© 1998 Marion Steward
© 1998 The Urantia Book Fellowship
© 2007 Olga López, por la traducción
[Presentado en la Conferencia de lectores de El Libro de Urantia de Australia y Nueva Zelanda, Sydney, 1997]
Nuestra misión aquí en este planeta es llegar a ser como Dios, pero la distancia entre nuestra condición mortal hasta Dios es inconmensurablemente grande, tal como los autores del Libro de Urantia nunca se cansan de recordar. Se nos dice que lo más útil que podemos hacer aquí en Urantia es estudiar la vida de Jesús. Cristo Miguel, en su misión de donación, fue y es el modelo definitivo para los ascendentes como nosotros; Él se llamaba a sí mismo el Hijo del hombre y el Hijo de Dios.
El Universo está a rebosar de Hijos de Dios, comenzando por el Hijo Eterno, siguiendo por todos los Hijos descendentes, Hijos Paradisíacos de Dios (Hijos Creadores), Hijos Magisteriales e Hijos Instructores Trinitarios; después por los Hijos de Dios de los Universos Locales – Hijos Melquisedek, Hijos Vorondadek, Hijos Lanonandek, Portadores de Vida y numerosas órdenes no reveladas de Hijos Trinidizados. Luego tenemos los Hijos ascendentes –fusionados con el Padre, fusionados con el Hijo y fusionados con el Espíritu, mortales, serafines evolutivos, Hijos Materiales ascendentes, seres intermedios y Ajustadores personalizados.
El lector podría llegar fácilmente a la conclusión de que ser como Dios significa convertirse en Hijo de Dios, –pero para aquellos de nosotros que les cueste verse como hijos, esto entraña cierta dificultad.
Por supuesto, podría ser una cuestión de lenguaje. En los años 1930 no existía la corrección política ni se evitaba el lenguaje sexista y racista. Quizá la palabra «hijo» se usara porque no hay palabra en inglés para «niño adulto». Niño de Dios, Niños de Dios –en inglés la palabra tiene implicaciones de inmadurez, y aunque es cierto que puede considerarse en términos de toda nuestra carrera universal, sí alcanzamos la madurez en cada etapa de nuestras vidas. En esas ocasiones en las que se alude a nosotros como niños, normalmente se hace a continuación alguna referencia acerca de nuestro crecimiento para convertirnos en Hijos de Dios.
Con frecuencia los autores deploran la penuria del idioma inglés y las restricciones que sufren al entregar esta revelación con limitaciones impuestas tanto por las deficiencias en el lenguaje como por la falta de conceptos espirituales avanzados en Urantia. Cuando empecemos a aprender «nebadonés» y «satanés», a medida que progresamos por los mundos mansión, descubriremos sin duda todo un abanico de términos útiles que necesitaremos para expresar nuestras ideas ampliadas sobre el universo. Estoy deseando llegar a Havona, donde «Una hora de instrucción equivaldría a diez mil años de métodos de memorización de Urantia». (LU 27:6.4)
Sin embargo, me inclino a pensar que utilizan «hijo» deliberadamente y otros términos de género específico para representar papeles y funciones, antes que descripciones físicas. En una frase reveladora, el Hijo Eterno es denominado también la Madre Universal, una declaración que va claramente más allá de temas de diferenciación sexual.
Leyendo un poco más se arroja un poco de luz sobre esto. En los documentos que tratan sobre los serafines, tenemos esta afirmación: « […] cuando tratamos con criaturas sexuadas tenemos la costumbre de llamar hijos de Dios a los seres que descienden más directamente del Padre y del Hijo, e hijas de Dios cuando nos referimos a los hijos del Espíritu. […]» (LU 38:2.2)
Estas son buenas noticias –¡el universo se revela rebosante de hijas! La lista de todos los hijos del Espíritu es muy larga –todas las Personalidades Elevadas del espíritu, los Directores del Poder Universal, las huestes de Mensajeros del espacio, los Espíritus Ministrantes de los superuniversos y de los universos locales –un extenso rango de seres que llevan a cabo una cantidad inconmensurable de tareas vitalmente importantes.
