© 1998 Ken Glasziou
© 1998 The Brotherhood of Man Library
Jesús fue a Gamala para visitar a Juan y a los que trabajaban con él en aquel lugar. Aquella noche, después de la sesión de preguntas y respuestas, Juan le dijo a Jesús: «Maestro, ayer fui a Astarot para ver a un hombre que enseñaba en tu nombre y que incluso pretendía ser capaz de echar a los diablos. Pero este hombre nunca ha estado con nosotros, ni tampoco nos sigue; por consiguiente, le he prohibido hacer esas cosas». Jesús dijo entonces:
«No se lo prohíbas. ¿No percibes que este evangelio del reino pronto será proclamado en todo el mundo? ¿Cómo puedes esperar que todos los que crean en el evangelio van a estar sometidos a tu dirección? Regocíjate de que nuestras enseñanzas ya han empezado a manifestarse más allá de los límites de nuestra influencia personal.»
«¿No ves, Juan, que los que afirman hacer grandes obras en mi nombre acabarán por sostener nuestra causa? Sin duda no se darán prisa en hablar mal de mí. Hijo mío, en este tipo de cosas, sería mejor que consideraras que quien no está contra nosotros está a nuestro favor. En las generaciones por venir, muchos hombres no enteramente dignos harán muchas cosas extrañas en mi nombre, pero no se lo prohibiré. Te hago saber que, incluso cuando alguien da una simple copa de agua fría a un alma sedienta, los mensajeros del Padre siempre toman nota de ese servicio realizado por amor.»
Juan se quedó muy perplejo con esta enseñanza. ¿No había oído decir al Maestro que «El que no está conmigo está contra mí?» No percibía que, en aquel caso, Jesús se había referido a la relación personal del hombre con las enseñanzas espirituales del reino, mientras que en el caso presente, hacía referencia a las extensas relaciones sociales exteriores entre los creyentes respecto a las cuestiones del control administrativo y de la jurisdicción de un grupo de creyentes sobre el trabajo de otros grupos que acabarían por formar la fraternidad mundial venidera. (LU 159:2.1-2)