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Encuentro del 14 de mayo de 1999 en Dakar (Senegal), segunda parte | Luz y Vida — Núm. 3 — Diciembre 2005 — Índice |
Somos hijos del Supremo. La supremacía está con el bien de Dios. Nosotros, cuando hacemos el bien, sencillamente estamos uniéndonos con la voluntad de Dios. Quizás aquí radique el secreto de la eternidad, de la supervivencia del alma, de la inmortalidad futura del ser humano, de la progresión hacia mundos de gloria. En que la unión con el Espíritu rinde sus frutos, y son frutos de vida.
Creo que El Libro de Urantia es bastante claro al respecto. Los seres humanos, hijos de Dios nacidos del Espíritu son, más que hijos del Absoluto, hijos del Supremo. Si no me equivoco, también Dios Supremo trabaja desde el Paraíso-Havona para todo el Universo. El reto para el ser humano consiste en esta col-laboración. Trabajar codo a codo con el Padre-Madre, sin olvidar que se es pequeño como una gota de mar en el océano divino. Parece un gran misterio, que desde la finitud se atisbe la Infinitud divina.
También Jesús lo deja claro en sus mandamientos: sed perfectos, como Dios en el cielo es perfecto. Pero, ¿cómo una criatura mortal, con defectos, puede alcanzar este Espíritu? Puede ser que por la verdadera libertad que Dios otorga. Podemos elegir. El hijo de Dios ya elige. La vida es como una joya pulida, como una flor de loto, que se esfuerza en este mundo como si va viviera en el otro, en gloria y, por qué no, hasta en «poder», ése que tiene el que sirve a la humanidad; seguir la regla de oro, tratar al otro como a uno mismo y, así, a Dios Infinito.
Encuentro del 14 de mayo de 1999 en Dakar (Senegal), segunda parte | Luz y Vida — Núm. 3 — Diciembre 2005 — Índice |