© 2023 Halbert Katzen, JD
Por Halbert Katzen J.D.
Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus grandes planes para el futuro.
Si quieres hacer reír a la gente, cuéntales los grandes planes de Dios para el futuro.
Este mundo nunca ha puesto a prueba de manera seria, sincera y honrada estas ideas dinámicas y estos ideales divinos de la doctrina del reino de los cielos enseñada por Jesús. Pero no deberíais desanimaros por el progreso aparentemente lento de la idea del reino en Urantia [La Tierra]. Recordad que el orden de la evolución progresiva está sujeto a cambios periódicos, repentinos e inesperados, tanto en el mundo material como en el mundo espiritual. La donación de Jesús como Hijo encarnado fue precisamente uno de esos acontecimientos extraños e inesperados en la vida espiritual del mundo. Al buscar la manifestación del reino en la época presente, no cometáis tampoco el error fatal de olvidar establecerlo en vuestra propia alma. (LU 170:4.14)
[En respuesta adicional a la pregunta de Pedro, Jesús dijo…] «Pero, ¿cuál es el significado de esta enseñanza relacionada con la venida de los Hijos de Dios? ¿No os dais cuenta de que cuando cada uno de vosotros sea llamado a abandonar la lucha de la vida y a traspasar la puerta de la muerte estará en la presencia inmediata del juicio, frente a frente con los hechos de una nueva dispensación de servicio en el plan eterno del Padre infinito? Aquello a lo que el mundo entero debe de hecho enfrentarse literalmente al final de una era, cada uno de vosotros, como individuo, tiene que enfrentarse con toda seguridad, como experiencia personal, cuando llegue al final de su vida física, y con ello pase a enfrentarse a las condiciones y a las exigencias inherentes a la revelación siguiente de la evolución eterna del reino del Padre». (LU 176:2.7)
Si eres nuevo en El Libro de Urantia y de alguna manera llegaste aquí primero, esta página es una de las formas más interesantes de conocer El libro de Urantia, pero tendrás que avanzar un poco, a medida que tu comprensión de la cosmología de El Libro de Urantia crezca con la lectura del material. La información general para los nuevos visitantes se puede acceder en la página Inicio, por supuesto. En esta página se insertan enlaces y comentarios para ayudar a los nuevos visitantes a ponerse al día.
Este estudio es, quizás, mejor considerado como un subtema del Estudio Temático: Profecía y «señales de los tiempos».
Un conocimiento general de lo que se conoce en el cristianismo como la Gran Tribulación ayudará a una comprensión más profunda de este material.
En Mateo 16:4, se atribuye a Jesús esta declaración: «Una generación mala y adúltera busca señal, pero no se le dará, sino la señal de Jonás». ¿Simboliza Jonás la tribulación? Quizás esta fue una declaración profética, indicando que justo antes de la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra, las señales de los tiempos tendrán que ver con la tribulación.
Dicho esto…
¿Será que algo como la Gran Tribulación ocurrirá alguna vez? ¿Está sucediendo ahora? ¿Se ha profetizado un evento tan dramático y se han validado tales profecías en El libro de Urantia?
Podemos estudiar esto juntos, no obstante que cada uno de nosotros debe llegar a sus propias conclusiones.
Algunos estudiantes de El Libro de Urantia se inclinan a creer que ningún evento del tipo rapto, «fin del mundo», apocalipsis o Día del Juicio va a suceder en nuestro planeta. Los dos párrafos siguientes se utilizan a menudo para apoyar esta perspectiva:
Urantia es el santuario sentimental de todo Nebadon [nuestra sección del universo], la esfera principal entre diez millones de mundos habitados, el hogar humano de Cristo Miguel [Jesús], soberano de todo Nebadon, ministro Melquisedek para los reinos, salvador de un sistema, liberador adámico, compañero seráfico, asociado de los espíritus ascendentes, progresor morontial, Hijo del Hombre en la similitud de la carne mortal y Príncipe Planetario de Urantia. Vuestras escrituras dicen la verdad cuando afirman que este mismo Jesús ha prometido regresar algún día al mundo de su donación final, al Mundo de la Cruz. (LU 119:8.8)
««Ahora me veis débil y en la carne, pero cuando regrese será con poder y en el espíritu. Los ojos de la carne contemplan al Hijo del Hombre en la carne, pero sólo los ojos del espíritu contemplarán al Hijo del Hombre glorificado por el Padre y apareciendo en la Tierra en su propio nombre».» (LU 176:2.4)
Estos dos párrafos llevan a algunas personas a concluir que es necesario que haya continuidad en la habitabilidad de nuestro planeta. Pero El Libro de Urantia no ofrece ninguna enseñanza particular que sustente esta presunción. Algún tipo de rapto y retorno de los salvados también es coherente con lo que se dice (y se hace referencia) sobre este tema.
El libro de Urantia hace referencia a pasajes de la Biblia sobre un nuevo cielo y una nueva tierra de una manera que los valida.
Si nuestro planeta se volviera inhabitable por cualquier razón, causada por el hombre o no, los siervos celestiales de Dios podrían restaurarlo. Nuestro Dios es un Dios renovador y rehabilitador. Deberíamos, por lo menos, considerar la posibilidad de que la población salvable pudiera ser sacada del planeta por un período de tiempo y luego regresar después de que los celestiales hayan hecho el trabajo necesario para devolverlo a un estado habitable (y algo más, como indican las profecías).
Por mucho que los humanos necesitemos resolver nuestros propios problemas a nivel espiritual personal, nunca debemos perder de vista el hecho de que somos hijos de un mundo que se ha ido al traste –sin culpa nuestra– a nivel colectivo. La humanidad no es responsable de la Rebelión de Lucifer ni de la falla adámica. Estamos experimentando enormes problemas que no creamos y esto nos llevó directamente a manejar mal circunstancias que no entendemos.
Somos hijos de un Dios todopoderoso, sabio y amoroso, justo y misericordioso (Jesús). TODAS LAS COSAS son posibles. El pensamiento creativo se fomenta en las enseñanzas espirituales. Incluso se dice que Dios trabaja de maneras extrañas. Pero no hay nada extraño en que las huestes celestiales lleguen para arreglar lo que está roto debido a la Rebelión de Lucifer y la falta de Adán y Eva.
