© 2013 Line St-Pierre
© 2013 Fundación Urantia
Traducir El libro de Urantia al parsi | Volumen 7, Número 2, Junio 2013 — Índice | La tercera reunión del Blue Club en Frankfurt (Alemania) |
De Line St-Pierre, fideicomisaria asociada, Ste-Sophie (Quebec, Canadá)
Como dice mi amiga Chichi: «necesitamos estar atentos». Así es como se presentó esta oportunidad. Nunca pensaba que regresaría a Perú para visitar a las mujeres que conocí en 2010 cuando mi marido, Gaétan Charland, y yo viajamos a Sudamérica para promocionar el Simposio de Liderazgo de la Asociación Urantia Internacional de 2011.
El pasado octubre, mientras estaba en Chicago para asistir a la reunión de los fideicomisarios, conocí a Sandra Burga-Cisneros Pizarro, que vive en Suiza. Como yo, ella es una nueva fideicomisaria asociada y también hija de mi amiga Lourdes, que vive en Perú. Cuando Sandra y yo nos conocimos tuvimos inmediatamente una conexión más allá de la amistad. Durante el fin de semana compartimos muchas ideas. Ella me dijo que iba a visitar a su familia en Sudamérica en abril de 2013, y me invitó a que fuera con ella. Le dije que no me tentara pero finalmente decidí aprovecharme de su ofrecimiento para experimentar un compañerismo más profundo con las personas que conocí en 2010.
¿Cuántos de nosotros podemos declarar que el mundo es un lugar amistoso y acogedor?
Este viaje tenía una finalidad importante: decir a esas mujeres lo personalmente inspiradoras que eran para mí, y compartir con ellas mi proyecto para educar a mujeres en Canadá, para enseñarles su valor, su importancia y su belleza, y para impartirles la verdad de que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros.
Cuando llegué a Lima, me trataron con mucha amabilidad y generosidad. Durante mi estancia de dos semanas, las hermanas Pizarro, Lourdes y Cecilia, me presentaron a 35 lectores de El libro de Urantia, y sorprendentemente sólo cinco de ellos eran hombres. ¡En todos los lugares del mundo que he visitado, nunca me he encontrado con un grupo con tantas lectoras!
Durante mi visita, asistí a tres grupos de estudio que Cecilia Pizarro dirige en Lima. Tenían entre seis y nueve participantes, y al final de cada reunión Cecilia pedía a los asistentes que compartieran lo que pensaban y sentían acerca de la reunión. Incluso los más silenciosos compartían algo, algo bello acerca de lo que habían aprendido. Había presente una energía muy pura y conmovedora.
Fui testigo de que las mujeres líderes actuaban según su comprensión de las enseñanzas. Quieren marcar la diferencia y que el servicio a los demás sea su legado.
Algunas de las mujeres sirven a los más necesitados en sus comunidades locales, donde las personas comparten sus preocupaciones y sus creencias sobre la vida. Una mujer ayuda en un centro de mujeres y niños víctimas de abusos. Otras publican artículos en diarios locales, e invitan a café y conversan sobre los temas de la vida. Cuando parece que la ocasión es propicia, comparten algunas enseñanzas de El libro de Urantia, y eso puede durar meses.
Otra mujer trabaja con jóvenes adultos y reformula los «Pensamientos para reflexionar» en palabras que las generaciones más jóvenes puedan relacionar, y a continuación las envía a su página de Facebook. Otras han puesto anuncios en autopistas con afirmaciones sugerentes, se podría decir que son llamadas para despertar.
Un ejemplo está en el anuncio de más abajo: «Si no lo hago para mí, entonces… ¿Quién lo haría para mí? Y… si no lo hago ahora, entonces… ¿cuándo?».
Muchas de estas mujeres llevan leyendo El libro de Urantia durante casi 20 años, y reconocen la gran responsabilidad que se insinúa en sus enseñanzas. Siento que este es justo el comienzo de una nueva era en Perú, en la que dar servicio a la gente compartiendo su propio entendimiento con los más necesitados del país.
Un pequeño grupo ha diseñado un juego de mesa con cartas y preguntas. Su idea era compartir las enseñanzas de manera lúdica, como una manera atractiva de ayudarles a solucionar sus problemas humanos, descubrir su yo más alto y llevarles amablemente hacia el descubrimiento del libro y sus enseñanzas.
Nuestras culturas pueden ser diferentes, pero las mujeres son las mismas y tienen las mismas preocupaciones en todas partes. Todas anhelamos un mundo mejor para nuestros hijos y nietos. Al educar a las madres para que sean mejores madres, sus hijos serán mejores padres, mejores ciudadanos, profesores, políticos, conductores de autobús, técnicos, etc.
Este viaje supuso para mí conocer a personas en un terreno espiritual donde el vínculo en acción se puede expandir. Como una espiral que comienza con una idea o concepto y se eleva hacia algo más, continúa a medida que la espiral se hace cada vez más grande. Aunque ellas me inspiraron en 2010, cuando regresé para compartir mi proyecto de educación de mujeres, ellas me dijeron que era una inspiración para ellas a través de lo que hago. No siempre nos damos cuenta del alcance de nuestras acciones.
El hombre que conoce a Dios no describe sus experiencias espirituales para convencer a los incrédulos, sino para la edificación y la satisfacción mutua de los creyentes. LU 1:6.6
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