© 1996 Ken Glasziou
© 1996 The Brotherhood of Man Library
Las incertidumbres de la vida y las vicisitudes de la existencia no contradicen de ninguna manera el concepto de la soberanía universal de Dios. La vida de cualquier criatura evolutiva está asaltada por ciertas inevitabilidades. Examinad las siguientes:
La valentía —la fuerza de carácter— ¿es deseable? Entonces el hombre debe educarse en un entorno donde sea necesario luchar contra las dificultades y reaccionar ante las decepciones.
El altruismo —el servicio a los semejantes— ¿es deseable? Entonces la experiencia de la vida debe proporcionar situaciones donde se encuentren desigualdades sociales.
La esperanza —la grandeza de la confianza— ¿es deseable? Entonces la existencia humana debe enfrentarse continuamente con inseguridades e incertidumbres recurrentes.
La fe —la afirmación suprema del pensamiento humano— ¿es deseable? Entonces la mente del hombre ha de encontrarse en esa situación incómoda en la que siempre sabe menos de lo que puede creer.
El amor a la verdad —y la buena disposición a seguirla dondequiera que conduzca— ¿es deseable? Entonces el hombre debe crecer en un mundo donde el error esté presente y la falsedad sea siempre posible.
El idealismo —el concepto que se acerca a lo divino— ¿es deseable? Entonces el hombre debe luchar en un entorno de bondad y de belleza relativas, en un ambiente que estimule la aspiración incontenible hacia cosas mejores.
La lealtad —la devoción al deber más elevado— ¿es deseable? Entonces el hombre debe caminar entre las posibilidades de traición y de deserción. El valor de la devoción al deber consiste en el peligro implícito de incumplirlo.
El desinterés —el espíritu del olvido de sí mismo— ¿es deseable? Entonces el hombre mortal debe vivir cara a cara con las reivindicaciones incesantes de un ego ineludible que pide reconocimiento y honores. El hombre no podría elegir dinámicamente la vida divina si no hubiera ninguna vida egoísta a la que renunciar. El hombre nunca podría aferrarse a la rectitud para salvarse si no existiera ningún mal potencial para exaltar y diferenciar el bien por contraste.
El placer —la satisfacción de la felicidad— ¿es deseable? Entonces el hombre debe vivir en un mundo donde la alternativa del dolor y la probabilidad del sufrimiento son posibilidades experienciales siempre presentes. (LU 3:5.5-14)