Entonces, ¿cómo son las Hijas de Dios? ¿Se comportan de modo diferente a los Hijos? ¿Podemos las hijas mortales aprender de ellas? ¿Cómo se relacionan las Hijas de Dios con los Hijos?
Lo más destacado de todo esto, en lo que respecta a los mortales, es que la hija con un estatus más elevado con la que podemos relacionarnos es el Espíritu Creativo, esa individualización del Espíritu Infinito que viene y trabaja con el Hijo Creador en la creación y administración del universo local. Se la denomina de varias formas: como Ministra Divina, el Espíritu Santo del Universo Local, o el Espíritu Madre del Universo Local.
En LU 33:3.4 leemos: « El Espíritu […] representa el papel de una madre, ayudando siempre al Hijo y permaneciendo eternamente indispensable para la administración del universo. […] ningún Hijo podría esperar el éxito final sin la cooperación incesante de la Ministra Divina y de su inmenso conjunto de asistentes espirituales, las hijas de Dios».
Un estudio de las secciones que tratan sobre el Hijo Creador y el Espíritu Creativo revela una relación de interdependencia muy estrecha. Miguel se apoya en el Espíritu por su omnipresencia, y ella en él por estar ligado al tiempo. Juntos pueden trascender el tiempo y el espacio. En toda la creación del universo local, ella es totalmente indispensable –proporciona la mente a cada criatura, proporciona la chispa de vida, crea los Siete Espíritus Ayudantes que fomentan el desarrollo mental de las criaturas y ministra a todos los seres humanos mediante su Espíritu Santo.
Esta Hija de Dios tiene muchos atributos que me encantaría emular, pero desafortunadamente Dios no ha organizado el universo de ese modo. No podemos esperar ser omnipresentes, aunque sería útil, ni podemos aspirar nunca a otorgar la mente, la materia física o la chispa vital a otros seres del mismo modo que ella hace –aunque, claramente, las que somos lo bastante afortunadas para ser madres tenemos alguna pálida experiencia de esto al estilo humano en la administración de nuestros hogares y familias.
En lo que respecta a la relación entre la Hija y el Hijo, en la entronización de Miguel como Hijo Maestro, la Hija Creativa de nuestro universo reconoce su subordinación a él y le jura fidelidad y obediencia. En contrapartida, Miguel reconoce su dependencia eterna de ella y la declara cogobernante de su universo, igual a él en personalidad y atributos divinos (LU 33:3.6)
Esta relación se describe como «el elevado ideal de la familia y de la institución humana del matrimonio voluntario» (LU 33:3.6)
¿Cuáles son los temas de reflexión para las hijas? Declarar públicamente la subordinación y jurar lealtad y obediencia al marido no es una actitud moderna, por decirlo suavemente, pero tampoco es común, por lo que sé, que los maridos reconozcan su dependencia de sus esposas, aunque nuestra sociedad ha estado lidiando con la cuestión de la igualdad durante algún tiempo, y continuará haciéndolo en el futuro inmediato.
Entonces, ¿qué pasa con otras Hijas en el Universo? En un nivel bastante lejano al nuestro están las Hijas Materiales, las Evas. Aunque raramente en el libro se las menciona por separado –casi siempre se alude a «los Hijos e Hijas Materiales». En LU 74:0.1 leemos: «Los Hijos e Hijas Materiales siempre sirven juntos. En todo tiempo y lugar, la esencia de su servicio consiste en no estar nunca separados. Están destinados a trabajar en parejas; rara vez ejercen su actividad a solas». Su tarea principal es «multiplicar y elevar a los hijos del tiempo», y contribuyen al mejoramiento de las razas mediante la educación cultural, particularmente en los reinos físico, científico y económico. Dirigen mucho con el ejemplo.