¿Ocurrieron cosas dramáticas, positivas y negativas, cuando Jesús vino como el Hijo del Hombre hace unos 2000 años? Numerosos eventos naturales y provocados por el hombre o combinaciones de eventos podrían hacer que nuestro planeta sea inhabitable. Dado todo esto, ¿es realmente tan extraño pensar que ocurrirán cosas aún más dramáticas si Melquisedec regresa después de 4000 años en algo más que una misión de emergencia (para preparar el mundo para Jesús)? Las profecías y El Libro de Urantia indican que la siguiente fase implica un nivel colectivo de sanación, restauración y renovación.
Una conexión más laxa pero bastante intrigante entre este tema y la profecía incluye lo que se atribuye a una profecía recibida por George Washington.
En cualquier caso, la buena noticia es que, si toda la tierra va a ser renovada, supongo que no tenemos que preocuparnos por aparecer en un lugar en particular o qué empacar para el viaje. Por otro lado, dado que hay un eclipse solar total programado para el 8 de abril de 2024 en Bald Knob Cross of Peace, si quieres tener esperanza sobre todo esto con un grupo de otras personas, espero verte allí.
Este estudio ofrece una mirada al texto que rodea varios lugares donde El Libro de Urantia cita pasajes bíblicos. Luego, revisa cómo se usan varias palabras y frases en El Libro de Urantia (nueva tierra, fin del mundo y crisis/crisis) y finaliza con pasajes selectos de Daniel y Enoc relacionados con el uso que hace Jesús del término «Hijo del Hombre».
En los siguientes cinco párrafos, El Libro de Urantia llama nuestra atención sobre revelaciones y enseñanzas pasadas acerca de un nuevo cielo y una nueva tierra.
Juan escribió acerca de la terminación de la misión final de los Hijos Instructores (al menos ésta sería la cronología en un mundo normal): «Y vi un nuevo cielo y una nueva Tierra, y la nueva Jerusalén que bajaba de Dios saliendo del cielo, preparada como una princesa adornada para su príncipe».
Ésta es la misma Tierra renovada, el avanzado estado planetario, que el antiguo vidente imaginó cuando escribió: «‘Porque igual que los nuevos cielos y la nueva Tierra que yo crearé perdurarán ante mí, así sobreviviréis vosotros y vuestros hijos; y sucederá que, desde una Luna nueva hasta la otra y desde un sábado hasta el otro, todo el género humano vendrá a postrarse en adoración ante mí’, dice el Señor».
Los mortales de esta era son los que están descritos como «una generación elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo elevado; y vosotros daréis a conocer las alabanzas de Aquél que os ha hecho salir de las tinieblas hacia esta maravillosa luz».
Cualquiera que sea la historia natural especial de un planeta individual, indiferentemente de que el reino haya sido totalmente leal, haya estado contaminado por el mal o maldito por el pecado —cualquiera que sean los antecedentes— tarde o temprano la gracia de Dios y el ministerio de los ángeles anunciarán el día de la venida de los Hijos Instructores Trinitarios; y su partida, después de su misión final, inaugurará esta magnífica era de luz y de vida.
Todos los mundos de Satania pueden unirse a la esperanza de aquél que escribió: «Sin embargo, de acuerdo con Su promesa, nosotros esperamos un nuevo cielo y una nueva Tierra, donde reside la rectitud. Por lo cual, bienamados, en vista de que esperáis estas cosas, sed diligentes para que Él pueda encontraros en paz, sin mancha e irreprochables». (LU 52:7.11-15)
La primera cita es de Apocalipsis 21, que también dice (RV):
1 Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2 Y yo Juan vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido.
3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4 Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni habrá más dolor; porque las primeras cosas pasaron.
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente.
7 El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
9 Y vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.
10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,
11 Teniendo la gloria de Dios; y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal; . . .
23 Y la ciudad no tenía necesidad de sol ni de luna que brillaran en ella; porque la gloria de Dios la iluminaba, y el Cordero era su lumbrera.
24 Y las naciones de los que sean salvos andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
25 Y sus puertas no se cerrarán de día, porque allí no habrá noche.
26 Y traerán la gloria y el honor de las naciones a ella.
27 Y no entrará en ella ninguna cosa inmunda, ni que hace abominación o mentira, sino solo los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
La segunda cita es de Isaías 66 (Juicio y Esperanza):
1 Así dice el Señor: «El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde está la casa que me edificáis? ¿Dónde estará mi lugar de descanso? 2 ¿No ha hecho mi mano todas estas cosas, y así llegaron a existir? —declara el Señor—. Ésos son los que miro con agrado: los humildes y contritos de espíritu, y los que tiemblan ante mi palabra. 3 Pero el que sacrifica un toro es como quien mata a una persona, y el que ofrece un cordero es como quien desnuca un perro; el que hace una ofrenda de cereal es como quien ofrece sangre de cerdo, y el que quema incienso memorial es como quien rinde culto a un ídolo. Han elegido sus propios caminos, y se deleitan en sus abominaciones; 4 así también escogeré un trato duro para ellos y traeré sobre ellos lo que temen. Porque cuando llamé, nadie respondió, cuando hablé, nadie escuchó. Hicieron lo malo ante mis ojos y escogieron lo que me desagrada. 5 Escuchen la palabra del SEÑOR: «Su propio pueblo que los odia y los excluye por causa de mi nombre, ha dicho: «¡Sea glorificado el SEÑOR, para que veamos su alegría!» Sin embargo, quedarán avergonzados. 6 Escuchen ese estruendo de la ciudad, escuchen ese ruido del templo! Es el sonido del SEÑOR que paga a sus enemigos según se merecen.
7 “Antes de ponerse de parto, da a luz; antes que le sobrevengan los dolores, da a luz un hijo. 8 ¿Quién ha oído cosas semejantes? ¿Quién ha visto cosas como estas? ¿Puede nacer un país en un día o surgir una nación en un momento? Sin embargo, tan pronto como Sión está de parto, da a luz a sus hijos. 9 ¿Acaso hago llegar el momento del parto y no hago nacer? —dice el SEÑOR—. ¿Cierro yo la matriz cuando hago dar a luz? —dice tu Dios.
