© 1998 Ken Glasziou
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El lunes por la noche, Tomás se rindió. Pero el martes por la noche, Natanael había conseguido que Rodán creyera en la personalidad del Padre, y había producido este cambio de opinión en el griego mediante las etapas de razonamiento siguientes:
El Padre Paradisiaco goza de una igualdad de comunicación con al menos otros dos seres que son plenamente iguales y totalmente semejantes a él —el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito. En vista de la doctrina de la Trinidad, el griego estuvo obligado a admitir la posibilidad de que el Padre Universal tuviera una personalidad. (El examen posterior de estas discusiones fue lo que condujo a una ampliación del concepto de la Trinidad en la mente de los doce apóstoles. Por supuesto, la creencia general consideraba que Jesús era el Hijo Eterno).
Puesto que Jesús era igual al Padre, y puesto que este Hijo había conseguido manifestar su personalidad a sus hijos terrestres, este fenómeno constituía la prueba del hecho, y la demostración de la posibilidad, de que las tres Deidades poseían una personalidad, y zanjaba para siempre la cuestión respecto a la aptitud de Dios para comunicarse con el hombre y a la posibilidad del hombre de comunicarse con Dios.
Jesús estaba en términos de asociación mutua y de comunicación perfecta con el hombre; Jesús era el Hijo de Dios. La relación entre el Hijo y el Padre presupone una igualdad de comunicación y un entendimiento afín mutuo; Jesús y el Padre eran uno solo. Jesús mantenía igualmente y al mismo tiempo una comunicación comprensiva tanto con Dios como con el hombre; puesto que ambos, Dios y el hombre, comprendían el significado de los símbolos de la comunicación de Jesús, tanto Dios como el hombre poseían los atributos de la personalidad en lo referente a los requisitos para tener la aptitud de intercomunicarse. La personalidad de Jesús demostraba la personalidad de Dios, y al mismo tiempo probaba de manera concluyente la presencia de Dios en el hombre. Dos cosas que están relacionadas con una tercera, están relacionadas entre sí.
La personalidad representa el concepto más elevado que el hombre tiene de la realidad humana y de los valores divinos; Dios también representa el concepto más elevado que el hombre tiene de la realidad divina y de los valores infinitos; por consiguiente, Dios debe ser una personalidad divina e infinita, una personalidad de hecho, aunque trascienda de manera infinita y eterna el concepto y la definición humanos de la personalidad, pero sin embargo continúa siendo siempre y universalmente una personalidad.
Dios debe ser una personalidad, puesto que es el Creador de toda personalidad y el destino de toda personalidad. La enseñanza de Jesús «Sed pues perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto», había causado una enorme influencia sobre Rodán.
Cuando Rodán escuchó estos argumentos, dijo: «Estoy convencido. Reconoceré que Dios es una persona si me permitís modificar mi confesión de esta creencia atribuyendo al significado de personalidad un conjunto de valores más amplios, tales como sobrehumano, trascendental, supremo, infinito, eterno, final y universal. Ahora estoy convencido de que, aunque Dios debe ser infinitamente más que una personalidad, no puede ser nada menos. Estoy satisfecho de poner fin a la controversia y de aceptar a Jesús como la revelación personal del Padre y como la compensación de todas las lagunas de la lógica, la razón y la filosofía». (LU 161:1.5-11)
Sólo pueden experimentar la estabilidad de la personalidad aquellos que han descubierto y abrazado al Dios viviente como meta eterna de consecución infinita. (LU 160:1.14)