinito o, si se prefiere, el eterno infinito, lejos de ser una quimera utópica o una leyenda fantástica, ¡se volvió accesible y de hecho real!
Sí ! ¡Juntos, estos diez números, todos únicos y singulares, se convirtieron en infinito! ¡Accediendo así a una felicidad incalculable y a una dicha ilimitada que de otro modo, aislados y divididos, nunca habrían podido acceder, experimentar y conocer!
Fue en este día lejano e inolvidable, todos unidos, que dieron origen a la ciencia, fruto de su inesperada colaboración, revelando desde sus cimientos una estructura perfecta y simétrica que, desde entonces, ha seguido descubriendo la verdad y la inteligencia. de su Creador. Este Creador Absoluto que, desde el principio, todo lo tuvo divina y naturalmente creado a su imagen: perfecto, único e infinito.
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