© 2006 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
En un artículo anterior ya hemos indagado sobre cómo pudo ser la Cafarnaúm de la época de Jesús, y uno de los restos más significativos de las ruinas de Cafarnaúm es una construcción que se ha venido en denominar la «casa del apóstol Pedro». Los autores de Jesús desenterrado, Crossan y Reed, resumen así la importancia de este hallazgo:
En 1906 fueron descubiertas las ruinas de un edificio octogonal en unos terrenos de Cafarnaúm bajo la custodia de los franciscanos. Se trataba de la iglesia bizantina en la que se había convertido «la casa del príncipe de los Apóstoles», de la que hablaban los peregrinos antiguos. Entre 1968 y 1985 los arqueólogos franciscanos Virgilio Corbo y Stalisnao Loffreda trabajaron en esa estructura octogonal y sus alrededores y sacaron a la luz sus complejísimos estratos. En el siglo V e.v. fue construida una iglesia octogonal sobre una iglesia-casa que databa del siglo IV, erigidas ambas encima de una sencilla casa con patio construida inicialmente en el siglo I a.C. En el estuco que recubría una de las habitaciones habían sido garabateados ya en el siglo II d.C. una serie de curiosos ejemplos de invocaciones cristianas en arameo, hebreo, griego, latín y siríaco. Como no había ningún tipo de utensilio doméstico y la sala había sido revestida de yeso varias veces, las primeras generaciones de cristianos debieron de considerar que la sala era importante en algún sentido. La conclusión de los arqueólogos fue que se trataba de la casa del apóstol Pedro.
¿Es realmente esta construcción la antigua casa de Pedro, y muy seguramente la primera iglesia cristiana del mundo? Así parecen indicarlo los franciscanos que han excavado el lugar.
Lo cierto es que existen un buen número de argumentos a favor de esta hipótesis:
Sin embargo, creo que es muy difícil decidir afirmativamente en esta cuestión. Según sabemos es muy posible que Pedro muriera en Roma, y que su hermano Andrés también fuera ejecutado lejos de Galilea. Es de suponer que Pedro se llevara consigo a su mujer e hijos, lo cual deja la casa de Pedro sin ocupantes pocos años después de la muerte del Maestro. Lo más probable es que Pedro vendiera su casa antes de dedicarse a predicar la buena noticia por todo el mundo, como les había pedido Jesús durante sus apariciones después de muerto. Además, la idea generalizada entre los primeros cristianos fue que el final de los tiempos estaba próximo, que Jesús regresaría en breve para realizar el juicio definitivo y final. Se volvió una costumbre cristiana vender todas las posesiones y donarlo a la comunidad para que lo empleara en la diseminación de la buena nueva (véase Hch 2:44-45, 4:32, 5:11).
Si leemos todo lo referente a Pedro en el libro de los Hechos de los Apóstoles, percibimos claramente que Pedro parece que no regresó a Cafarnaúm durante un largo y prolongado período, sino ya para siempre. Le vemos en Jerusalén, donde no parece él ser el líder de la comunidad, puesto que es enviado a Samaria a confirmar a los nuevos creyentes (Hch 8:14). Después le vemos en la pagana capital de Samaria, Cesarea, donde inicialmente tuvo reparos para mezclarse con los gentiles. Finalmente, tuvo que volver a Jerusalén para dar explicaciones por su predicación entre las gentes extranjeras.
Para quienes leemos con credibilidad El Libro de Urantia existen muchas otras posibilidades para la propiedad de la casa-iglesia de Cafarnaúm. Éstas son las que yo he encontrado:
Si suponemos correcto el emplazamiento de Cafarnaúm, y que la sinagoga visible actualmente, del siglo V, está construida sobre los cimientos de la patrocinada por el centurión romano, todas las casas que se mencionan en El Libro de Urantia como situadas en las afueras de Cafarnaúm o en Betsaida deben quedar descartadas. Esto excluye la casa de Felipe, la de Zebedeo, la de sus hijos Santiago y David y la de Pedro. Por consiguiente, según El Libro de Urantia, la basílica-iglesia que se construyó en Cafarnaúm no estaba sobre la antigua casa de Simón Pedro. Lo más probable es que los primeros peregrinos divulgaran esta idea para dotar de una importancia más sagrada al lugar. De hecho, en la época de las que tenemos referencias de los peregrinos ya se denomina a Pedro el «príncipe de los apóstoles». ¿Cómo iba a estar asentada la basílica encima de una casa que no fuera la de tan insigne apóstol?
Pero en mi opinión, así fue. Las dimensiones de la casa sobre las que se encuentra la iglesia octogonal son bastante amplias como para una familia de modestos pescadores. Por otra parte, ya hemos visto que las evidencias evangélicas no nos vuelven a situar ya nunca a Pedro en Cafarnaúm. Muy probablemente el apóstol no volvió a pisar nunca por su antigua ciudad, vendiendo sus propiedades y siguiendo en pos de Pablo hacia Roma, donde murió. Dudo mucho que cuatrocientos años después creyentes cristianos de esa generación recordaran dónde estuvo la vivienda de Pedro y edificaran allí una sencilla basílica, y después una iglesia.
