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Bienvenida e información de contacto | Volumen 13, Número 1, Abril 2019 — Índice | Decisiones destacadas de la reunión de enero de la Junta de Fideicomisarios - 2019 |
De Georges Michelson-Dupont, fideicomisario (Recloses, Francia)
Nota de la redacción: ofrecemos a continuación unos recuerdos personales del amigo y compañero fideicomisario del autor, Richard Keeler, que se graduó a los mundos mansión en enero. Pueden ver una biografía publicada con motivo de su retiro aquí, y el anuncio de su fallecimiento aquí.
Richard Keeler (mi hermano, mi amigo) se graduó a los mundos mansión sereno y en paz después de haber vivido su filiación en Urantia con plena consciencia de nuestro Padre Universal. Tenía el deseo sincero de vivir las enseñanzas de la revelación a la que dedicó su vida. Además cumplió sus responsabilidades como fideicomisario de la Fundación Urantia, un cargo que aceptó hace más de 30 años cuando se cernían nubes negras de conflicto sobre la comunidad Urantia.
Su ejemplar fuerza de carácter y su determinación solo eran comparables a su amabilidad y lealtad. Era un camarada en el que se podía confiar, siempre de buen humor y listo para escuchar al que tenía dificultades. Lo que más me inspiraba era la compasión y afecto que emanaban de él.
La gente que lo rodeaba se sentía atraída por su amabilidad, su sentido del humor, su música de banjo y su encanto natural. Recuerdo que una vez en 1997, mientras esperábamos con mi esposa Marlène en la sala principal del aeropuerto de Ciudad de México, Richard lanzó su sombrero, lo atrapó con la cabeza y se puso a tocar el bajo. Se congregó una multitud de niños alrededor de él y comenzaron a bailar frente a sus divertidos padres. ¡Los que lo conocieron pueden imaginárselo cantando «Alouette, gentille alouette…» acompañado del banjo!
Conocí a Richard en agosto de 1988 durante la acreditación de la Asociación Urantia de Finlandia, y después lo vi en el castillo de Montvillargenne, donde la CERDH (la primera asociación francesa de lectores) organizó una conferencia internacional en 1989. Como acababa de llegar de Sídney (Australia), estaba tan cansado del viaje que se quedó dormido en el ascenso de las oficinas de nuestra empresa. ¡Se pueden imaginar el asombro de mi esposa y mis compañeros de trabajo cuando lo descubrieron dormido en un viejo colchón que había por allí!
En aquellos días él y yo nos reuníamos muy a menudo para tratar asuntos que nos preocupaban a los dos junto con mi padre, Jacques Dupont, y Marlène. Algunas veces lo acompañaban Seppo Kanerva, de Finlandia, Philip Rolnick y Martin Myers. Durante estas visitas hablábamos sobre la situación de la Fundación y el futuro de la traducción francesa, que se estaba revisando.
Cuando se quedaba con nosotros en Blennes era particularmente atento con mi suegra, a la que cariñosamente llamaba Mémé, y sé que ella apreciaba mucho sus atenciones y lo quería mucho.
Cuando me nombraron fideicomisario en octubre de 1995, sé que él apoyó fuertemente mi nombramiento. Aquellos tiempos fueron una época heroica durante la cual se hizo un gran esfuerzo para crear traducciones. Seppo, Richard y yo dábamos formato a las diferentes traducciones en Blennes con gran alegría y satisfacción, trabajando para expandir la revelación con las traducciones que estábamos preparando. En aquel entonces no existía la tecnología de archivos para imprimir. Había adquirido un conjunto completo de herramientas que nos permitieron crear cintas y preparar pruebas para la imprenta. También dimos formato al libro con portada de vinilo que hizo que El libro de Urantia fuera muy asequible.
Hubo dos acontecimientos especiales en nuestra amistad. La primera fue un viaje de 23 días por Sudamérica en 1997 con mi esposa y Bob Solone, durante el cual pudimos conocer a lectores de más de siete países de habla española y de Brasil. Compartimos tantas aventuras juntos durante ese viaje que sería imposible relatarlas todas. Estábamos en Colombia de regreso de una cena ofrecida por lectores en una pequeña localidad a unos 150 Km. de Bogotá. Mientras cruzábamos una densa selva nos encontramos cara a cara con hombres armados que nos obligaron a salir del auto. Nos pidieron nuestra identificación. Richard entregó su pasaporte y, al ver que era un «gringo», el soldado le pidió que pusiera las manos sobre el capó y empezó a cachearle. Richard se divertía diciendo «no» y «pare», y luego decía «no pare», como si lo estuviera disfrutando. El soldado se enfadó y fue a su superior, que vio la escena y comprendió que Richard estaba bromeando. Finalmente nos dejaron ir con algunas bromas. Después, nuestro guía explicó a Richard que habíamos tenido mucha suerte, pues la selva estaba llena de guerrilleros de las FARC.
El segundo acontecimiento fue su operación de corazón el año 2000 en el hospital Georges Pompidou de París, realizada por el Dr. Alain Frédéric Carpentier, conocido mundialmente por sus operaciones de válvulas coronarias. La noche antes de su operación estuve con él en la habitación del hospital, y él estaba un poco tenso y ansioso. Bromeé para relajar el ambiente diciéndole que estaba viviendo en una situación en la que iba a ganar de todas formas: si se despertaba después de la operación se encontraría a este lado del puente, y en caso contrario se despertaría en el otro lado, vivo para siempre. Le visité todos los días en el hospital y después mi suegra cuidó de él con ternura durante su convalecencia en Blennes.
La amistad inquebrantable hacia él era mutua: le quería por lo que él era, y él me quería por lo que yo era. Estas cosas no se pueden expresar con palabras porque son relaciones entre personalidades, y valoré como un tesoro la oportunidad de haberlas experimentado aquí en Urantia.
Sé que pronto nos volveremos a ver.
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