Consideren la orden de «multiplicarse». Nuestra propia Eva tuvo 32 hijas y 32 hijos antes de la falta, y 42 niños antes de dejar el Jardín. No se especifica pero parece claro que el número de niñas y niños siempre es el mismo. Ya tenía 50 hijos y 50 hijas antes de venir a Urantia, así que cuando se trataba de multiplicarse, realmente cumplió con sus responsabilidades: ¡206 hijos!. Dada la mayor brevedad de nuestra vida, ¡no creo que se espere que mejoremos esos estándares!
Al estudiar la forma de vida de Adán y Eva, se refuerza grandemente el tema del trabajo conjunto en igualdad de condiciones que vimos entre Miguel y la Ministra Divina. En LU 74:3.5, donde la llegada de los Hijos Materiales se describe con gran detalle, El Libro de Urantia afirma: «¡Prestad atención! En este grupo había tanto mujeres como hombres, y era la primera vez que ocurría una cosa así en la tierra desde los tiempos de Dalamatia. Fue una innovación asombrosa contemplar a Eva, una mujer, compartir con un hombre los honores y las responsabilidades de los asuntos del mundo».
En LU 74:7.21, «Adán intentó enseñar a las razas la igualdad de los sexos. La manera en que Eva trabajaba al lado de su marido causó una profunda impresión en todos los habitantes del Jardín. Adán les enseñó claramente que la mujer aporta, de igual modo que el hombre, los factores de la vida que se unen para formar un nuevo ser». Esta fue una idea nueva para los humanos de aquellos días, y quién sabe el tipo de sociedad en la que estaríamos viviendo ahora si no se hubiera producido la falta.
Los Hijos e Hijas Materiales viven de modo permanente, por supuesto, en las capitales de los sistemas, y hay ciertamente muchos de ellos. En el último registro había 161.432.840 Hijos e Hijas Materiales en Nebadon, y todos desempeñan un papel importante en la administración de esas esferas y en la formación posterior de los mortales ascendentes. Dirigen las guarderías probatorias en el mundo de los finalitarios y llevan a los ascendentes a vivir con ellos en sus hogares. Modelan «los ideales de la unión de un hombre y una mujer en los lazos del matrimonio y con la finalidad de procrear y criar una descendencia».
Así que ahora tenemos dos ideales de matrimonio, y este estudio sobre las hijas se está convirtiendo también en un examen de hombres y mujeres y de la manera en que se relacionan. ¿Qué tiene que decir el libro sobre hombres y mujeres? En LU 84:6.3: «El hombre y la mujer son […] dos variedades distintas de la misma especie. […] Sus puntos de vista y sus reacciones a la vida son esencialmente diferentes; son totalmente incapaces de una comprensión plena y real entre ellos». Esta afirmación daría en el clavo con la mayoría de parejas de este planeta.
Más adelante, en LU 84:6.5: «Muchas órdenes de criaturas del universo son creadas en fase dual de manifestación de la personalidad. Entre los mortales, los Hijos Materiales y los midsonitas, esta diferencia se describe como masculina y femenina; entre los serafines, querubines y Compañeros Morontiales, ha sido denominada positiva o enérgica, y negativa o introvertida». El punto clave aquí es el uso de la expresión «manifestación de la personalidad». Jesús describió esto también: «en el reino de los cielos no hay ni ricos ni pobres, ni libres ni esclavos, ni hombres ni mujeres, sino que todos son igualmente los hijos e hijas de Dios». (LU 150:1.3) Así que, incluso cuando la parte masculina y femenina han desaparecido, seguimos siendo hijos e hijas y «las diferencias de puntos de vista […] subsisten […] a lo largo de toda la ascensión del universo local y del superuniverso». (LU 84:6.6)
Surge la pregunta de por qué el Padre Universal nos creó hombre y mujer.[1] ¿De qué forma o formas es esto mejor que ser, digamos, hermafroditas y simplemente reproducirnos a nosotros mismos? Una posible respuesta puede ser que, de una manera muy pequeña, en la experiencia de trabajar juntos, las hijas y los hijos de Urantia pueden tener una ligera idea de cómo Dios el Padre trabaja junto con el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito.