10 «Alegraos con Jerusalén y alegraos por ella, todos los que la amáis; alegraos mucho con ella, todos los que os enlutáis por ella. 11 Porque mamaréis y os saciaréis de sus pechos consoladores; beberéis hasta saciaros y os deleitaréis con su abundancia desbordante.» 12 Porque así dice el SEÑOR: «Yo haré que la paz se extienda como un río, y la riqueza de las naciones como un torrente desbordante; mamaréis y seréis llevados en su brazo y mecidos en sus rodillas. 13 Como una madre consuela a su hijo, así os consolaré yo a vosotros, y seréis consolados por Jerusalén.» 14 Cuando veáis esto, se alegrará vuestro corazón y floreceréis como la hierba; la mano del SEÑOR se dará a conocer a sus siervos, pero su furor se mostrará a sus enemigos.
15 He aquí, el Señor viene con fuego, y sus carros como un torbellino; descargará su ira con furor, y su reprensión con llamas de fuego. 16 Porque con fuego y con su espada el Señor ejecutará juicio sobre todos los pueblos, y muchos serán los muertos por el Señor. 17 «Los que se santifiquen y se purifiquen para ir a los jardines, siguiendo a uno que está entre los que comen carne de cerdos, ratas y otras cosas inmundas, llegarán a su fin junto con el que siguen», declara el Señor.
18 Por lo que ellos han planeado y hecho, yo vendré a reunir a todos los pueblos y lenguas, y ellos vendrán y verán mi gloria. 19 Pondré entre ellos una señal y enviaré a algunos de los sobrevivientes a las naciones: a Tarsis, a los libios y lidios (famosos como arqueros), a Tubal y a Grecia, y a las islas lejanas que no han oído de mi fama ni han visto mi gloria. Ellos proclamarán mi gloria entre las naciones. 20 Traerán a todo tu pueblo, de todas las naciones, a mi santo monte en Jerusalén como ofrenda al Señor, en caballos, en carros y carretas, en mulos y camellos —dice el Señor—. Los traerán, como los israelitas traen sus ofrendas de grano al templo del Señor, en vasos ceremonialmente limpios. 21 Y también escogeré a algunos de ellos para que sean sacerdotes y levitas”, dice el SEÑOR.
22 «Como los nuevos cielos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí», declara el Señor, «así también tu nombre y tu descendencia permanecerán. 23 De una luna nueva en otra y de un sábado en otro, toda la humanidad vendrá y se inclinará ante mí», dice el Señor.
24 «Y saldrán y verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí; los gusanos que los comen no morirán, el fuego que los quema no se apagará, y serán abominables para toda la humanidad.»
La tercera cita es de 1 Pedro 2:
1 Por lo cual, desechando toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias, y todas las detracciones,
2 Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis en la fe.
3 Si es así, habéis probado que el Señor es benigno.
4Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
5 Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
6 Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él no será confundido.
7 Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que son desobedientes, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser cabeza del ángulo,
8 Y piedra de tropiezo, y roca que hace caer, para los que tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; para lo cual también fueron destinados.
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
10 Los cuales en otro tiempo no eran pueblo, pero que ahora son pueblo de Dios: que no habían alcanzado misericordia, pero ahora han alcanzado misericordia.
11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma;
12 Manteniendo entre los gentiles una conducta ejemplar, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar sus buenas obras.
13 Someteos a toda institución humana por causa del Señor: ya sea al rey, como a superior;
14 O a los gobernadores, como a los que son enviados por él para castigo de los malhechores y para alabanza de los que hacen el bien.
15 Porque así es la voluntad de Dios: que haciendo el bien hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;
16 Como libres, y no como los que usan su libertad como pretexto para hacer maldad, sino como siervos de Dios.
17 Honrad a todos los hombres. Amad a la hermandad. Temed a Dios. Honrad al rey.
18 Siervos, estad sujetos a vuestros amos con todo respeto; no sólo a los buenos y afables, sino también a los perversos.
19 Porque esto es digno de aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente.
20 Porque ¿qué gloria es, si cuando sois abofeteados por vuestras faltas, lo soportáis? Pero si cuando hacéis lo bueno sufrís, lo soportáis con paciencia, esto es agradable delante de Dios.
21 Porque para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
22 El cual no hizo pecado, Ni se halló engaño en su boca;
23 quien cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
24 Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
La cita sobre el nuevo cielo y la nueva tierra que se encuentra en el último párrafo es de 2 Pedro 3:
1 Esta segunda carta, amados, os escribo ahora, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento,
2 Para que tengáis memoria de las palabras que antes fueron dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por nosotros los apóstoles:
3 Sabiendo primero esto, que en los últimos días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias,
4 Y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde que los padres durmieron, todas las cosas continúan así como desde el principio de la creación.
7 Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. . . .
10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo se derretirán, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.
11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡qué clase de personas debéis ser vosotros en santa conducta y piedad,
12 ¿Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, con calor abrasador, se fundirán?
13 Pero nosotros, según sus promesas, esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. [Tened en cuenta que Melquisedec significa «rey de la justicia».
14 Por lo cual, amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él en paz, sin mancha e irreprensibles.
[Etimología de crisis: Del griego antiguo κρίσις (krísis, «separación, poder de distinguir, decisión, elección, elección, juicio, disputa»), de κρίνω(krínō, «seleccionar, elegir, decidir, juzgar»).]
