© 1997 Ken Glasziou
© 1997 The Brotherhood of Man Library
La teoría muerta, incluso de las doctrinas religiosas más elevadas, no tiene poder para transformar el carácter humano o para controlar el comportamiento de los mortales. Lo que el mundo de hoy necesita es la verdad que vuestro instructor de antaño declaró: «No solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo». La semilla de la verdad teórica está muerta y los conceptos morales más elevados no tienen efecto a menos que, y hasta que, el Espíritu divino sople sobre las formas de la verdad y vivifique las fórmulas de la rectitud.
Aquellos que han recibido y reconocido la presencia interior de Dios han nacido del Espíritu. «Sois el templo de Dios, y el espíritu de Dios habita en vosotros». No es suficiente con que este espíritu se haya derramado sobre vosotros; el Espíritu divino debe dominar y controlar cada fase de la experiencia humana.
La presencia del Espíritu divino, el agua de la vida, es la que impide la sed devoradora del descontento de los mortales y el hambre indescriptible de la mente humana no espiritualizada. Los seres motivados por el espíritu «nunca tienen sed, pues este agua espiritual será en ellos una fuente de satisfacción que mana hasta la vida eterna». Estas almas divinamente regadas son casi independientes del entorno material en lo que se refiere a las alegrías de la vida y a las satisfacciones de la existencia terrenal. Están iluminadas y refrescadas espiritualmente, fortalecidas y dotadas moralmente.
En todo mortal existe una naturaleza doble: la herencia de las tendencias animales y el impulso elevado del don espiritual. Durante la corta vida que vivís en Urantia, estos dos impulsos opuestos y diferentes rara vez se pueden conciliar plenamente; difícilmente se pueden armonizar y unificar; pero durante toda vuestra vida, el Espíritu combinado aporta siempre su ministerio para ayudaros a someter la carne cada vez más a la guía del Espíritu. Aunque tenéis que vivir vuestra vida material hasta el fin, aunque no podéis escapar del cuerpo ni de sus necesidades, sin embargo, en lo que se refiere a vuestros propósitos e ideales, tenéis la facultad de someter cada vez más la naturaleza animal al dominio del Espíritu. Existe en verdad dentro de vosotros una conspiración de fuerzas espirituales, una confederación de poderes divinos, cuyo propósito exclusivo consiste en liberaros definitivamente de la esclavitud material y de los obstáculos finitos. (LU 34:6.6-9)