© 2000 Jacques Dupont
© 200 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
Si estamos todos reunidos aquí, es impulsado por el interés que cada uno de nosotros tiene en el Libro de Urantia.
El Libro de URANTIA es el comienzo de la quinta Revelación. Es una actualización de la Cuarta Revelación, trayendo a nuestra mente y a nuestra alma, una multitud de conocimientos nuevos, inesperados e insospechados:
Es así como El Libro Urantia es de interés en ambos niveles, mental y espiritual, pero su objetivo es nuestra educación espiritual.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}.
«Que la paz sea con vosotros. Os alegráis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos porque sabéis así que vosotros y vuestros hermanos sobreviviréis también a la muerte física. Pero esta supervivencia depende de que hayáis nacido previamente del espíritu{28} que busca la verdad y encuentra a Dios. El pan y el agua de la vida{29} sólo se conceden a los que tienen hambre de la verdad y sed de rectitud —de Dios{30}. El hecho de que los muertos resuciten no es el evangelio del reino. Estas grandes verdades y estos hechos universales están todos relacionados con este evangelio, en el sentido de que son una parte del resultado de creer en la buena nueva, y están contenidos en la experiencia posterior de aquellos que, por la fe, se convierten de hecho y en verdad en los hijos perpetuos del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo{31} para proclamar a todos los hombres esta salvación de la filiación. Y yo os envío también en todas direcciones{32} para que prediquéis esta salvación de la filiación. La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu{33} en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera. Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos{34}; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu{35}. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño{36}, pero el Padre exige que crezcáis{37}, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo»{38}. (LU 193:2.2)
Estos frutos son las condiciones imperativas del amor puro, bajo un cielo azul sin nubes.
La meditación sobre la aplicación de cada uno de estos frutos en nuestras relaciones cotidianas con nuestros seres queridos abre la puerta a la felicidad de la vida.
Así como Jesús es uno con el Padre, así Jesús nos invita a ser uno con él, así para que seamos uno con nuestro prójimo, así es como nos amaremos unos a otros como Jesús nos amó y todavía nos ama.
Es cuando estamos en este estado de unidad que Jesús está entre nosotros.
Si tomamos conciencia de estos hechos y decidimos seguir a Jesús, seríamos para la quinta Revelación lo que, para la cuarta, fueron sus apóstoles y sus discípulos.
«Que la paz sea con vosotros{20}. He esperado toda una semana a fin de poder aparecer de nuevo cuando todos estuvierais presentes para escuchar una vez más el encargo de ir a predicar por todo el mundo{21} este evangelio del reino. Os lo digo de nuevo: Del mismo modo que el Padre me ha enviado al mundo, así os envío yo{22}. Al igual que yo he revelado al Padre, vosotros revelaréis el amor divino, no solamente con las palabras, sino en vuestra vida diaria. Os envío, no para que améis el alma de los hombres, sino más bien para que améis a los hombres. No debéis proclamar simplemente las alegrías del cielo, sino que debéis manifestar también en vuestra experiencia diaria estas realidades espirituales de la vida divina, puesto que gracias a la fe ya tenéis la vida eterna como un don de Dios. Cuando tengáis fe, cuando el poder de las alturas, el Espíritu de la Verdad, haya venido a vosotros{23}, no esconderéis vuestra luz aquí detrás de unas puertas cerradas; haréis conocer a toda la humanidad el amor y la misericordia de Dios. Ahora huís, por miedo, de los hechos de una experiencia desagradable, pero cuando hayáis sido bautizados con el Espíritu de la Verdad{24}, saldréis con valentía y alegría al encuentro de las nuevas experiencias que viviréis al proclamar la buena nueva de la vida eterna en el reino de Dios. Podéis permanecer aquí{25} y en Galilea durante un corto período mientras os recobráis del impacto de la transición entre la falsa seguridad de la autoridad del tradicionalismo y el nuevo orden de la autoridad de los hechos, de la verdad y de la fe en las realidades supremas de la experiencia viviente. Vuestra misión en el mundo está basada en el hecho de que he vivido entre vosotros una vida revelando a Dios, está basada en la verdad de que vosotros y todos los demás hombres sois los hijos de Dios; y esta misión consistirá en la vida que viviréis entre los hombres —en la experiencia real y viviente de amar y servir a los hombres como yo os he amado y servido. Que la fe revele vuestra luz al mundo; que la revelación de la verdad abra los ojos cegados por la tradición; que vuestro servicio amoroso destruya eficazmente los prejuicios engendrados por la ignorancia. Acercándoos así a vuestros semejantes con una simpatía comprensiva y con una dedicación desinteresada, los conduciréis al conocimiento salvador del amor del Padre. Los judíos han ensalzado la bondad; los griegos han exaltado la belleza; los hindúes predican la devoción; los lejanos ascetas enseñan la veneración; los romanos exigen la lealtad; pero yo exijo la vida de mis discípulos, incluso una vida de servicio amoroso para vuestros hermanos en la carne». (LU 191:5.3)
««Dejadme expresar enérgicamente esta verdad eterna: Si gracias a vuestra coordinación con la verdad, aprendéis a manifestar en vuestra vida esta hermosa integridad de la rectitud, entonces vuestros semejantes os buscarán para conseguir lo que habéis adquirido así. La cantidad de buscadores de la verdad que se sentirán atraídos hacia vosotros representa la medida de vuestra dotación de la verdad, de vuestra rectitud. La cantidad de mensaje que tenéis que llevar a la gente es, en cierto modo, la medida de vuestro fracaso en vivir la vida plena o recta, la vida coordinada con la verdad».» (LU 155:1.5)
Por lo tanto, nos corresponde a nosotros darnos cuenta de que nuestro trabajo es un trabajo personal de autoconocimiento y autocontrol, y con el ejemplo de nuestra vida, difundir el evangelio de la paternidad de Dios y de la hermandad de todos. hombres.
La elección es nuestra: el libre albedrío de nuestra personalidad se ve desafiado.
Apliquemos este dominio en nuestras reuniones; esforcémonos por dominar esa característica de nuestra naturaleza humana que todos poseemos en diversos grados, esa impaciencia impulsada por el orgullo que significa «lo que quiero decir es más importante que lo que dices». » — respetemos la personalidad de cada uno. Respetemos el punto de vista de todos, sin interrumpir a quien habla.
Finalmente, si nuestro encuentro se lleva a cabo en este nivel espiritual, Jesús estará entre nosotros. Seremos imbuidos de un estado de comunión con el Padre, con Jesús y entre nosotros, estado que podría manifestarse compartiendo la comida del recuerdo, generando en nosotros la emoción espiritual de un baño de amor divino.
El alto significado de esta conmemoración impide que sea un ritual porque requiere una cualidad de fraternidad entre los presentes.
Jacques Dupont