Aunque Jesús se refirió a una fase del reino situada en el futuro, y sugirió en numerosas ocasiones que dicho acontecimiento podría suceder como parte de una crisis mundial; y aunque en diversas ocasiones prometió con precisión que algún día regresaría con toda seguridad a Urantia, hay que indicar que nunca asoció explícitamente estas dos ideas entre sí. Prometió una nueva revelación del reino en la Tierra en algún momento del futuro; también prometió que volvería alguna vez en persona a este mundo; pero no dijo que estos dos acontecimientos tuvieran la misma significación. Por todo lo que sabemos, estas promesas pueden referirse, o no, al mismo acontecimiento. [Énfasis añadido. Nótese también que, si Jesús regresara justo después de una crisis, este escenario encajaría bien con lo que está escrito en esta revelación y en profecías pasadas.] (LU 170:4.15)
La religión institucional no puede proporcionar inspiración ni ofrecer directrices para esta reconstrucción social y esta reorganización económica inminentes a escala mundial, porque se ha vuelto desgraciadamente una parte más o menos orgánica del orden social y del sistema económico que están destinados a ser reconstruidos. Sólo la verdadera religión de la experiencia espiritual personal puede ejercer sus funciones de manera útil y creativa en la crisis actual de la civilización. (LU 99:2.1)
Pero quinientos años de soberanía por parte de unos gobernantes extranjeros eran demasiados incluso para los pacientes y resignados judíos. Los profetas y los sacerdotes empezaron a exclamar: «¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?» Cuando los judíos honrados indagaban en las Escrituras, su confusión se volvía aún más profunda. Un antiguo vidente había prometido que Dios protegería y liberaría a su «pueblo elegido». Amós había amenazado con que Dios abandonaría a Israel a menos que restablecieran sus criterios de rectitud nacional. El escriba del Deuteronomio había descrito la Gran Elección —entre el bien y el mal, entre la bendición y la maldición. El primer Isaías había predicado sobre un rey liberador benéfico. Jeremías había proclamado una era de rectitud interior —la alianza escrita en las tablillas del corazón. El segundo Isaías había hablado de la salvación por medio del sacrificio y la redención. Ezequiel había proclamado la liberación a través del servicio consagrado, y Esdras había prometido la prosperidad mediante la observancia de la ley. Pero a pesar de todo esto, continuaban siendo esclavos y la liberación se retrasaba. Daniel presentó entonces el drama de la «crisis» inminente —la destrucción de la gran estatua y el establecimiento inmediato del reinado perpetuo de la rectitud, el reino mesiánico. (LU 97:8.3)
En caso de crisis, el jefe real y soberano del gobierno, excepto en algunos asuntos puramente espirituales, sería este Hijo Vorondadek de Edentia actualmente de servicio como observador. (En estos problemas exclusivamente espirituales y en ciertos asuntos puramente personales, la autoridad suprema parece corresponder al arcángel comandante vinculado al cuartel general divisionario de esta orden, recientemente establecido en Urantia.)
Un observador Altísimo está facultado para hacerse cargo, a su juicio, del gobierno planetario en tiempos de grave crisis planetaria, y los archivos indican que esto ha sucedido treinta y tres veces en la historia de Urantia. En tales momentos, el observador Altísimo desempeña las funciones de regente Altísimo, ejerciendo una autoridad indiscutida sobre todos los ministros y administradores que residen en el planeta, exceptuando solamente a la organización divisionaria de los arcángeles. (LU 114:4.3-4)
Estos siete años de espera fueron un período de examen de conciencia y de disciplina del alma. Este tipo de crisis en los asuntos de un universo demuestran la enorme influencia de la mente como factor en la elección espiritual. La educación, la formación y la experiencia son factores que intervienen en la mayoría de las decisiones vitales de todas las criaturas morales evolutivas. Pero al espíritu interior le es totalmente posible ponerse en contacto directo con los poderes que determinan las decisiones de la personalidad humana, y facultar así a la voluntad plenamente consagrada de la criatura para que lleve a cabo unos actos asombrosos de devoción leal a la voluntad y al camino del Padre que está en el Paraíso. Y esto es precisamente lo que sucedió en la experiencia de Amadón, el asociado humano modificado de Van. (LU 67:3.7)
[Tenga en cuenta que ahora estamos en el período de poco menos de siete años entre los eclipses que atraviesan los Estados Unidos y marcan el 4000 aniversario de la aparición de Maquiventa en Urantia. Solo digo… ]
Unos cien años antes de los tiempos de Jesús y de Juan, una nueva escuela de educadores religiosos había surgido en Palestina, la de los apocalípticos. Estos nuevos instructores desarrollaron un sistema de creencias que explicaba los sufrimientos y la humillación de los judíos sobre la base de que estaban pagando las consecuencias de los pecados de la nación. Recurrían a las razones bien conocidas destinadas a explicar la cautividad en Babilonia y en otros lugares en tiempos pasados. Pero, según enseñaban los apocalípticos, Israel debía recobrar el ánimo; los días de su aflicción casi habían terminado; el castigo disciplinario del pueblo elegido de Dios estaba llegando a su fin; la paciencia de Dios con los extranjeros gentiles se estaba agotando. El final del poder de Roma era sinónimo del final de la era y, en cierto sentido, del fin del mundo. Estos nuevos educadores se apoyaban ampliamente en las predicciones de Daniel, y en consecuencia enseñaban que la creación estaba a punto de entrar en su etapa final; los reinos de este mundo estaban a punto de convertirse en el reino de Dios. Para la mente de los judíos de aquella época, éste era el significado de la expresión «el reino de los cielos» que figura en todas las enseñanzas de Juan y de Jesús. Para los judíos de Palestina, la frase «el reino de los cielos» sólo tenía un significado: un estado absolutamente justo en el que Dios (el Mesías) gobernaría las naciones de la Tierra con la misma perfección de poder con que gobernaba en el cielo —«Hágase tu voluntad en la Tierra como en el cielo». (LU 135:5.2)
