© 2004 Ken Glasziou
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Cuando el hombre se acerca al estudio y examen del universo desde el exterior, trae a la existencia las diversas ciencias físicas; cuando aborda la investigación de sí mismo y del universo desde adentro, da origen a la teología ya la metafísica. El arte posterior de la filosofía se desarrolló en un esfuerzo por armonizar las muchas discrepancias que inevitablemente aparecían entre los hallazgos y las enseñanzas de estas dos avenidas diametralmente opuestas de acercamiento al universo de las cosas y los seres.
La religión tiene que ver con el punto de vista espiritual, la conciencia del interior de la experiencia humana. La naturaleza espiritual del hombre le brinda la oportunidad de convertir el universo de afuera hacia adentro. Por lo tanto, es cierto que, vista exclusivamente desde el interior de la experiencia de la personalidad, toda la creación parece ser de naturaleza espiritual.
Sin embargo, cuando el hombre inspecciona analíticamente el universo a través de las dotes materiales de sus sentidos físicos y la percepción mental asociada, el cosmos parece ser mecánico. Tal técnica de estudio de la realidad consiste en dar la vuelta al universo.
No se puede construir un concepto filosófico lógico y consistente del universo sobre las postulaciones del materialismo o del espiritualismo, porque ambos sistemas de pensamiento, cuando se aplican universalmente, se ven obligados a ver el cosmos distorsionado. Nunca, entonces, ni la ciencia ni la religión, por sí mismas y por sí solas, pueden esperar obtener una comprensión adecuada de las verdades y relaciones universales sin la guía de la filosofía humana y la iluminación de la revelación divina.
El espíritu interior del hombre siempre debe depender para su expresión y autorrealización del mecanismo y la técnica de la mente. Asimismo, la experiencia externa del hombre de la realidad material debe basarse en la conciencia mental de la personalidad que experimenta. Por lo tanto, las experiencias humanas espirituales y materiales, internas y externas, están siempre correlacionadas con la función de la mente y condicionadas, en cuanto a su realización consciente, por la actividad de la mente. El hombre experimenta la materia en su mente; experimenta la realidad espiritual en el alma pero se vuelve consciente de esta experiencia en su mente. El intelecto es el armonizador y el siempre presente acondicionador y calificador de la suma total de la experiencia mortal. Tanto las cosas de energía como los valores espirituales están coloreados por su interpretación a través de los medios mentales de la conciencia.
La ciencia es el intento de estudio del hombre de su entorno físico, el mundo de la energía-materia; la religión es la experiencia del hombre con el cosmos de los valores espirituales; La filosofía ha sido desarrollada por la mente del hombre en un esfuerzo por organizar y correlacionar los hallazgos de estos conceptos ampliamente separados en algo así como una actitud razonable y unificada hacia el cosmos, y cuando es aclarada por la revelación, la filosofía funciona aceptablemente en presencia de la ruptura y la destrucción. fracaso del sustituto de la razón del hombre–metafísica.
La ciencia debe estar siempre fundamentada en la razón, aunque la imaginación y la conjetura ayuden a ampliar sus fronteras. La religión siempre depende de la fe, aunque la razón es una influencia estabilizadora y una sierva útil. Sin embargo, siempre ha habido, y siempre habrá, interpretaciones engañosas de los fenómenos tanto del mundo natural como del espiritual, las ciencias y las religiones.
Basándose en su comprensión incompleta de la ciencia, en su débil dominio de la religión y en sus tentativas frustradas en metafísica, el hombre ha intentado construir sus formulaciones filosóficas. El hombre moderno construiría en verdad una filosofía valiosa y atractiva de sí mismo y de su universo si no fuera por la ruptura de su importantísima e indispensable conexión metafísica entre los mundos de la materia y del espíritu, ya que la metafísica no ha logrado tender un puente sobre el abismo morontial entre lo físico y lo espiritual. (LU 103:6.12)
La revelación es la única esperanza que tiene el hombre evolutivo para tender un puente sobre el abismo morontial. La fe y la razón, sin la ayuda de la mota, no pueden concebir ni construir un universo lógico. Sin la perspicacia de la mota, el hombre mortal no puede discernir la bondad, el amor y la verdad en los fenómenos del mundo material. LU 103:6.13
La revelación es la única esperanza realista del hombre evolutivo de salvar el abismo entre el dominio material y el espiritual. Pero la revelación es siempre personal. Por eso el hombre debe vivir siempre, por la fe, en medio de la incertidumbre. Y esta verdad es el acompañamiento inevitable del don más precioso de Dios del libre albedrío para toda la humanidad.
La paz viene de dentro. No la busques desde fuera.
Buda