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LA FE DE JESÚS: En la vida del Maestro en Urantia, todos los mortales que habitan los mundos evolutivos del universo de Nebadon, descubren a través de Jesús un nuevo de tipo de «fe viva», la cual nace de su experiencia espiritual personal y de la guía de su ajustador residente. Su fe no era dogmatica ni intelectual sino totalmente espiritual.
Él experimentó los estados de ánimo buenos y malos típicos de la existencia mortal pero, a través de su inquebrantable fe, no dudó nunca de la certera vigilancia de su ajustador del pensamiento.
Jesús no recurrió a su fe para buscar consuelo cuando estaba en problemas, ni como alivio cuando lo amenazaba la desesperanza, ya que al enfrentarse con todas las dificultades naturales y a las contradicciones temporales de la existencia mortal, él experimentó una confianza suprema en DIOS y sintió a cada momento de su existencia la tremenda emoción de vivir por su fe ante la presencia misma del Padre Universal. Esta «fe triunfante» que mostró Jesús fue una experiencia viva de real alcance espiritual.
La teología puede fijar, formular, definir y dogmatizar la fe pero, en ese nuevo tipo de vida mortal que Jesús mostró a la humanidad, la fe debe de ser personal, original, espontánea y enteramente espiritual. Su fe no era una reverencia hacia la tradición, ni una mera creencia intelectual que fuera un credo sagrado. Su fe fue una experiencia espiritual real y de convicciones, las cuales lo sostenían firmemente ante las exigencias de la vida mortal. Su «fe viva» era tan completa que eliminó en forma absoluta toda duda espiritual; nada lo pudo arrancar del ancla de su ferviente fe. Jesús siempre disfrutó de la certeza vigorizadora de poseer una fe sin incertidumbres, la cual le permitió permanecer calmo aun frente a la amenaza cruel y sobrecogedora de una muerte infame.
La apasionada fe de Jesús visualizaba todos los valores espirituales tal y como se encuentran en el reino de DIOS. Su fe no fue dogmatica ni rayó jamás en el fanatismo, y nunca llegó a afectar su juicio intelectual equilibrado, ya que a través de su extensa misión y a lo largo de su extraordinaria vida, jamás asomó la furia del fanático ni la frivolidad del religioso egocéntrico.
Su vida entera estuvo constantemente condicionada por su fe viva y por su experiencia religiosa sublime. Esta actitud espiritual de Jesús dominó totalmente sus pensamientos y sentimientos, su creencia y oración, su enseñanza y predicación. Él siempre interpretó la religión solo en los términos de cumplir con «la voluntad del Padre», tal y como dice el corazón mismo de la oración que enseñó a sus apóstoles: el Padre Nuestro, «venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad». Por eso, cuando estudiemos las enseñanzas del Maestro en lo que concierne a la oración o a cualquier otra característica de su vida religiosa, buscad no tanto lo que él enseñó (su ministerio público), sino lo que él hizo_(su ministerio personal).
Jesús no oraba jamás porque fuera un deber religioso hacerlo. Para él la oración era una expresión sincera de actitud espiritual, una declaración de lealtad del alma, un recital de devoción personal, una expresión de gratitud, un evitar de tensiones emocionales, una prevención contra los conflictos, una exaltación del intelecto, un ennoblecimiento de los deseos, una vindicación de decisión moral, un enriquecimiento del pensamiento, una vigorización de las inclinaciones más elevadas, una consagración del impulso, una clarificación de un punto de vista, una afirmación sublime de confianza y una confesión de devoción suprema.
La fe de Jesús fue una poderosa movilización de los poderes combinados del alma para soportar las tendencias humanas del egoísmo, del mal y del pecado. Así era la auténtica y genuina fe espiritual que desarrolló un mortal evolutivo ascendente que vivió en Urantia como un verdadero HIJO DE DIOS POR LA FE, «Jesús de Nazaret».
Jesús no requiere que sus seguidores crean en él, sino más bien que crean como él creía en la realidad del amor de DIOS, y acepten con plena confianza la certeza de la seguridad de la filiación con el Padre Celestial, ya que el deseo principal del Maestro es que todos sus seguidores compartan plenamente su «fe espiritual».
El mismo tipo de fe que todos debemos de desarrollar para alcanzar el reconocimiento como verdaderos HIJOS DE DIOS POR LA FE por parte del «Padre Universal».
