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Aunque El Libro de Urantia no ofrece ninguna interpretación oficial de sus enseñanzas, su grupo de estudio puede beneficiarse del uso del siguiente texto seleccionado y preguntas para fomentar un enfoque profundo de su experiencia de lectura y estudio. Estas preguntas, entonces, están diseñadas para estimular el pensamiento en referencia a una sección destacada de El libro de Urantia .
La sección seleccionada de este número proviene del Documento 130, Sección 6: El joven que tenía miedo
Preguntas a considerar
Mientras estaban en las montañas, Jesús tuvo una larga conversación con un joven que estaba temeroso y abatido. No pudiendo encontrar ánimo y consuelo en la relación con sus semejantes, este joven había buscado la soledad de las colinas; había crecido con un sentimiento de desamparo e inferioridad. Estas tendencias naturales se habían visto acrecentadas por las numerosas circunstancias difíciles que el muchacho había sufrido a medida que crecía, principalmente la pérdida de su padre cuando tenía doce años. Al encontrarse con él, Jesús le dijo: «¡Saludos, amigo mío!, ¿por qué estás tan triste en un día tan hermoso?. Si ha sucedido algo que te aflija, quizás pueda ayudarte de alguna manera. En todo caso, es para mi un placer ofrecerte mis servicios».
El joven estaba poco dispuesto a hablar, por lo que Jesús intentó otra manera de acercarse a su alma, diciendo: «Comprendo que subas a estos montes para huir de la gente; por eso es natural que no quieras conversar conmigo, pero me gustaría saber si te son familiares estas colinas. ¿Conoces la dirección de estos senderos?. ¿Y podrías quizás indicarme cuál es el mejor camino para ir a Fénix?». El joven conocía muy bien aquellas montañas, y se interesó tanto en mostrar a Jesús el camino de Fénix, que dibujó en la tierra todos los senderos, explicándolos con todo detalle. Pero se quedó sorprendido y lleno de curiosidad cuando Jesús, después de decirle adiós y de hacer como el que se iba, se volvió repentinamente hacia él diciendo: «Sé muy bien que deseas quedarte a solas con tu desconsuelo; pero no sería ni amable ni justo por mi parte recibir de ti una ayuda tan generosa para encontrar el mejor camino de llegar a Fénix, y luego alejarme despreocupadamente sin hacer el menor esfuerzo por responder a tu petición de ayuda y orientación para encontrar el mejor camino hacia el destino que buscas en tu corazón mientras permaneces aquí en la ladera de la montaña. Al igual que tú conoces muy bien los senderos que conducen a Fénix, por haberlos recorrido muchas veces, yo conozco bien el camino de la ciudad de tus esperanzas frustradas y de tus ambiciones contrariadas. Y puesto que me has pedido ayuda, no te decepcionaré». El joven se quedó prácticamente atónito, y apenas logró balbucear: «Pero… si no te he pedido nada». Entonces Jesús, poniéndole suavemente la mano en el hombro, le dijo: «No, hijo, no con palabras, pero apelaste a mi corazón con tu mirada anhelante. Hijo mío, para el que ama a sus semejantes hay una elocuente petición de ayuda en tu actitud de desaliento y desesperación. Siéntate a mi lado mientras te hablo de los senderos del servicio y de los caminos de la felicidad, que conducen desde las penas del yo a las alegrías de las actividades afectuosas en la fraternidad de los hombres y en el servicio del Dios del cielo».
En aquel momento el joven sentía muchos deseos de hablar con Jesús, y se arrodilló a sus pies suplicándole que lo ayudara, que le mostrara el camino para escapar de su mundo de penas y fracasos personales. Jesús le dijo: «Amigo mío, ¡levántate!. ¡Ponte de pie como un hombre!. Puedes estar rodeado de enemigos mezquinos y muchos obstáculos pueden retrasar tu marcha, pero las cosas importantes y reales de este mundo y del universo están de tu parte. El Sol sale todas las mañanas para saludarte exactamente igual que lo hace para el hombre más poderoso y próspero de la Tierra. Mira —tienes un cuerpo fuerte y músculos poderosos— tus facultades físicas son superiores a la media. Por supuesto, todo eso no sirve prácticamente para nada mientras te quedes aquí sentado en la ladera de la montaña lamentándote de tus desgracias, reales o imaginarias. Pero podrías hacer grandes cosas con tu cuerpo si quisieras apresurarte hacia los lugares donde hay grandes cosas por hacerse. Tratas de huir de tu yo infeliz, pero eso no es posible. Tú y los problemas de tu vida son reales; no puedes huir de ellos mientras estés vivo. Pero mira además, tu mente es clara y capaz. Tu cuerpo robusto tiene una mente inteligente que lo dirige. Pon tu mente a trabajar para resolver sus problemas; enseña a tu intelecto a trabajar para ti. No te dejes dominar por el miedo como un animal sin discernimiento. Tu mente debería ser tu valiente aliada en la resolución de los problemas de tu vida, en lugar de ser tú, como lo has sido, su abyecto esclavo atemorizado y el siervo de la depresión y de la derrota. Pero lo más valioso de todo, tu verdadero potencial de realización, es el espíritu que vive dentro de ti; él estimulará e inspirará tu mente para que se controle a sí misma y active a tu cuerpo si deseas liberarlo de las cadenas del miedo; así permitirás que tu naturaleza espiritual comience a liberarte de los males de la indolencia, gracias a la presencia y al poder de la fe viviente. Verás entonces cómo esta fe vencerá tu miedo a los hombres mediante la presencia irresistible de ese nuevo y predominante amor por tus semejantes que pronto llenará tu alma hasta rebosar, porque en tu corazón habrá nacido la conciencia de que eres un hijo de Dios».
«En este día, hijo mío, has de nacer de nuevo, restablecido como un hombre de fe, de valor y de servicio consagrado a los hombres por amor a Dios. Cuando te hayas reajustado así a la vida, dentro de ti mismo, también te habrás reajustado con el universo; habrás nacido de nuevo —nacido del espíritu— y en adelante toda tu vida será una consecución victoriosa. Los problemas te fortificarán, las decepciones te espolearán, las dificultades serán un desafío y los obstáculos, un estímulo. ¡Levántate, joven!. Di adiós a la vida de temores serviles y de huidas cobardes. Regresa rápidamente a tu deber y vive tu vida en la carne como un hijo de Dios, como un mortal dedicado al servicio ennoblecedor del hombre en la Tierra, y destinado al magnífico y perpetuo servicio de Dios en la eternidad».
Este joven, llamado Fortunato, se convirtió más tarde en el jefe de los cristianos de Creta y en el íntimo asociado de Tito en sus esfuerzos por elevar a los creyentes cretenses.
Los viajeros estaban realmente descansados y dispuestos cuando un buen día, a mediodía, se prepararon para zarpar hacia Cartago, en el norte de África, deteniéndose dos días en Cirene. Es aquí donde Jesús y Ganid prestaron sus primeros auxilios a un muchacho llamado Rufo, que había resultado herido al desplomarse una carreta de bueyes cargada. Lo llevaron a la casa de su madre, y en cuanto a su padre, Simón, jamás podía imaginar que el hombre cuya cruz llevaría más tarde, por orden de un soldado romano, era el mismo extranjero que en otro tiempo había socorrido a su hijo. [LU 130:6.1-6]
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