© 2003 Jean Claude Romeuf
© 2003 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
Todos pensamos diferente. Siempre supe que Dios existía, que era bueno y por eso quería que fuéramos felices. ¡Me tomó bastante tiempo aceptar la idea de que quien dijera lo contrario no era un mentiroso!
No dudo de Dios. Tampoco tengo dudas de los ángeles que me acompañan en la vida cotidiana. Sé que todas las influencias espirituales contribuyen a mi felicidad. Sé que esta felicidad no es gratuita, que es difícil de ganar, pero que ya está ahí, dentro de mí. La verdadera felicidad nace con la adquisición de la libertad y la libertad nace de los logros espirituales (que también se llaman valores eternos).
La libertad no es fácil de obtener y los propios ángeles no pueden dárnosla. Depende de la capacidad con la que afrontamos los acontecimientos y de cómo los aceptamos. Los hechos o caprichos de la vida deben considerarse con cierto desapego mental. Para alguien que ha puesto su confianza en Dios, las dificultades son un desafío. Sabe que las pruebas son el paso obligado en la búsqueda de Dios y en la búsqueda espiritual.
( Adjunta una de mis oraciones favoritas: Dios mío, te doy gracias por la prueba que acabas de enviarme y que he superado con éxito. Te pido ahora que pienses un poco en los demás. )
No dudo de Dios. Sé que Dios quiere que entre en su Reino. Entrar al reino es, ante todo, hacer la voluntad de Dios. Es difícil: ¡la ley es dura pero es la ley!
No soy la madera con la que se hacen las flautas: quiero gritar, rebelarme; ¡Podría levantar un puño al cielo!
No podría soportar la miseria si no fuera consciente de mi filiación divina. Como hijo de Dios, mi confianza en Dios es infantil (no infantil), no sólo haré la voluntad de Dios; ¡Quiero que mi voluntad sea la misma que la suya!
(Segunda oración: ¡Antes de actuar, Dios mío, déjame ser Pedro alzando su espada! Quizás más tarde me equivoque y crea que te he traicionado, pero sé que me mirarás a los ojos. con ternura el espíritu de verdad que luego me otorgará tu amor hará crecer el amor que te tengo.)
No dudo de Dios pero dudo de mí mismo. Cualquier sufrimiento que uno deba soportar, cualquier elección que uno deba tomar requiere fortaleza. ¿Seré lo suficientemente fuerte, tendré las cualidades requeridas? ¿Tendré el coraje de empezar de nuevo si fracaso?
Asumir el propio destino significa afrontar con gracia las pruebas de cada día. No hay decisiones pequeñas ni grandes. Cada acto de elección es importante y necesario para el crecimiento. Se nos ofrecen varios métodos:
(Tercera oración: personal y silenciosa: himno a la alegría y al amor)
Jean-Claude Romeuf