ESTE martes por la tarde, cuando Jesús y los apóstoles salían del templo para ir al campamento de Getsemaní, Mateo llamó la atención sobre la estructura del templo, y dijo: «Maestro, observa el aspecto de estos edificios. Mira las piedras macizas y los hermosos adornos; ¿es posible que estos edificios vayan a ser destruidos?» Mientras continuaban hacia el Olivete, Jesús dijo: «Estáis viendo estas piedras y este templo macizo; en verdad, en verdad os digo que en los días que pronto llegarán, no quedará piedra sobre piedra. Todas serán derribadas». Estas observaciones que describían la destrucción del templo sagrado despertaron la curiosidad de los apóstoles mientras caminaban detrás del Maestro; no podían concebir ningún acontecimiento, como no fuera el fin del mundo, que pudiera ocasionar la destrucción del templo. (LU 176:0.1)
Incluso después de esta advertencia explícita, muchos seguidores de Jesús interpretaron estas predicciones como alusivas a los cambios que ocurrirían evidentemente en Jerusalén, cuando a la reaparición del Mesías le siguiera el establecimiento de la Nueva Jerusalén y la ampliación de la ciudad para que se convirtiera en la capital del mundo. En su mente, estos judíos estaban decididos a relacionar la destrucción del templo con el «fin del mundo». Creían que esta Nueva Jerusalén ocuparía toda Palestina; que después del fin del mundo vendría la aparición inmediata de los «nuevos cielos y de la nueva tierra». Por eso no es de extrañar que Pedro dijera: «Maestro, sabemos que todas las cosas se desvanecerán cuando aparezcan los nuevos cielos y la nueva tierra, pero, ¿cómo sabremos cuándo regresarás para efectuar todo esto?» (LU 176:1.6)
Mientras estos trece hombres reanudaban su camino hacia el campamento, permanecían callados y bajo los efectos de una gran tensión emocional. Judas había ratificado finalmente su decisión de abandonar a sus compañeros. Ya era tarde cuando David Zebedeo, Juan Marcos y cierto número de discípulos principales recibieron a Jesús y a los doce en el nuevo campamento, pero los apóstoles no querían dormir; querían saber más cosas sobre la destrucción de Jerusalén, la partida del Maestro y el fin del mundo. (LU 176:2.9)
««Tomás, tú tampoco logras comprender lo que he estado diciendo. ¿No te he enseñado todo este tiempo que tu relación con el reino es espiritual e individual, que es totalmente un asunto de experiencia personal en el espíritu mediante la comprensión, por la fe, de que eres un hijo de Dios? ¿Qué puedo decir más? La caída de las naciones, el desplome de los imperios, la destrucción de los judíos incrédulos, el final de una era e incluso el fin del mundo, ¿qué tienen que ver estas cosas con alguien que cree en este evangelio, y que ha refugiado su vida en la seguridad del reino eterno? Vosotros que conocéis a Dios y que creéis en el evangelio, ya habéis recibido las seguridades de la vida eterna. Puesto que vuestra vida ha sido vivida en el espíritu y para el Padre, nada os puede preocupar seriamente. Los constructores del reino, los ciudadanos acreditados de los mundos celestiales, no deben inquietarse por los trastornos temporales o perturbarse por los cataclismos terrestres. A vosotros que creéis en este evangelio del reino, ¿qué os importa que se derrumben las naciones, que se termine la era o que estallen todas las cosas visibles, puesto que sabéis que vuestra vida es el don del Hijo, y que está eternamente segura en el Padre? Como habéis vivido la vida temporal por la fe, y habéis producido los frutos del espíritu con la rectitud del servicio amoroso hacia vuestros semejantes, podéis contemplar con confianza el siguiente paso de la carrera eterna, con la misma fe en la supervivencia que os ha hecho atravesar vuestra primera aventura terrenal de filiación con Dios».» (LU 176:3.2)
Jesús declaró en numerosas ocasiones y a muchas personas su intención de regresar a este mundo. A medida que sus seguidores despertaban al hecho de que su Maestro no iba a ejercer su actividad como libertador temporal, y a medida que escuchaban sus predicciones sobre la destrucción de Jerusalén y la ruina de la nación judía, empezaron a asociar de la manera más natural su regreso prometido con estos acontecimientos catastróficos. Pero cuando los ejércitos romanos arrasaron los muros de Jerusalén, destruyeron el templo y dispersaron a los judíos de Judea, y el Maestro seguía sin revelarse con poder y gloria, sus seguidores empezaron a formular la creencia que acabó por asociar la segunda venida de Cristo con el final de la era, e incluso con el fin del mundo. (LU 176:4.2)
A lo largo de todas las vicisitudes de la vida, recordad siempre que debéis amaros los unos a los otros. No luchéis contra los hombres, ni siquiera contra los incrédulos. Mostrad misericordia incluso a los que abusan de vosotros maliciosamente. Mostrad que sois unos ciudadanos leales, unos artesanos honrados, unos vecinos dignos de elogio, unos parientes dedicados, unos padres comprensivos y unos creyentes sinceros en la fraternidad del reino del Padre. Y mi espíritu estará con vosotros, ahora e incluso hasta el fin del mundo. (LU 178:1.17)
««Pero, ¿cuál es el significado de esta enseñanza relacionada con la venida de los Hijos de Dios? ¿No os dais cuenta de que cuando cada uno de vosotros sea llamado a abandonar la lucha de la vida y a traspasar la puerta de la muerte estará en la presencia inmediata del juicio, frente a frente con los hechos de una nueva dispensación de servicio en el plan eterno del Padre infinito? Aquello a lo que el mundo entero debe de hecho enfrentarse literalmente al final de una era, cada uno de vosotros, como individuo, tiene que enfrentarse con toda seguridad, como experiencia personal, cuando llegue al final de su vida física, y con ello pase a enfrentarse a las condiciones y a las exigencias inherentes a la revelación siguiente de la evolución eterna del reino del Padre».» (LU 176:2.7)
Juan escribió acerca de la terminación de la misión final de los Hijos Instructores (al menos ésta sería la cronología en un mundo normal): «Y vi un nuevo cielo y una nueva Tierra, y la nueva Jerusalén que bajaba de Dios saliendo del cielo, preparada como una princesa adornada para su príncipe».
