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Nuevo año, el 2025, que viene con nuevos planes a la vista, propósitos, ilusiones de mejorar y crecer. ¿A que casi todos hemos pensado en estas fiestas sobre aspectos de nuestras vidas que nos gustaría dejar atrás con el año 2024? Y al mismo tiempo, ¿a que hay cosas que nos hemos planteado desarrollar en el año recién estrenado?
Este momento de cierre, de limpiar nuestras vidas de ciertas telarañas que hemos acumulado con el tiempo y la desgana, nos invita casi de forma inevitable a crear nuevos horizontes en nuestras vidas, pues no nos agrada dejar vacíos, huecos, espacios inconclusos en nuestras vidas. Algo se remueve por dentro nuestro con el término de un año y el tibio comienzo de uno nuevo. Una pregunta se nos muestra en nuestra cabeza: ¿qué nos deparará este 2025?
Quienes leemos y queremos poner en práctica El libro de Urantia sabemos que nada realmente malo nos va a suceder, que todo será para nuestro bien y crecimiento, guiados por una mano amorosa:
La paz mental de Jesús estaba fundada en una fe humana absoluta en el cuidado sabio y compasivo del Padre divino. Jesús tuvo dificultades en la tierra, ha sido incluso llamado impropiamente «varón de dolores», pero en todas esas experiencias tuvo el consuelo de una confianza que siempre le dio fuerzas para seguir adelante con el propósito de su vida en la plena seguridad de que estaba cumpliendo la voluntad del Padre. LU 181:1.8
Esta experiencia terrenal de nuestro amado Maestro, esa actitud con la que respiró y se movió, nos invita a llegar a un equilibrio maravilloso en nuestras vidas: ni llegar a ser unos estoicos insensibles y endurecidos por el dolor, ni tampoco unos optimistas ilusos y ciegos.
Hablamos de una estrategia vital que nos empodera y nos da una fuerza magnífica para llevar adelante nuestros proyectos para este 2025.
Precisamente esa forma de vivir, con confianza, la podemos visualizar mejor con una escena de una película muy conocida. Me refiero a una de las situaciones más famosas de la película «Indiana Jones y la última cruzada» (1989), cuando el protagonista se encuentra frente a un precipicio terrible y solo cuenta con un viejo libro que le indica que tiene que realizar un salto de fe para cruzarlo. ¿Qué ocurre cuando lo hace finalmente? ¿Os acordáis?
https://www.youtube.com/watch?v=cjW6eLEv5-c
Efectivamente, en cuanto levanta el pie y da el paso, toca el suelo firme donde antes no había más que un vacío pasmoso. Existe un camino, un puente perfectamente mimetizado con el entorno.
Me gustaría que todos nos pudiéramos situar en este nuevo año con esa actitud, con ese salto de fe en una vida que nos va a ser benévola. Pues no estamos solos, nunca lo hemos estado. Pero ¿cómo podemos alimentar esa paz mental, esa confianza?
En este desconcertante y sorprendente siglo XXI en el que vivimos, están a nuestro alcance múltiples herramientas psicológicas: respiraciones profundas; fomentar la capacidad de escuchar; respetar y apreciar las diferencias; establecer límites saludables; gestionar nuestro tiempo según nuestras prioridades; realizar períodos de desconexión digital; ejercicio regular, etc.
Y no podemos olvidarnos de lo que resalta El libro de Urantia en tantas ocasiones: la oración y la adoración, que son la fuente de nuestro anclaje interior frente a los vaivenes de la vida.
La oración:
…cava muchas veces canales más amplios y más profundos por los que los otorgamientos divinos pueden fluir hasta el corazón y el alma de los que se acuerdan de mantener una comunión ininterrumpida con su Hacedor… 194:3.20
Sobre nuestro Maestro nos dice cuál era su secreto de vida:
El secreto de su vida religiosa sin par era esta consciencia de la presencia de Dios fruto de la oración inteligente y la adoración sincera —una comunión ininterrumpida con Dios — y no de directrices, voces, visiones o prácticas religiosas extraordinarias. 196:0.10
Por tanto, el trabajo interior, el diálogo con nuestro Creador es la clave. Algo que realizó en su vida Jesús de Nazaret, el hombre, y que nos debe inspirar a nosotros que somos también seres humanos. Si el Jesús humano consiguió vivir una vida plena en la Tierra, en comunión con el Padre, nosotros debemos y podemos seguirle.
El Maestro ha ascendido a lo alto como hombre igual que como Dios; pertenece a los hombres y los hombres le pertenecen. ¡Cuán lamentable es que la propia religión se malinterprete hasta el punto de privar del Jesús humano a los mortales que luchan! 196:1.1
Podemos seguir al Maestro, ahora, en el siglo XXI. Cada cual en su vida concreta.
«Seguir a Jesús» significa compartir personalmente su fe religiosa y entrar en el espíritu de la vida del Maestro consagrada al servicio desinteresado de los hombres. LU 196:1.3
¿Nuestra mente se abrirá en este año nuevo a esa posibilidad? Porque ahí, en la mente, está la clave.
Durante décadas, la ciencia se ha burlado de la espiritualidad. Pero un grupo de monjes tibetanos participó en un estudio que dejó a los neurocientíficos sin palabras. Sus cerebros revelaron algo que nadie esperaba.