Por eso, Jesús siempre desafiaba en forma enternecedora a sus seguidores para que no sólo «creyeran lo que él creía» sino también a que «creyeran como él creía». Este es el verdadero significado del requisito supremo que exige Jesús a todos los creyentes del cristianismo a través de su máxima «SÍGANME». LU 196:0.10 LU 196:0.13.
¿Quién de nosotros se atreve a seguir a Jesús?
Todos los mortales que habitamos los mundos evolutivos del tiempo y del espacio representamos «el último eslabón» en la cadena de seres inteligentes que integran la gran familia universal de Hijos de Dios. Somos el toque personal y original del «hijo eterno» que por conducto del «hijo creador» llegan de arriba (hijos de Dios descendentes) hacia abajo (hijos de Dios ascendentes), en una serie de personalizaciones que son cada vez menos divinas y cada vez más humanas, hasta llegar a producir un ser material que puede ver, oír y tocar; una criatura mortal evolutiva que puede ser espiritualmente consciente de una gran verdad: «su filiación con el Dios Eterno» y que, al conocer su estado como un «hijo de Dios», estará desarrollando permanentemente una genuina «fe espiritual», la misma que desarrolló Jesús durante todo el transcurso de su vida terrenal.
Las razas mortales son las representantes de la orden más baja de creación inteligente y personal, pero son divinamente amados y cada uno puede elegir aceptar el destino certero de una experiencia gloriosa como potenciales «hijos de Dios ascendentes» cuando ocurra la fusión con el ajustador residente después de la muerte. Pero, mientras tanto, el estado que guardan los mortales del tiempo y del espacio, será de HIJOS DE DIOS POR LA FE, los cuales para ganar ese derecho tendrán que desarrollar un auténtico trabajo espiritual en el transcurso de su vida en la carne. El mismo trabajo espiritual que desarrollo «el hijo del hombre», Jesús de Nazaret, durante su vida mortal.
Todos los mundos materiales evolutivos son habitados por estos «hijos de Dios por la fe», hijos de la gracia y la misericordia, seres humanos que pertenecen a la familia divina y por lo tanto son llamados «hijos de Dios». Los mortales de Urantia tienen derecho a considerarse a sí mismos «hijos de Dios» porque:
Estos son los mortales a quienes ha mandado el Padre Universal: «Sed perfectos, así como Yo soy perfecto». El Padre se os ha otorgado a sí mismo, ha colocado dentro de vosotros un fragmento de su espíritu divino (el ajustador del pensamiento), por lo tanto exige perfección última de todos vosotros. LU 40:6.3, LU 40:6.4-7, LU 40:7.4.
Los mortales de Urantia gozamos del privilegio de ser HIJOS DE DIOS POR LA FE desde el momento mismo en que «el Jesús morontial» (después de su muerte) derramó su espíritu sobre la humanidad: «el espíritu de la verdad», esa dote espiritual que fue otorgada a todos los mortales de mente normal, ese nuevo Maestro que ayudará a los hombres de corazón sincero a comprender y a discernir correctamente sus incomparables enseñanzas de verdad espiritual.
Jesús enseñó un evangelio que redimía al hombre de la superstición de que era hijo del pecado y que, a través de sus enseñanzas de verdad espiritual, lo elevaba a la dignidad de ser «hijo de Dios por la Fe».
Las verdades espirituales que Jesús vivió y predicó en su época fueron una solución eficaz a las dificultades espirituales de los hombres de ese tiempo y puesto que como persona se ha ido de este mundo, nos ha dejado en su lugar al «espíritu de la verdad», el cual está destinado a vivir en la mente del hombre, para que así cada nuevo grupo o generación de mortales que aparezca a futuro sobre la faz de la tierra, tengan una visión nueva y actualizada de su evangelio, un esclarecimiento personal y una guía colectiva que sea la solución eficaz a las siempre cambiantes y variadas dificultades espirituales del hombre de todas las épocas.