En LU 111:5.1: «Compartir es parecerse a Dios —es divino. Dios lo comparte todo con el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito, y éstos a su vez comparten todas las cosas con los Hijos divinos y las Hijas espirituales de los universos.»
Quizás esto sea exagerar un poco el punto, pero la idea esencial es que es el patrón, el ejemplo, lo que importa. A nuestra pequeña manera, en nuestras pequeñas esferas de operación e influencia, podemos intentar modelar este patrón de compartir.
En LU 54:2.1, «Dios proyectó el eterno Havona con el Hijo y en el Espíritu, y desde entonces ha prevalecido el arquetipo eterno de la participación coordinada en la creación —el compartir. Este arquetipo del compartir es el diseño maestro para cada uno de los Hijos e Hijas de Dios que salen al espacio para emprender el intento de copiar en el tiempo el universo central de perfección eterna.»
Y el mismo Miguel, nuestro propio Hijo Creador que ha trabajado con nuestra propia Hija Creadora del Espíritu durante eones en la creación y administración de nuestro propio universo local, nos animó a seguir este ejemplo en nuestras vidas en Urantia. Sorprendió y asombró a todos en su defensa de la igualdad de las mujeres y en su trato igualitario hacia ellas. Una y otra vez los apóstoles se lo encontraban hablando con una mujer junto a un pozo, o en la calle, a menudo una mujer de reputación menos que deseable, dando palabras de consuelo y aliento a estas hijas de Dios. A pesar de esto, se quedaron completamente asombrados cuando estableció el cuerpo de evangelistas de mujeres y emitió una proclamación de emancipación, tan similar a la proclamación de igualdad con el Espíritu Materno del Universo que emitió al final de su otorgamiento en Urantia.
Hablando sobre el matrimonio y el divorcio, dijo: «[…] es voluntad divina que los hombres y las mujeres encuentren su servicio más elevado, y la alegría consiguiente, estableciendo un hogar para recibir y criar a los hijos, en cuya creación estos padres se convierten en asociados de los Hacedores del cielo y de la Tierra.» (LU 167:5.7)
Y el que posiblemente sea el momento más pintoresco de todos: su pequeña charla con el hombre que vio regañando a su esposa en el muelle de Tarento durante su regreso de Roma: «¿No sabes que los hombres y las mujeres están asociados con Dios, en el sentido de que cooperan para crear seres que crecen hasta poseer el potencial de almas inmortales? El Padre que está en los cielos trata como a un igual al Espíritu Madre de los hijos del universo. Es parecerse a Dios compartir tu vida y todo lo relacionado con ella en términos de igualdad con la compañera y madre que comparte contigo tan plenamente esa experiencia divina de reproduciros en las vidas de vuestros hijos.» (LU 133:2.2)
¿Dónde, pues, están las Hijas de Dios? Están en todas partes: los seres espirituales creados por el Espíritu Infinito y sus hijos, a veces trabajando en parejas, a veces solos. Las Hijas Espirituales que se convierten en Madres en cada Universo Local, y trabajan arduamente en estrecha cooperación con los Hijos Creadores, intentando modelar el patrón divino de compartir en sus propias esferas. Y las Hijas Materiales, al igual que los Hijos Materiales, muestran a los humanos los logros superiores posibles de una mujer y un hombre trabajando juntos. Dios ha hecho posible que incluso nosotros los mortales aquí en Urantia, en el peldaño más bajo de la escalera de la ascensión, hagamos esto también, y tal vez al hacerlo lleguemos a una mejor comprensión de lo que significa ser como Dios.
Este artículo en Innerface International: https://urantia-book.org/archive/newsletters/innerface/vol5_1/page3.html
Traducción original: https://aue.urantia-association.org/wp-content/uploads/sites/6/2018/03/HijasDios.pdf
Nota del Editor: Este párrafo y siguientes se han añadido a la traducción por faltar en la traducción original. ↩︎