© 2004 Ken Glasziou
© 2004 The Brotherhood of Man Library
No se puede dudar de que estos Documentos de Urantia a veces serpentean entre lo sublime y lo ridículo. Esto se vuelve más comprensible si recordamos que gran parte del contenido inicial constituye la respuesta a las preguntas de los miembros del «Foro» que intentaban deliberadamente tender trampas para que los reveladores se traicionaran a sí mismos. La realidad del libro en sí da testimonio de que los reveladores sobrevivieron a este período de prueba a pesar de las limitaciones que les impusieron las reglas del universo sobre la revelación que proscribían revelar conocimiento no ganado, lo cual estaba en conflicto directo con la determinación de los miembros del Foro de «hacer preguntas que ningún ser humano podría responder».
Además, la tarea de los reveladores también debía llevarse a cabo sin derogar un decreto divino:
Ningún otro ser, ninguna fuerza, ningún creador o agente en todo el extenso universo de universos puede interferir en ninguna medida en la soberanía absoluta del libre albedrío humano, tal como éste funciona dentro del campo de la elección, en lo referente al destino eterno de la personalidad del mortal que escoge. En lo que concierne a la supervivencia eterna, Dios ha decretado que la voluntad material y humana es soberana, y este decreto es absoluto. (LU 5:6.8)
«Ninguna criatura personal puede ser forzada a emprender la aventura eterna; la puerta de la eternidad sólo se abre en respuesta a la libre elección de los hijos con libre albedrío del Dios del libre albedrío.» (LU 5:6.12)
El libre albedrío implica ausencia de coerción. La libre elección implica también la ausencia de coerción. El autoritarismo es siempre condicional.
Por lo tanto, si los reveladores proporcionaran el más mínimo indicio de que su palabra estaba respaldada por la autoridad divina, podrían causar un daño infinito a quienes aceptaran esa autoridad y confiaran en ella. Aceptar el camino de Dios como nuestro camino, elegir siempre hacer la voluntad de Dios y hacerla por nuestra propia voluntad requiere que no estemos seguros acerca de Dios. Porque si estamos seguros de Dios y elegimos su camino por los beneficios que traerá, eso es simplemente sentido común, no libre albedrío. El libre albedrío a menudo es ilógico, como para aquellos que dan su vida para salvar a un amigo, y más aún si dan su vida para salvar a un enemigo. Quizás la incertidumbre no sea tan mala:
En las eras planetarias más avanzadas, estos serafines acrecientan la apreciación humana de la verdad de que la incertidumbre es el secreto de la continuidad satisfecha. Ayudan a los filósofos mortales a comprender que cuando la ignorancia es esencial para conseguir algo, sería un desatino colosal que la criatura conociera el futuro. Realzan el gusto del hombre por el dulzor de la incertidumbre, por el encanto y el atractivo de un futuro impreciso y desconocido. (LU 39:5.9)
Los autores siempre han intentado dejar la puerta entreabierta lo suficiente para que la incertidumbre se abriera paso en la mente del lector. Lo cual puede ser por qué tenemos, en estos Documentos, una mezcla tan extraña de profecía y error.
Si la revelación no tuvo el propósito de brindar nuevos conocimientos en campos como la ciencia y la historia, ni darnos una guía de viaje por las esferas celestiales y un censo de la jerarquía celestial, ¿cuál fue entonces su propósito?
Éste es pues el curso primario o elemental con el que se enfrentan los peregrinos del espacio cuya fe ha sido probada y que tanto han viajado. Pero mucho antes de llegar a Havona, estos hijos ascendentes del tiempo han aprendido a deleitarse con las incertidumbres, a enriquecerse con las decepciones, a entusiasmarse con los fracasos aparentes, a estimularse en presencia de las dificultades, a mostrar un valor indomable frente a la inmensidad, y a ejercer una fe invencible cuando se enfrentan con el desafío de lo inexplicable. Hace mucho tiempo que el grito de guerra de estos peregrinos se ha vuelto: «En unión con Dios, nada —absolutamente nada— es imposible». (LU 26:5.3)