Así pues, «el Espíritu de la Verdad» dotó al hombre de la fuerza espiritual más poderosa que puede existir en este mundo. Y también sirve para que la mente de los mortales recuerde y comprenda la vida de «perfección humana» que desarrolló Jesús durante el transcurso de su vida terrenal. LU 194:2.1, LU 194:3.4
Ahora bien, aunque el mortal común de Urantia no pueda alcanzar la alta «perfección humana» que desarrollo Jesús a través de su genuina «fe espiritual», a cada creyente sincero sí le será posible desarrollar, a través de una auténtica fe, una personalidad fuerte y unificada que vaya de acuerdo con la personalidad perfeccionada de Jesús. Y así como verdaderos «hijos de Dios por la Fe» pueden reconocer su lugar dentro de esa gran familia de filiación divina. Un hijo liberado por su fe que ya no será esclavo de un mundo materialista; ya no luchará solo contra las adversidades de la vida ni contra el destino inexorable de la terminación de la existencia temporal, y se unirá con todos «los hijos del reino de DIOS» en el triunfo de su realidad espiritual, donde finalmente las criaturas se vuelven conscientes del hecho de que jamás han estado solas y que DIOS y las huestes celestiales de su vasto universo estarán siempre a su lado durante su carrera mortal evolutiva por alcanzar su verdadero estado como HIJOS DE DIOS POR SUFE.
No debe de ser el objetivo principal de los seguidores de Jesús imitar de manera literal su vida, sino más bien desarrollar su mismo tipo de fe. Así como también el de confiar en DIOS por sobre todas las cosas, como Jesús confió, y además el de creer en todos los hombres como Jesús creyó en ellos.
Y así como Jesús ascendió de la naturaleza del hombre a la conciencia de la naturaleza de DIOS a través de la acción conjunta de su fe y de la guía espiritual de su ajustador del pensamiento, así también los hombres deben progresar de la conciencia de lo humano a la realización de lo divino, por medio de su fe y a través de la guía de su ajustador residente. Ya que la tarea del ajustador del pensamiento consiste en fortalecer el alma del hombre evolutivo, para que a través de su fe alcance una conciencia más elevada de las realidades espirituales eternas.
La razón de la ciencia se basa en los hechos observables en el tiempo, la fe de la religión se basa en el programa espiritual de la eternidad. Y lo que el conocimiento y la razón no pueden hacer por nosotros, «la verdadera fe» lo consigue a través de la visión religiosa y de la transformación espiritual personal. LU 102:1.2
La creencia llega al nivel de fe cuando motiva la vida y da forma a la manera de vivir; la aceptación de una enseñanza como verdadera no es fe, es meramente creencia. Un estado mental llega a los niveles de fe sólo cuando domina efectivamente la manera del vivir. La fe es un atributo vivo de la experiencia religiosa personal, la creencia es limitadora y restringente. La fe es expansiva y liberadora. La creencia es fija, la fe es viva.
Más que una asociación de creencias nobles, la fe es un sistema exaltado que comprende los significados espirituales, los ideales divinos y los valores supremos. La fe es conocedora de DIOS y servidora de los hombres.
Las creencias pueden volverse posesiones de grupo, pero la fe ha de ser personal. Se pueden sugerir las creencias teológicas a un grupo, pero la fe únicamente puede surgir en el corazón de la persona religiosa individual. La fe nunca escapa del deber de solucionar los problemas del vivir mortal, ya que la autentica fe espiritual va a mover montañas, pero montañas de problemas materiales que agobian a los hombres.
La fe revitaliza la religión y obliga al hombre a vivir heroicamente de acuerdo con el conocimiento religioso; por lo cual sus impulsos espirituales son el preludio para disfrutar de una paz sublime. LU 101:8.2 LU 101:8.4
A través de la fe, el alma del hombre se revela así misma y demuestra su potencial eterno y divino.
«Una auténtica fe espiritual» induce a la personalidad mortal a reaccionar ante ciertas situaciones difíciles y de prueba que se presentan en nuestra vida diaria, y se va a revelar a través de las siguientes situaciones:
Así pues, un «auténtico hijo de Dios por la fe» manifestará dicha exhibición de reacciones tan extraordinarias y poco comunes ante la presencia de situaciones conflictivas y difíciles de la existencia humana.
En cierta ocasión, al hablar ante sus apóstoles sobre la fe que deberían de exhibir «los creyentes del reino», Jesús expresó lo siguiente: Acaso no les he enseñado durante todo este tiempo que su relación con el Reino debe de ser espiritual e individual y que es totalmente un asunto de la experiencia personal en él espíritu, mediante la comprensión por la fe que ustedes son hijos de DIOS.