Ésta es la misma Tierra renovada, el avanzado estado planetario, que el antiguo vidente imaginó cuando escribió: «‘Porque igual que los nuevos cielos y la nueva Tierra que yo crearé perdurarán ante mí, así sobreviviréis vosotros y vuestros hijos; y sucederá que, desde una Luna nueva hasta la otra y desde un sábado hasta el otro, todo el género humano vendrá a postrarse en adoración ante mí’, dice el Señor». (LU 52:7.11-12)
Todos los mundos de Satania pueden unirse a la esperanza de aquél que escribió: «Sin embargo, de acuerdo con Su promesa, nosotros esperamos un nuevo cielo y una nueva Tierra, donde reside la rectitud. Por lo cual, bienamados, en vista de que esperáis estas cosas, sed diligentes para que Él pueda encontraros en paz, sin mancha e irreprochables». (LU 52:7.15)
Aunque había grandes diferencias de opinión entre los judíos sobre la naturaleza del reino venidero, todos compartían la creencia de que el acontecimiento era inminente, de que estaba próximo, e incluso a punto de suceder. Muchos de los que leían el Antiguo Testamento de manera literal esperaban con expectación a un nuevo rey en Palestina, a una nación judía regenerada, liberada de sus enemigos y gobernada por el sucesor del rey David, el Mesías, que sería rápidamente reconocido como el soberano justo y legítimo del mundo entero. Otro grupo de judíos piadosos, más pequeño, tenía una visión muy distinta de este reino de Dios. Enseñaban que el reino venidero no era de este mundo, que el mundo se acercaba a su fin evidente, y que «un nuevo cielo y una nueva Tierra» anunciarían el establecimiento del reino de Dios; que este reino sería un dominio perpetuo, que se pondría fin al pecado y que los ciudadanos del nuevo reino se volverían inmortales disfrutando de esta felicidad sin fin. (LU 135:5.4)
Gracias al control supervisor de su Ajustador Personalizado y asociado, Miguel podía limitar perfectamente sus actividades terrestres personales en lo relacionado con el espacio, pero no le era posible al Hijo del Hombre limitar así su nuevo estado terrestre como Soberano potencial de Nebadon en lo referente al tiempo. Este era el estado real de Jesús de Nazaret cuando salió para comenzar su ministerio público en Urantia. (LU 136:5.6)
Incluso después de esta advertencia explícita, muchos seguidores de Jesús interpretaron estas predicciones como alusivas a los cambios que ocurrirían evidentemente en Jerusalén, cuando a la reaparición del Mesías le siguiera el establecimiento de la Nueva Jerusalén y la ampliación de la ciudad para que se convirtiera en la capital del mundo. En su mente, estos judíos estaban decididos a relacionar la destrucción del templo con el «fin del mundo». Creían que esta Nueva Jerusalén ocuparía toda Palestina; que después del fin del mundo vendría la aparición inmediata de los «nuevos cielos y de la nueva tierra». Por eso no es de extrañar que Pedro dijera: «Maestro, sabemos que todas las cosas se desvanecerán cuando aparezcan los nuevos cielos y la nueva tierra, pero, ¿cómo sabremos cuándo regresarás para efectuar todo esto?» (LU 176:1.6)
Aunque existe esta técnica de desmaterialización para preparar a los Adanes a fin de ser transportados desde Jerusem hasta los mundos evolutivos, no existe un método equivalente para sacarlos de dichos mundos a menos que se vacíe todo el planeta, en cuyo caso se instala de urgencia la técnica de la desmaterialización para toda la población salvable. Si una catástrofe física pusiera en peligro la residencia planetaria de una raza en evolución, los Melquisedeks y los Portadores de Vida instalarían la técnica de la desmaterialización para todos los supervivientes, y estos seres serían llevados por transporte seráfico hasta el nuevo mundo preparado para continuar su existencia. Una vez que la evolución de una raza humana ha empezado en un mundo del espacio, debe continuar independientemente por completo de la supervivencia física de ese planeta, pero durante las épocas evolutivas, no está planeado de otra manera que un Adán o una Eva Planetarios dejen el mundo que han elegido. (LU 51:2.3)
En relación con la descripción del sermón de Jesús, es preciso señalar que en todas las escrituras hebreas figuraba un doble concepto del reino de los cielos. Los profetas habían presentado el reino de Dios como:
Una realidad presente; y como
Una esperanza futura —cuando el reino llegara a realizarse en su plenitud en el momento de la aparición del Mesías. Este concepto del reino fue el que enseñó Juan el Bautista.
Desde el principio, Jesús y los apóstoles enseñaron estos dos conceptos. Y habría que tener presentes en la memoria otras dos ideas del reino:
El concepto judío posterior de un reino mundial y trascendental, de origen sobrenatural e inauguración milagrosa.
Las enseñanzas persas que describían el establecimiento de un reino divino al fin del mundo, como consecución del triunfo del bien sobre el mal.
Poco antes de la venida de Jesús a la Tierra, los judíos combinaban y confundían todas estas ideas del reino en su concepto apocalíptico de la llegada del Mesías para establecer la era del triunfo judío, la era eterna del gobierno supremo de Dios en la Tierra, el nuevo mundo, la era en que toda la humanidad adoraría a Yahvé. Al escoger utilizar este concepto del reino de los cielos, Jesús decidió apropiarse de la herencia más fundamental y culminante de las dos religiones, la judía y la persa. (LU 170:1.1-7)
Juan el Bautista y Jesús
Isabel mantenía informado a Juan de los asuntos de Palestina y del mundo. Él estaba cada vez más profundamente convencido de que se acercaba rápidamente el momento en que el antiguo orden de cosas iba a terminar, de que él se convertiría en el precursor de la llegada de una nueva era, «el reino de los cielos». Este rudo pastor tenía una gran predilección por los escritos del profeta Daniel. Había leído mil veces la descripción que Daniel hacía de la gran estatua; Zacarías le había dicho que ésta representaba la historia de los grandes reinos del mundo, empezando por Babilonia, luego Persia, Grecia y finalmente Roma. Juan se daba cuenta de que Roma ya estaba compuesta por unos pueblos y razas tan políglotas, que nunca podría convertirse en un imperio con unos cimientos sólidos y firmemente consolidados. Creía que Roma ya estaba entonces dividida en Siria, Egipto, Palestina y otras provincias. Luego continuó leyendo que «en los días de estos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será destruido. Y este reino no será entregado a otros pueblos, sino que romperá en pedazos y destruirá a todos esos reinos, y subsistirá para siempre». «Y le entregaron un dominio, gloria y un reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio perpetuo que nunca perecerá, y su reino nunca será destruido». «Y el reino, el dominio y la grandeza del reino que están por debajo de todos los cielos, serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán». (LU 135:3.2)
Finalmente elaboró un método para proclamar la nueva era, el reino de Dios. Decidió que se iba a convertir en el precursor del Mesías. Barrió todas las dudas y partió de En-Gedi, un día de marzo del año 25, para empezar su corta pero brillante carrera como predicador público. (LU 135:4.6)
