© 2014 Jean-Armand Hourtal
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No existe un sistema “llave en mano” infalible para proyectos exitosos. Para compensar esta carencia, aquí te presentamos algunos principios en forma de receta de cocina para tener éxito en tus proyectos (en general) y en tu proyecto de vida (en particular).
“La fe es la firme convicción de lo que esperamos, la evidencia de lo que aún no se ve”. Es casi imposible iniciar un proyecto sin cierta ilusión. Aclaremos que esto no es en modo alguno una cuestión de fe ciega, sino todo lo contrario. Existe una forma de creencia secular que consiste en considerar válido un proyecto si es razonablemente posible y realizable en un tiempo determinado. La fe en la trascendencia o la espiritualidad puede ser útil, por supuesto, pero en este ámbito el objeto de la fe es secundario. Lo esencial es poner en movimiento las energías indispensables para “iniciar” el proyecto. El significado de este proyecto se basará en su aspecto ético…
Creemos que “es necesario tener esperanza de emprender y triunfar para perseverar. «Esperanza contra toda esperanza» es la expresión de una forma de fe, y «la energía de la desesperación» no es otra cosa que la energía de la esperanza llevada al más alto grado. Es decir la energía de “querer vivir”.
Creer en tu proyecto es, por tanto, el primer ingrediente de la receta que nos puede llevar al éxito. La convicción es como la sal: no es necesario añadir cantidades para sentir el sabor y los efectos.
La voluntad refuerza la convicción, porque es común creer en un proyecto y no querer comprometerse con él. Hay varios niveles de voluntad: desde la voluntad orgánica que busca los medios de subsistencia, hasta la voluntad heroica pasando por la voluntad reflexiva. Una voluntad bien constituida se define como “La voluntad humana se construye a partir de la energía de un pensamiento manifestado en el tiempo mediante un acto con vistas a un fin”.
Todo lo que requiere el uso de energía, movimiento de materia y pensamiento tiene un precio. En el caso de un proyecto, su éxito está ligado a la aceptación del precio a pagar. El precio a veces se calcula en dinero, muchas veces en energía y siempre en el tiempo dedicado a la realización de este proyecto. Esperar un resultado sin un precio que pagar es postular un efecto sin causa.
La ética se basa en un enfoque interior que cuestiona la finalidad de los valores humanos en sus relaciones entre uno mismo y el otro. Se construye a través de la reflexión comparando discursos y comportamientos. La ética es asumir riesgos en dirección al bien y la justicia. Su intención se expresa en pensamiento, palabra y acción. Construir un proyecto sobre los fundamentos de la ética es signo de perfección moral.
La asociación nos permite disponer de los recursos que nos faltan, en particular para llevar a cabo un proyecto. La asociación es un enfoque cooperativo. Se basa en un concepto ético y no simplemente utilitario de las relaciones humanas. Se construye cuando varias personas crean relaciones para compartir una idea puntual. Estos actores, diferentes, complementarios y libres, ponen en acción su buena voluntad para alcanzar un objetivo compatible utilizando los medios adecuados.
“La voluntad humana se construye a partir de la energía de un pensamiento que se manifiesta en el tiempo mediante un acto libre con vistas a un fin”. Sus cinco dimensiones -pensamiento, -tiempo, -acto, -libertad, -un fin- deben estar presentes en sus indicadores para que la voluntad sea considerada plena, íntegra y operativa.
ÉTICA es un enfoque voluntario y perfectible. Tiene lugar a lo largo del tiempo según: un pensamiento correcto, una palabra correcta, una acción correcta. Integra el misterio último de ser partícipe de la vida. Se basa en un enfoque interior que cuestiona la finalidad de los valores humanos en sus relaciones entre uno mismo, los demás y las cosas. Se construye a través de la reflexión comparando discursos y comportamientos. Es asumir riesgos en dirección al bien y la justicia. Su intención se expresa en pensamiento, palabra y acción según los principios fundamentales de: justicia, libertad, autonomía, no maleficencia, beneficencia, universalidad, comunicación, coherencia y trascendencia.
El principio de justicia: incluye aspectos teóricos y prácticos en los ámbitos material e intelectual. Consiste en considerar a los demás como nos gustaría que nos consideraran a nosotros mismos. Tratar a este prójimo según sus potencialidades (y no mediante un acto aislado). Ser justo al evaluar las limitaciones y necesidades propias en comparación con las de los demás.
El principio de libertad: se aplica formalmente en el ámbito personal y público: Reconocimiento del otro en su derecho a ser libre (a pensar, a hacer, a evolucionar a su propio ritmo, etc.) No injerencia sobre la persona, excepto en Casos legítimos o urgentes (respeto a la vida privada, al pasado). En conceder los medios de estas libertades (en la medida en que nos corresponda).
El principio de autonomía: respeta la voluntad de toda persona que busca pacíficamente el bien general. En su capacidad de pensar y tomar decisiones voluntarias priorizando sus propios objetivos. En su poder expresarse soberanamente sin temor a consecuencias perjudiciales. En su capacidad de tomar acciones independientes y consistentes con sus propios deseos.
El principio de no maleficencia: reúne las distintas formas del “principio de precaución”. Se basa en el deseo de prevenir todo lo que se considera un peligro o violencia (para uno mismo y para los demás). Se cuida de descartar aquello que se presume falso, malo y posible posterior generador de sufrimiento. Se esfuerza por no dañar, no destruir y no añadir innecesariamente mal sobre mal.
El principio de beneficencia: es el deber de hacer el bien que tiende a la universalidad, cuestiona lo que se piensa, se dice y se hace: ¿es beneficioso para el individuo y la sociedad (a corto y largo plazo)? ¿Lo que se emprende genera, a priori, un efecto favorable con los medios adecuados? ¿La acción (planificada o en curso) trae más bien que daño (para uno mismo y para los demás)?
El principio de universalidad: concierne a todo ser humano, sin restricción alguna. Los valores, discursos y comportamientos son aplicables a todos. Establece que cualquier distinción basada en raza, religión, sexo, cultura, riqueza, etc. no es ético. Cuestiona cada acción en sus consecuencias: “¿Y si todos hicieran lo mismo? »
El principio de comunicación con los demás: Implica una comunicación adecuada y la “buena fe”. Es cooperación en comunicación veraz con los demás y con todos los humanos. Es la cualidad altruista de la comunicación con los demás (tiene como objetivo el interés general). Esta relación es verdadera, sincera, compasiva y no sólo utilitaria.
El principio de coherencia: Se trata de la relación entre los medios utilizados y los fines. Afirma que el fin nunca justifica los medios, al contrario: considera que los fines existen en germen en los medios utilizados. La coherencia busca transformar las contradicciones irreductibles de la vida en tensiones manejables.
El principio de trascendencia: Da a la ética una apertura de valores hacia lo infinito y lo indecible. Apuesta a que el ser humano no se reduce a los fenómenos que expresa. Esta trascendencia es parte de la vida cotidiana, pero va más allá del “aquí y ahora”…
Según Jean-Armand Hourtal, Doctor en Ciencias Humanas y licenciado en ética médica
Jean-Armand Hourtal