¿Qué más os he de decir? La caída de las naciones, la derrota de un imperio, la destrucción de los judíos incrédulos, el fin de una era, aun el fin del mundo no debe inquietar a los que verdaderamente creen en el evangelio y que han refugiado su vida al amparo del reino eterno.
Y puesto que vosotros ya sois conocedores de DIOS y que ya habéis recibido la certeza de la vida eterna, nada puede ser una preocupación seria, ya que sois los constructores del reino, los ciudadanos acreditados de los mundos celestiales, los cuales no se molestarán nunca por los altibajos temporales ni se perturbarán por los cataclismos terrenales.
Qué importancia tiene para vosotros que creéis en el evangelio del reino que caigan las naciones, que termine una era, que todas las cosas materiales se destruyan, en vista de que sabéis que vuestras vidas son el «Don del Hijo Creador» y que su existencia está eternamente segura en el Padre.
Y habiendo vivido «la vida terrenal por la fe» y habiendo rendido los frutos del espíritu en forma recta a través del servicio amoroso para con vuestros semejantes, podéis contemplar con confianza el próximo paso en la carrera eterna, con la misma «Fe de sobrevivencia» que os ha llevado a través de vuestra primera y terrenal aventura como un HIJO DE DIOS POR LAFE. LU 176:3.2 LU 176:3.2.
Así era la fe que Jesús vivió durante su «ministerio personal» y que predicó durante su «ministerio público».
Así pues, «los hijos de DIOS por la fe» que obtienen tal logro espiritual son capaces de presenciar con calma la vista del arruinamiento de sus ambiciones más queridas, el derrumbamiento de sus anhelos y la destrucción de sus esperanzas más profundas, ya que saben categóricamente que tales catástrofes no son otra cosa más que cataclismos redireccionales que estropean las creaciones temporales del creyente del reino, previo al inicio de la posesión de realidades más nobles y perdurables de un nivel espiritual más sublime de logro universal. LU 100:2.8
Y precisamente lo que hoy en día necesita la religión de Jesús; es ese tipo de «hombres y mujeres espirituales» que se atrevan a depender solamente del espíritu de Jesús que mora en ellos (el espíritu de la verdad), los cuales a través de una renovada «fe espiritual» serán capaces de discernir de manera correcta todo aquello que constituye la suma y la substancia de la misión del hijo autootorgador «Cristo Miguel» aquí en Urantia. LU 34:5.5-6
¿Qué despertar espiritual experimentaría la humanidad si tan solo pudiera ver cómo vivió realmente Jesús su «vida terrenal» dependiendo siempre de su invencible «fe espiritual»!
Todos los creyentes sinceros pueden experimentar de primera mano las verdaderas «enseñanzas espirituales» de Jesús, para que exista en su corazón esa «hambre de perfección» y sean capaces de apropiarse de la misma fe que Jesús exhibió y logren vivir su propia experiencia religiosa personal, la cual les va permitir comprender los significados espirituales, los ideales divinos y los valores supremos conocedores de Dios.
Así, para cuando experimenten tal «transformación de fe», comprenderán realmente la existencia «del reino del Padre» dentro de su corazón y surgirá en ellos la necesidad de dirigir sus pensamientos y sentimientos, su creencia y oración hacia una actitud más consciente de estar dispuestos a cumplir con la voluntad del Padre de ser «PERFECTOS COMO ÉL ES PERFECTO».
Los hombres y mujeres de hoy en día tienen el derecho de gozar de los placeres físicos y de satisfacer los efectos humanos, así como de beneficiarse por su lealtad a las asociaciones humanas y a las instituciones temporales, pero sin perder de vista que estas no constituyen los cimientos eternos sobre los que se construye la personalidad inmortal, ya que el objetivo de la realización humana debe de ser espiritual y no material. Dicha realización espiritual deberá de conquistar el tiempo y trascender el espacio para estar en condiciones de cumplir con el «mandato supremo de perfección» que exige DIOS a todas sus criaturas mortales y así logren alcanzar el destino eterno de perfección divina y el servicio finalista de llegar ante la presencia del Padre Universal que mora en el Paraíso. Pág.1095, 1096
El logro más sublime y supremo que a guarda a L O S VERDADEROS HIJOS DE DIOS POR LAFE.
GRACIAS, HERMANOS.