En 2004, Richard Davidson preparó un experimento revolucionario: 8 monjes tibetanos, un laboratorio y una pregunta que cambiaría todo. Entre los monjes estaba Matthieu Ricard, quien más tarde sería conocido como «el hombre más feliz del mundo».
El plan del experimento era simple: comparar los cerebros de monjes expertos (más de 10.000 horas meditando) contra 10 principiantes. Conectaron electrodos a todos los participantes. Midieron su actividad cerebral en reposo. Luego, les pidieron meditar.
¿Los resultados? Fueron asombrosos. Los monjes tibetanos mostraron niveles de ondas gamma nunca antes registrados en un ser humano. Estas ondas, asociadas con la atención, la memoria y el bienestar, aumentaban conforme avanzaban en la práctica meditativa.
Además, se observó que la corteza prefrontal izquierda (zona de la felicidad) brillaba con una intensidad única. Esto sugería algo revolucionario: La meditación no solo nos calma la mente, sino que literalmente moldea al cerebro para ser más feliz. Hablamos de la sorprenden neuroplasticidad del cerebro. El poder de modelarnos se hizo ya evidente.
Pero eso no fue todo. Incluso en situación de reposo, los cerebros de los monjes mostraban patrones superiores de coordinación mental. Sus ritmos cerebrales parecían «sincronizados», lo que indicaba un equilibrio emocional sostenido, incluso fuera de la meditación.
¿Y los voluntarios sin experiencia? En solo una semana meditando, sus cerebros ya mostraban mejoras. Esto confirmó otra idea clave: la meditación es como un músculo. Empiezas pequeño, pero con la práctica puedes lograr grandes resultados.
El impacto del estudio fue gigantesco: Cambió la forma en que vemos el bienestar y la felicidad. No es algo fijo o inalcanzable. Es una habilidad que podemos entrenar todos los días, no es algo inalcanzable.
Con este ejemplo de un experimento científico tan impactante y contrastado, vemos cómo otros seres humanos son capaces de llegar a vivir con mayor paz mental, con felicidad. Existen recursos a nuestro alcance para conseguirlo. Lograrlo es posible en este planeta «decimal», en este planeta que crucificó a su propio Creador, que es capaz de monstruosidades, pero que es también capaz de mostrar belleza, verdad y bondad. Hagamos todo lo posible para conseguirlo, siguiendo a nuestro Maestro:
El objetivo de los que creen en el reino no debería ser imitar literalmente la vida exterior de Jesús en la carne, sino más bien compartir su fe, confiar en Dios como él confiaba en Dios y creer en los hombres como él creía en los hombres. 196:1.5
En este mundo repleto de tecnología y donde la gente se siente cada vez más sola, más estresada, menos feliz, menos satisfecha, el enfoque global, holístico, esencial, espiritual del ser humano nos brinda esperanza. Esta visión de altura nos muestra que la vida no es un accidente, que el ser humano no es solo un trozo de materia o una fría máquina. La vida no se reduce a unos algoritmos, a cosificarlo todo, sino que es belleza, maravilla, espontaneidad, plena de interacciones. Por ejemplo: si intentamos entender a fondo cualquier pequeño grupo de interacciones dentro de una célula, la complejidad se dispara exponencialmente; todo intento de representar algorítmicamente esas interacciones llevó a decir a los investigadores de la Universidad Libre de Bruselas que se encontraban ante una «gráfica de terror»: todo queda repleto de flechas hasta el punto de que no se distingue nada, porque todo hace de todo en la célula.
La visión de la vida que tenía Jesús de Nazaret era maravillosamente libre, nos invita a ser protagonistas de nuestras vidas como hijos de Dios y a participar en el latido amoroso del mundo. Despertemos del adormecimiento del mundo de las máquinas, para respirar y abrazar la Vida. Existen tantas herramientas para conseguirlo…
Ojalá sepamos enfocarnos en esta visión en el nuevo año que recién comienza. Ahí mismo, a nuestro alcance, tenemos el ejemplo de nuestro Maestro y su presencia en nuestras actividades cotidianas siempre nos acompaña. Como decía la poetisa española:
Que estás en la tierra, Padre nuestro,
Que te siento en la púa del pino,
en el torso azul del obrero,
en la niña que borda curvada
la espalda, mezclando el hilo en el dedo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en el surco,
en la mina,
en el puerto,
en el cine,
en el vino,
en la casa del médico.
Padre nuestro que estás en la tierra,
donde tienes tu gloria y tu infierno
y tu limbo que está en los cafés
donde los pudientes beben su refresco.
Padre nuestro que estás en la escuela de gratis,
y en el verdulero,
y en el que pasa hambre
y en el poeta, ¡nunca en el usurero!
Padre nuestro que estás en la tierra,
en un banco del Prado leyendo,
eres ese Viejo que da migas de pan a los pájaros del paseo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en el cigarro, en el beso,
en la espiga, en el pecho
de todos los que son buenos,
Padre que habitas en cualquier sitio,
Dios que penetras en cualquier hueco,
Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro que sí que te vemos
los que luego te hemos de ver,
donde sea, o ahí en el cielo.
(Gloria Fuertes)
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