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Luz y Vida — Enero 2025 — Editorial | Luz y Vida — Enero 2025 | Cuestionario Urantiano: Julio J. Miranda |
«No paséis por alto el valor de vuestra herencia espiritual, el río de verdad que fluye a través de los siglos, incluso hasta la época estéril de una era materialista y laica. En todos vuestros esfuerzos meritorios por desembarazaros de los credos supersticiosos de las épocas pasadas, aseguraos de conservar firmemente la verdad eterna. ¡Pero tened paciencia! Cuando la sublevación actual contra la superstición haya terminado, las verdades del evangelio de Jesús sobrevivirán gloriosamente para iluminar un camino nuevo y mejor.» LU 195:9.1
Este párrafo siempre me ha resultado inspirador desde que lo leí por primera vez hace ya treinta años. Ha estado durante mucho tiempo delante de mí, en una nota pinchada en un panel de corcho, a modo de recordatorio. Y elegí este párrafo como cita introductoria de una novela que tengo escrita. Siempre creí que su autor era Mantutia, el director de la comisión reveladora, quizá porque está situada en un documento de El libro de Urantia en el que se narran cosas acerca del futuro, y estimé que sólo un Melquisedec podía tener una visión tan profunda sobre los tiempos que han de venir.
Sea como fuera, lo que más me atrae de este párrafo es que resulta sumamente esperanzador, y a la vez lanza una recomendación muy clara sobre cómo hay que considerar al cristianismo actual. Está todo ahí condensado en apenas unas líneas.
No hay ni que decirlo, cualquier lector convendrá en esto conmigo, que la Quinta Revelación no está tomando los tiempos que tomaron las otras cuatro revelaciones que marcaron una época. Todas ellas fueron el resultado de un personaje emblemático o de una pareja emblemática, seres todos que fueron tratados con admiración y devoción y que dejaron una profunda huella en sus seguidores. En apenas unos siglos, el mundo cambió bruscamente gracias a los efectos de estas revelaciones. Caligastia, Adán y Eva, Maquiventa y Miguel de Nebadon fueron la personificación de cada una de esas revelaciones. El éxito de sus visitas fue fulgurante. Hay que pensar que desde la muerte de Jesús hasta el establecimiento del cristianismo como religión oficial del Imperio romano solo pasaron tres siglos y medio.
Si volvemos la mirada a nuestro presente, casi un siglo desde que la Quinta Revelación empezó a gestarse, y tres cuartos desde que se hizo pública, nos invade cierta sensación de frustración. Todos nuestros esfuerzos por divulgar esta nueva proclama de la verdad espiritual parecen no estar dando esos frutos inmediatos que produjeron los divulgadores de revelaciones anteriores.
Por eso este párrafo me resulta tan edificante y tranquilizador. Quizá una de las cosas que pasamos por alto con frecuencia es que tendemos a pensar en nuestra época, el siglo XXI, como la mejor época de todos los tiempos. Bien es cierto que vivimos en la época de los inventos, las comunicaciones y los avances materiales. Pero en cuanto a pensamiento espiritual y vida religiosa, ya deja bien claro el párrafo que esta época nuestra no es ni de lejos la mejor. Si nos vamos al extremo opuesto de esta parte IV del libro, justo en su comienzo, nos dice el narrador: «[La época de Jesús fue un período] de reactivación del pensamiento espiritual y de la vida religiosa como no se había conocido en toda su historia anterior desde Adán, ni se ha repetido en ninguna época posterior.» LU 121:1.1
Por eso ese grito de «¡Tened paciencia!» tiene más sentido que nunca. La Quinta Revelación probablemente se nos ha entregado de forma anticipada en un momento de especial deterioro con la finalidad de ir aposentando los cimientos de una comunidad de creyentes que empiecen a creer por la veracidad del mensaje y no por la personalidad sublime del mensajero. Creyentes que hagan del evangelio, de ese núcleo cierto que aún subyace en el cristianismo, el centro de sus esfuerzos. Creyentes que no desprecien sin más lo antiguo por el hecho de haber recibido un soplo inmenso de aire fresco. Creyentes que sepan transportar por cauces seguros las buenas verdades que siempre han estado ahí, y las conduzcan al puerto firme de las épocas futuras, donde nuestros herederos, con plena confianza, triunfarán allí donde nosotros solo hicimos de barqueros.
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