Los judíos poseían diversas ideas sobre el libertador esperado, y cada una de estas diferentes escuelas de enseñanza mesiánica podía citar pasajes de las escrituras hebreas como prueba de sus argumentos. De manera general, los judíos consideraban que su historia nacional empezaba con Abraham y culminaría con el Mesías y la nueva era del reino de Dios. En los siglos anteriores habían concebido a este libertador como «el siervo del Señor», luego como «el Hijo del Hombre», mientras que más recientemente algunos incluso habían llegado a referirse al Mesías como el «Hijo de Dios». Pero, sin importar que le llamaran «la semilla de Abraham» o «el hijo de David», todos estaban de acuerdo en que tenía que ser el Mesías, el «ungido». Así pues, el concepto evolucionó desde «siervo del Señor» a «hijo de David», y de «Hijo del Hombre» a «Hijo de Dios». (LU 136:1.1)
Próxima Visita
Aunque Pedro, Santiago y Juan no pudieron comprender gran cosa de lo que Jesús dijo en esta ocasión, sus palabras bondadosas se grabaron en sus corazones, y después de la crucifixión y la resurrección, surgieron abundantemente para enriquecer y alegrar su ministerio posterior. No es de extrañar que estos apóstoles no comprendieran plenamente las palabras del Maestro, porque estaba delineando ante ellos el plan de una nueva era. (LU 141:7.15)
Los apóstoles eran incapaces de captar el significado real de las declaraciones del Maestro acerca del reino. La deformación posterior de las enseñanzas de Jesús, tal como están registradas en el Nuevo Testamento, se debe a que el concepto de los escritores evangélicos estaba influido por la creencia de que Jesús sólo se había ausentado del mundo por un corto período de tiempo; que pronto regresaría para establecer el reino con poder y gloria —exactamente la idea que habían mantenido mientras estaba con ellos en la carne. Pero Jesús no había asociado el establecimiento del reino con la idea de su regreso a este mundo. Que los siglos hayan pasado sin ningún signo de la aparición de la «Nueva Era», no está de ninguna manera en desacuerdo con la enseñanza de Jesús. (LU 170:2.10)
Puesto que están asignados a los Hijos y a los Espíritus elevados, estos serafines se encuentran asociados por naturaleza con los extensos servicios de los Avonales del Paraíso, los descendientes divinos del Hijo Eterno y del Espíritu Infinito. En todas sus misiones magistrales y donadoras, los Avonales del Paraíso siempre están asistidos por esta orden de serafines elevada y experimentada, que en tales ocasiones se dedican a organizar y a administrar el trabajo especial relacionado con la finalización de una dispensación planetaria y con la inauguración de una nueva era. Pero no se ocupan de la tarea de juzgar, que puede o no formar parte de estos cambios de dispensación. (LU 39:1.3)
Ampliando la enseñanza del Libro de Urantia sobre el «Hijo del Hombre»:
En el transcurso de este año, Jesús encontró en el llamado Libro de Enoc un pasaje que le incitó más tarde a adoptar la expresión «Hijo del Hombre» para designarse durante su misión donadora en Urantia. Había estudiado cuidadosamente la idea del Mesías judío y estaba firmemente convencido de que él no estaba destinado a ser ese Mesías. Deseaba intensamente ayudar al pueblo de su padre, pero nunca pensó en ponerse al frente de los ejércitos judíos para liberar Palestina de la dominación extranjera. Sabía que nunca se sentaría en el trono de David en Jerusalén. Tampoco creía que su misión como liberador espiritual o educador moral se limitaría exclusivamente al pueblo judío. Así pues, la misión de su vida no podía ser de ninguna manera el cumplimiento de los deseos intensos y de las supuestas profecías mesiánicas de las escrituras hebreas, al menos no de la manera en que los judíos comprendían estas predicciones de los profetas. Asimismo, estaba seguro de que nunca aparecería como el Hijo del Hombre descrito por el profeta Daniel. (LU 126:3.6)
Mientras le daba vueltas a estos problemas en su cabeza, encontró en la biblioteca de la sinagoga de Nazaret, entre los libros apocalípticos que había estado estudiando, el manuscrito llamado «El Libro de Enoc». Aunque estaba seguro de que no había sido escrito por el Enoc de los tiempos pasados, le resultó muy interesante, y lo leyó y releyó muchas veces. Había un pasaje que le impresionó particularmente, aquel en el que aparecía la expresión «Hijo del Hombre». El autor del pretendido Libro de Enoc continuaba hablando de este Hijo del Hombre, describiendo la obra que debería hacer en la Tierra y explicando que este Hijo del Hombre, antes de descender a esta Tierra para aportar la salvación a la humanidad, había cruzado los atrios de la gloria celestial con su Padre, el Padre de todos; y había renunciado a toda esta grandeza y a toda esta gloria para descender a la Tierra y proclamar la salvación a los mortales necesitados. A medida que Jesús leía estos pasajes (sabiendo muy bien que gran parte del misticismo oriental incorporado en estas enseñanzas era falso), sentía en su corazón y reconocía en su mente que, de todas las predicciones mesiánicas de las escrituras hebreas y de todas las teorías sobre el libertador judío, ninguna estaba tan cerca de la verdad como esta historia incluida en el Libro de Enoc, el cual sólo estaba parcialmente acreditado; allí mismo y en ese momento decidió adoptar como título inaugural «el Hijo del Hombre». Y esto fue lo que hizo cuando empezó posteriormente su obra pública. Jesús tenía una habilidad infalible para reconocer la verdad, y nunca dudaba en abrazarla, sin importarle la fuente de la que parecía emanar. (LU 126:3.8)
EL LIBRO DE ENOC. CAPÍTULO 71.
1 Y aconteció después de esto que mi espíritu fue trasladado y ascendió a los cielos, y vi a los santos hijos de Dios, que caminaban sobre llamas de fuego; sus vestiduras eran blancas y sus rostros resplandecían como la nieve.
2 Y vi dos corrientes de fuego, Y la luz de ese fuego brillaba como un jacinto, Y caí sobre mi rostro ante el Señor de los Espíritus.
3 Y el ángel Miguel [uno de los arcángeles] me tomó de la mano derecha, y me levantó y me llevó a todos los secretos, y me mostró todos los secretos de la justicia.
4 Y me mostró todos los secretos de los confines del cielo, Y todas las cámaras de todas las estrellas, y todas las luminarias, De donde proceden ante el rostro de los santos.
5 Y trasladó mi espíritu al cielo de los cielos, Y vi allí como si fuera una estructura construida de cristales, Y entre esos cristales lenguas de fuego vivo.
(Apocalipsis 21:10-11), (Hechos 2:3)
6 Y mi espíritu vio el cinto que ceñía aquella casa de fuego, Y en sus cuatro lados había ríos llenos de fuego vivo, Y ceñían aquella casa.
7 Y alrededor estaban Serafines, Querubines y Ofaninos: Y éstos son los que no duermen Y guardan el trono de su gloria.
(2 Reyes 19:15), (Salmo 80:1), (Salmo 99:1), (Isaías 37:16)
8 Y vi ángeles que no se podían contar, millares de millares, y millones de millones, alrededor de aquella casa. Y a Miguel, a Rafael, a Gabriel, a Fanuel, y a los santos ángeles que están sobre los cielos, que entran y salen de aquella casa.