Mi idea, que puede ser totalmente descabellada, por supuesto, es que la casa sobre la que se asienta la iglesia fue propiedad de Mateo, o de Jairo, o bien fue la casa de Mangus, o fue simplemente la casa de un judío desconocido cuyos descendientes finalmente la vendieron a judíos cristianos devotos y construyeron una iglesia. Pero veo improbable que fuera realmente la de Pedro. Quizá no pondría objeciones si la casa fuera más reducida y estuviera emplazada más lejos de la sinagoga.
Mateo, el apóstol publicano, desaparece del mapa en los Hechos de los Apóstoles. No tenemos noticias de él en ninguna parte. Pero si en verdad fue quien escribió el evangelio que lleva su nombre, y lo escribió en arameo, como así dicen los expertos, es muy posible que permaneciera cierto tiempo en un lugar tranquilo y alejado de intrigas donde pudiera dedicarse a escribir. Mateo pudo ser, por tanto, uno de los apóstoles que permaneció cierto tiempo en Cafarnaúm. Su posición desahogada le hacen idóneo para disponer de una vivienda de grandes dimensiones, y para celebrar en ella banquetes como el que ofreció a Jesús según los evangelios. Sin embargo, si nos guiamos de El Libro de Urantia, se nos comenta que Mateo terminó en la miseria y que se fue a predicar a Tracia, donde murió. Si es cierto este relato, la casa de Mateo se vuelve un lugar un poco improbable.
Jairo, el rico rector de la sinagoga a cuya hija Jesús supuestamente rescató de la muerte, y que sin duda debió hacerse seguidor de Jesús, es un firme candidato. El hecho de que fuera rico concuerda muy bien con las dimensiones de la casa que se ha encontrado debajo y con el hecho de que las paredes estuvieran revocadas y se enyesaran en varias ocasiones a lo largo de los años. Los revocos sólo los hacían las familias adineradas. La casa de un sencillo pescador sería de piedra vista con brochazos de argamasa tapando las oquedades. Por otra parte, resulta lógico pensar que la casa del que fue rector de la sinagoga estuviera emplazada cerca de ésta, como es el caso (la sinagoga y los restos de la iglesia están frente a frente). Además, Jairo, siendo adinerado y teniendo un puesto de responsabilidad entre los judíos, es menos lógico pensar que se desprendiera de todas sus posesiones y que abandonara él y su familia Cafarnaúm.
Mangus, el centurión romano, podría ser otro posible candidato. Es obvio que era rico. Sus generosas donaciones para la construcción de la sinagoga lo demuestran. También debió ser un creyente convencido. Hasta Jesús llegó a decir de él: «No he encontrado una fe tan grande en todo Israel». Muy posiblemente fue una persona querida, a pesar de ser romano. Debió ser un romano que se volvió judío, un «prosélito». Seguramente su familia vivió allí ya para siempre, y al cabo de las generaciones se la consideraría tan judía como la que más. Además, la basílica sencilla que se construyó durante el siglo IV debió de ser obra de judíos con influencia gentil. Las basílicas eran construcciones típicas romanas, pero no judías.
Por último, otra opción lógica es la de un judío ignoto del que nunca se supo en las páginas de la historia. ¿Por qué no?
Si lo pensamos, resultaba mucho menos atractivo para los «turistas» de la época bizantina decir que la famosa basílica de Cafarnaúm descansaba sobre los restos de la casa de un cualquiera, frente a lo diferente que sonaba decir que allí mismo estuvo la casa de Pedro. El interés de que aquella fuera la casa de Pedro no radicaba en el apóstol, sino en el hecho de que desde siempre se ha supuesto que Jesús vivió en la casa de Pedro mientras estuvo en Cafarnaúm. Esto convertía la iglesia en el lugar donde vivió el mismísimo Jesús. Sin embargo, los evangelios nunca expresan claramente esta idea. Tan sólo que Jesús estuvo en esa casa en varias ocasiones.
Evidentemente, lo que los peregrinos siempre han buscado es sacralizar un lugar, convertirlo en especial asegurando que allí vivió o murió o fue enterrado «alguien distinguido». Y no han dudado en utilizar un lugar y basarse en las más remotas justificaciones para llegar a la conclusión deseada. Me inclino a pensar que esto es lo que sucedió en Cafarnaúm.
Teorías aparte, creo que es muy difícil decidirse con rigor por una solución. Pero lo que sí tengo claro es que se suele utilizar con demasiada frecuencia la arqueología con fines «turísticos» y «religiosos», decantándose rápidamente por una posibilidad cuando ésta interesa. No hay más que ver de qué forma se ha gastado dinero para la construcción en Cafarnaúm de una preciosa iglesia moderna sobre las ruinas de la antigua octogonal, mientras que no se hace lo mismo para seguir desenterrando el yacimiento. A veces, la arqueología parece más un fin en sí misma (llegar a una conclusión preconcebida) que un medio para elaborar «posibilidades». Y al final, lo que ocurre, es que no estamos más cerca de la verdad.
Y antes de terminar dejo aquí una anécdota interesante para los lectores de El Libro de Urantia. ¿Se ha dado cuenta alguien de que la iglesia octogonal tiene una planta que en realidad son tres círculos concéntricos? ¿Es que esta simbología estuvo ya presente de alguna manera en la iconografía de la primitiva comunidad cristiana? Si así fue, es un dato muy interesante, que merecerá la pena investigarse…
John D. Crossan y Jonathan L. Reed, Jesús desenterrado, Editorial Crítica, 2001.
Yacimientos arqueológicos de Cafarnaúm. (El enlace original está roto pero se puede acceder a una copia en Internet Archive.)