© 2000 Larry Mullins
© 2000 La Christian Fellowship de Estudiantes de El libro de Urantia
¿Cómo hizo el Jesús humano las cosas que hizo?
Los Documentos de Urantia nos dicen, con respecto a Jesús, que «El secreto de su incomparable vida religiosa fue esta conciencia de la presencia de Dios; y la consiguió mediante oraciones inteligentes y una adoración sincera —una comunión ininterrumpida con Dios— y no por medio de directrices, voces, visiones, apariciones o prácticas religiosas extraordinarias». (LU 196:0.10) También se nos dice que este conocimiento sobre la vida religiosa de Jesús es el conocimiento humano más valioso que podemos alcanzar.
Este mismo conocimiento puede transformar nuestras vidas y nuestras relaciones. Puede desbloquear el poder creativo que duerme dentro de nosotros y generar una nueva vida. La belleza y el poder de una verdad como esta nos confrontarán continuamente hasta que lleguemos a un acuerdo con ella. Además, esa verdad se expresa en muchas religiones y por muchas personas que nunca han oído hablar del Libro de Urantia. Nuestro grupo de apoyo espiritual ha estado estudiando dos fuentes alternativas de verdad espiritual que traducen el poder de la presencia de Dios en una experiencia religiosa humana práctica.
Una fuente es un artículo reciente titulado «Los siete dones del Espíritu» de Thomas Keating, un sacerdote católico. [1] La otra fuente es un pequeño libro de Frank Laubach, Practicing His Presence. [2] El artículo de Keating proporciona algunas ideas valiosas para los urantianos que están interesados en la meditación, pero consideran que las prácticas carismáticas no son saludables. El libro de Laubach es una colección de cartas escritas a su padre en 1930-32. Estas cartas revelan el secreto de su asombrosa productividad en sus últimos años.
Thomas Keating cita a Pablo: «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es». (II Cor. 5:17) Los Documentos de Urantia nos dicen (sin hacer referencia a Pablo) sobre LU 100:7.18: «Si un hombre tiene a Cristo Jesús dentro de él, es una criatura nueva; las cosas viejas van desapareciendo; y mirad, todas las cosas se vuelven nuevas». Esta promesa ha conmovido el corazón humano durante siglos. La pregunta siempre ha sido: ¿Cómo realizamos la promesa de Jesús de que renovará nuestras vidas y transformará nuestra perspectiva? Keating propone una técnica para lograrlo, un método llamado «oración centradora».
El tema del padre Keating es una técnica para adquirir una actitud mediante la cual podamos recibir los frutos del espíritu: el don de Dios. Los Documentos de Urantia nos dicen el LU 143:1.7 que la «bravura superior y suprema consiste en la fidelidad inflexible a las convicciones iluminadas de las realidades espirituales profundas. Una valentía así constituye el heroísmo del hombre que conoce a Dios. Y todos vosotros sois hombres que conocéis a Dios; sois, en verdad, los asociados personales del Hijo del Hombre».
El artículo de Keating es demasiado largo y lleno de ideas para discutirlo aquí en profundidad, pero una idea visual que proporcionó fue muy valiosa para nuestro grupo. Keating explica que hay dos maneras de pedir que el poder y la energía del Espíritu llenen nuestra alma. Una es decir: «Dame esto». La otra es cerrar la puerta de nuestra mente humana y orar en secreto, sin palabras, con nuestro corazón. Volvemos todo nuestro ser hacia Dios con confianza infantil: «Nuestra apertura al Espíritu podría compararse a los pajaritos que abren el pico ante el gusano que trae uno de sus padres. Prácticamente la mitad del pajarito es su boca». Esta poderosa imagen visual es difícil de olvidar. Indica una pasión y un hambre por los dones del Espíritu, y una apertura que difícilmente podría ser más vívida.
El otro trabajo que ha sido valioso para nuestro grupo son las cartas de Frank Laubach a su padre, Practicing His Presence. Hasta los 45 años, Laubach pasó su vida como un oscuro misionero entre los musulmanes del sur de Filipinas. Luego, como antes que él el hermano Lorenzo, decidió intentar experimentar continuamente la presencia de Jesús. Cuarenta años después, cuando murió a la edad de 85 años, Frank Laubach era uno de los hombres más conocidos y queridos del siglo XX. Escribió más de cincuenta libros y fue considerado por muchos como el mayor educador de los tiempos modernos. Las fuentes de la extraordinaria vida de este hombre se remontan a la solitaria choza en la que vivía en la isla de Mindano. Fue aquí donde emprendió la mayor aventura que un hombre o una mujer puede intentar: encontrar y vivir en la presencia de Dios en todo momento. Su breve libro narra sus experiencias internas durante este audaz esfuerzo.
Una vez más, sólo puedo referirme a los aspectos más destacados de lo que dijo Laubach. Uno de los mensajes más poderosos de estas cartas revela la absoluta practicidad de lo que estaba haciendo. Al igual que Jesús, éste no era un oscuro místico que escuchaba voces e indicaciones. Nos dice que «vivir en la presencia es muy, muy difícil». Sin embargo, «hace que todo lo demás sea más fácil». Aquí está quizás la gran libertad que Jesús ofreció a la humanidad. Una vez que encontramos a Dios, todo lo demás se suma.
Esto resonó con mi propia experiencia personal. Una vez, en un momento muy oscuro de mi vida, necesitaba desesperadamente dinero. Estaba en medio de un divorcio y el mundo entero parecía estar aplastando mi espíritu. Ya no podía estar a la altura del desafío. Una noche busqué y oré por rescate, y encontré un pasaje de un libro de Emmett Fox. En efecto, dijo: ¿Pero qué pasa con aquellos que ahora están desesperados por recibir ayuda inmediata, que necesitan pagar la hipoteca, que están a punto de comparecer ante el tribunal, que temen el amanecer de otro día? Esto llamó mi atención, y el pasaje que siguió me dio mi respuesta: «Encuentra a Dios en tu interior y luego deja que suceda lo peor. Ten fe, él te librará, no te desamparará. Tu única tarea es hacer esta conexión; sin él, nada más importa». Acepté este mensaje porque para entonces ya había perdido la esperanza. Yo era un pajarito hambriento que ansiaba el espíritu con todo el corazón. Esa noche dormí en paz como hijo de Dios, y efectivamente Dios me libró.
Por tanto, debemos recordar que somos «asociados personales del Hijo del Hombre». El gran valor de un buen grupo de apoyo espiritual es que hace surgir el Espíritu de la Verdad cada vez que nos reunimos. Las dos obras que aquí se comentan no fueron descubrimientos míos, fueron regalos de dos de mis compañeros asociados del Hijo del Hombre que asisten a nuestro grupo. Las ideas espirituales se multiplican al compartir. Lo que comparto contigo lo retengo y tú también lo adquieres. Y nosotros