(Apocalipsis 5:11)
9 Y salieron de aquella casa, Y Miguel y Gabriel, Rafael y Fanuel, Y muchos santos ángeles sin número.
10 Y con ellos la Cabeza de los Días, Su cabeza blanca y pura como la lana, Y su vestidura indescriptible.
(Isaías 6:1-5), (Daniel 7:9, 13)
11 Y caí sobre mi rostro, y todo mi cuerpo se relajó, y mi espíritu se transfiguró; y clamé a gran voz, . . . con el espíritu de poder, y bendije y glorifiqué y ensalcé.
12 Y estas bendiciones que salieron de mi boca fueron muy agradables ante esa Cabeza de Días.
13 Y ese Jefe de los Días vino con Miguel y Gabriel, Rafael y Fanuel, millares y decenas de millares de ángeles sin número.
14 Y él (es decir, el ángel) vino a mí y me saludó con su voz, y me dijo: «Este es el Hijo del Hombre que ha nacido para la justicia, y la justicia permanece sobre él, y la justicia del Señor de los Días no lo abandona».
(Daniel 7:13), (Jeremías 33:15), (El Libro de Enoc 62:1-2)
15 Y me dijo: Él te proclama la paz en el nombre del mundo venidero; Porque de aquí ha procedido la paz desde la creación del mundo, Y así será para ti por los siglos de los siglos.
16 Y todos andarán en sus caminos, porque la justicia nunca le abandona; Con él estarán sus moradas, y con él su herencia, y no se separarán de él eternamente y para siempre.
(Salmo 85:11-13)
17 Y habrá larga duración para ese Hijo del Hombre, y los justos tendrán paz y un camino recto en el nombre del Señor de los espíritus por los siglos de los siglos.’
(Juan 14:6), (Isaías 35:8), (Hebreos 10:19-20), (Jeremías 50:4-6), (Isaías 26:3-4, 12), (Isaías 57:2), (Juan 14:27), (Juan 16:33), (Filipenses 4:7)
Daniel 7 (RVR1960):
13 Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
14 Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.
15 Yo Daniel estaba angustiado en mi espíritu en medio de mi cuerpo, y las visiones de mi cabeza me asombraron.
16 Me acerqué a uno de los que estaban allí presentes y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y él me lo explicó y me dio a conocer la interpretación de las cosas.
17 Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán de la tierra.
18 Pero los santos del Altísimo recibirán el reino, y poseerán el reino eternamente, y por los siglos de los siglos.
19 Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies;
20 Y de los diez cuernos que había en su cabeza, y del otro que salió, y delante del cual cayeron tres; de este cuerno que tenía ojos y boca que hablaba grandes cosas, y cuyo aspecto era más gordo que el de sus compañeros.
21 Y miré, y vi que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía;
22 hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y vino el tiempo, y los santos recibieron el reino.
23 Dijo, pues: La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los reinos, y a toda la tierra devorará, trillará y despedazará.
24 Y los diez cuernos de aquel reino son diez reyes que se levantarán; y después de ellos se levantará otro, el cual será diferente del primero, y derribará a tres reyes.
25 Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo.
26 Pero el juez se sentará, y le quitarán su dominio, para destruirlo y destruirlo hasta el fin.
27 Y el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán.
28 Hasta aquí ha llegado el fin del asunto. En cuanto a mí, Daniel, mis pensamientos me turbaron mucho, y mi semblante se demudó; pero guardé el asunto en mi corazón.
Y finalmente, algunos pasajes más sobre Daniel de El libro de Urantia:
El egotismo nacional, la falsa confianza en un Mesías prometido y mal comprendido, así como la esclavitud y la tiranía crecientes de los sacerdotes, silenciaron para siempre las voces de los dirigentes espirituales (exceptuando a Daniel, Ezequiel, Ageo y Malaquías); y desde aquel tiempo hasta la época de Juan el Bautista, todo Israel experimentó un retroceso espiritual cada vez mayor. Pero los judíos no perdieron nunca el concepto del Padre Universal; han continuado manteniendo este concepto de la Deidad incluso hasta el siglo veinte después de Cristo. (LU 97:10.3)
A lo largo de los siglos ha habido una gran confusión en Urantia acerca de los diversos gobernantes del universo. Muchos educadores más tardíos confundieron sus vagas e indefinidas deidades tribales con los Padres Altísimos. Más tarde aún, los hebreos fusionaron todos estos gobernantes celestiales en una Deidad compuesta. Un educador comprendió que los Altísimos no eran los Gobernantes Supremos, pues dijo: «Aquél que habita en el lugar secreto del Altísimo vivirá a la sombra del Todopoderoso». En las crónicas de Urantia, a veces es muy difícil saber a quien se refieren exactamente con el término «Altísimo». Pero Daniel comprendió plenamente estas cuestiones, pues dijo: «El Altísimo gobierna en el reino de los hombres y se lo da a quien quiere». (LU 43:3.4)
Isabel mantenía informado a Juan de los asuntos de Palestina y del mundo. Él estaba cada vez más profundamente convencido de que se acercaba rápidamente el momento en que el antiguo orden de cosas iba a terminar, de que él se convertiría en el precursor de la llegada de una nueva era, «el reino de los cielos». Este rudo pastor tenía una gran predilección por los escritos del profeta Daniel. Había leído mil veces la descripción que Daniel hacía de la gran estatua; Zacarías le había dicho que ésta representaba la historia de los grandes reinos del mundo, empezando por Babilonia, luego Persia, Grecia y finalmente Roma. Juan se daba cuenta de que Roma ya estaba compuesta por unos pueblos y razas tan políglotas, que nunca podría convertirse en un imperio con unos cimientos sólidos y firmemente consolidados. Creía que Roma ya estaba entonces dividida en Siria, Egipto, Palestina y otras provincias. Luego continuó leyendo que «en los días de estos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será destruido. Y este reino no será entregado a otros pueblos, sino que romperá en pedazos y destruirá a todos esos reinos, y subsistirá para siempre». «Y le entregaron un dominio, gloria y un reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio perpetuo que nunca perecerá, y su reino nunca será destruido». «Y el reino, el dominio y la grandeza del reino que están por debajo de todos los cielos, serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán». (LU 135:3.2)
A los escribas y rabinos, en conjunto, se les llamaba fariseos. Ellos se denominaban a sí mismos los «asociados». Eran, en muchos aspectos, el grupo progresista entre todos los judíos, pues habían adoptado muchas enseñanzas que no figuraban claramente en las escrituras hebreas, como la creencia en la resurrección de los muertos, una doctrina que sólo había sido mencionada por Daniel, un profeta reciente. (LU 137:7.6)