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Aunque el lugar estuvo habitado desde tan antiguo como el quinto milenio a.C. y los textos egipcios le hacen varias referencias en el segundo milenio a.C., fue durante el período grecorromano en que Pella floreció. El nombre original de la ciudad, Pihilum o Pehel, parece que fue cambiado, de acuerdo con Estéfano Bizancio (s. V), cuando la ciudad fue refundada por Alejandro Magno. Alejandro Janeo la capturó, y como fue incapaz de persuadir a los habitantes de que aceptaran el judaísmo, la destruyó (Flavio Josefo, BJ I, 5 8; AJ XIII 15 4). Pompeyo la reconstruyó y la anexionó a la provincia de Siria (BJ I, 7 7; AJ XIV, 4 4). Se convirtió en parte de la Decápolis, permaneciendo siempre como una ciudad helenística, y formando parte de la frontera norte de Perea (BJ III, 3 3). Como parte del reino de Agripa ofreció refugio a la incipiente comunidad cristiana del monte Sión, que bajo el liderazgo de Simón, se cobijó allí durante la revuelta judía y el asedio de Jerusalén por los romanos (Eusebio HE III, 5; Epifanio Haer XXIX, 7). Cuando después de tres años de guerra y masacres la segunda revuelta judía fue suprimida por los romanos (132 - 135 d.C.) y el emperador Adriano reconstruyó Jerusalén con el nuevo nombre de Aelia Capitolina, una parte de la comunidad que vivía en Pella se mudó por orden del obispo incircunciso Marcos, yendo al monte Sión. En cualquier caso, el cristianismo en Pella persistió, como lo testifica Aristón (nacido allí en el s. II, y autor del Diálogo de Jasón y Papiscos) así como el descubrimiento de numerosas tumbas cristianas y algunas inscripciones.
Las ruinas de Pella se pueden visitar en las cercanías de la actual Tabakat-Fahil, cerca del Jordán, en la orilla este, y aproximadamente a la misma altura pero en el lado opuesto en la que está Escitópolis o Bet-Seán.
La ciudad discurría amurallada entre dos elevaciones, una no muy alta hacia el norte, y otra más pronunciada hacia el sur. Algunas inscripciones encontradas en monedas indican que en lo alto de este último promontorio pudo existir un templo. Estas monedas dejan entrever la fisonomía de la ciudad en su gravado, mostrando un cardo principal columnado, muchas casas, algunas en la falda de la colina, y algún templo en el interior.
Dos torrenteras o wadis que circundan ambas colinas, el wadi Malawi rodeando a la colina sur (llamada hoy día tell el-Husn), y el wadi el-Hammeh, rodeando a la colina norte, iban a desembocar en el valle central donde se extendía la ciudad, llamado hoy wadi Jim el-Moz.
Poco existe en las ruinas actuales que nos hable de la época de Jesús en concreto. Mientras que el templo situado en el-Husn ya está desaparecido y no fue reemplazado por ninguna construcción (quizá la colina quedó maldita por la presencia de aquel templo), es fácil sin embargo encontrar restos de la presencia cristiana (como varias iglesias) o incluso árabe (una mezquita).
No obstante, quedan restos bastante buenos de algunas de las construcciones romanas de un período justo posterior, en lo que se denomina «el complejo cívico», es decir, una serie de construcciones donde se dispondían los centros administrativos de la ciudad: un templo, una basílica con una escalinata bien conservada (que luego se convertiría en iglesia en el período bizantino), un teatro pequeño u odeón construido al lado meridional de la basílica, y un nimpheum romano o baños públicos. Justo al lado de estos grandes edificios se disponían los manantiales de los que la ciudad estaba bien provista.
Las excavaciones, efectuadas por un equipo de una universidad de Sydney, Australia, han dado poco de sí desde que iniciaran su tardía andadura en 1983. Uno de los descubrimientos más notorios han sido los restos en las proximidades de un antiguo templo cananeo de grandes dimensiones (32 x 24 m), del tipo denominado migdol o fortaleza, fechado hacia el 1600 a.C. El trabajo de estas excavaciones ha llevado a los arqueólogos hasta el presente, por lo que no ha habido nuevos hallazgos de interés a la zona del «complejo cívico» fuera de los ya visibles.
Que Pella tuvo una importancia esencial en el nacimiento del cristianismo resulta innegable para los estudiosos. Nos han llegado sustanciales evidencias de que en esta ciudad vivió una continuada población cristiana, tuvo obispos, y contó con varias iglesias muy antiguas de las que nos han llegado sus restos.
Pero lo que quizá nadie encuentre en los libros de historia es la especial relación que vivió Jesús y también sus inmediatos discípulos con esta población. Si recurrimos a El Libro de Urantia, Pella aparece mencionada como el auténtico lugar donde Juan bautizó a Jesús (LU 135:8.3), y no los vados del Jordán al sur o al norte que se proponen actualmente a los turistas. Cerca de Pella Jesús pasó ese período de aislamiento durante cuarenta días (LU 134:7.7), y no en el desierto de Judea, que está mucho más al sur. El primer lugar donde Jesús y sus discípulos se detuvieron por un tiempo para iniciar su predicación pública fue en las proximidades de Pella, justo donde había acampado Juan. En realidad, Pella se convirtió, mucho más que Cafarnaúm, en el auténtico centro de operaciones de la actividad misionera de Jesús (LU 163:5.1), llegando a albergar un campamento de unas cinco mil personas, una auténtica ciudad de tiendas plenamente organizada (LU 141:1.2). En Pella es donde Jesús pronunció algunos de sus discursos más memorables (LU 170:0.1), es donde los apóstoles se refugiaron huyendo de Jerusalén cuando las tropas romanas invadieron el país en la década de los 60 (LU 176:1.5), y finalmente el lugar donde se escribió el evangelio según Mateo (LU 121:8.7). Todas estas informaciones explican muy bien porqué este lugar se convirtió con el tiempo en un centro cristiano de gran importancia.
Es curioso constatar que al final, el lugar potencialmente más apto para el turismo religioso, tan sólo se ha convertido en un montón de ruinas, en favor de otros lugares más dudosos.