© 2001 The Brotherhood of Man Library
«En el reino de la fraternidad creyente de los amantes de la verdad que conocen a Dios, esta regla de oro adquiere cualidades vivientes de realización espiritual en aquellos niveles superiores de interpretación que inducen a los hijos mortales de Dios a considerar que este mandato del Maestro les exige que se relacionen con sus semejantes de tal manera, que éstos reciban el mayor bien posible como resultado de su contacto con los creyentes. Ésta es la esencia de la verdadera religión: que améis a vuestro prójimo como a vosotros mismos.»
«Pero la comprensión más elevada y la interpretación más verdadera de la regla de oro consiste en la conciencia del espíritu de la verdad de la realidad perdurable y viviente de esta declaración divina. El verdadero significado cósmico de esta regla de las relaciones universales solamente se revela en su comprensión espiritual, en la interpretación que el espíritu del Hijo hace de la ley de la conducta al espíritu del Padre que reside en el alma del hombre mortal. Cuando esos mortales conducidos por el espíritu se dan cuenta del verdadero significado de esta regla de oro, se llenan a rebosar con la certeza de ser ciudadanos de un universo amistoso, y sus ideales de realidad espiritual sólo se satisfacen cuando aman a sus semejantes como Jesús nos amó a todos. Ésta es la realidad de la comprensión del amor de Dios.»
«Esta misma filosofía de flexibilidad viviente y de adaptabilidad cósmica de la verdad divina a las necesidades y capacidades individuales de cada hijo de Dios, ha de ser percibida antes de que podáis esperar comprender adecuadamente la enseñanza y la práctica del Maestro de la no resistencia al mal. La enseñanza del Maestro es básicamente una declaración espiritual. Incluso las implicaciones materiales de su filosofía no pueden considerarse con utilidad independientemente de sus correlaciones espirituales. El espíritu del mandato del Maestro consiste en no oponer resistencia a todas las reacciones egoístas hacia el universo, y al mismo tiempo alcanzar de manera dinámica y progresiva los niveles rectos de los verdaderos valores espirituales: la belleza divina, la bondad infinita y la verdad eterna —conocer a Dios y volverse cada vez más como él.»
«El amor, el altruismo, debe sufrir una interpretación readaptativa constante y viviente de las relaciones de acuerdo con las directrices del Espíritu de la Verdad. El amor debe captar así los conceptos ampliados y siempre cambiantes del bien cósmico más elevado para la persona que es amada. Luego, el amor continúa adoptando esta misma actitud hacia todas las demás personas que quizás pudieran ser influidas por las relaciones crecientes y vivientes del amor que un mortal conducido por el espíritu siente por otros ciudadanos del universo. Toda esta adaptación viviente del amor debe efectuarse a la luz del entorno de mal presente y de la meta eterna de la perfección del destino divino.»
«Y así, tenemos que reconocer claramente que ni la regla de oro ni la enseñanza de la no resistencia se pueden entender nunca correctamente como dogmas o preceptos. Sólo se pueden comprender viviéndolas, percatándose de sus significados en la interpretación viviente del Espíritu de la Verdad, que dirige el contacto afectuoso entre los seres humanos.»
«Y todo esto indica claramente la diferencia entre la antigua religión y la nueva. La antigua religión enseñaba la abnegación; la nueva religión sólo enseña el olvido de sí mismo, una autorrealización elevada gracias al servicio social unido a la comprensión del universo. La antigua religión estaba motivada por la conciencia del miedo; el nuevo evangelio del reino está dominado por la convicción de la verdad, el espíritu de la verdad eterna y universal. En la experiencia de la vida de los creyentes en el reino, ninguna cantidad de piedad o de lealtad a un credo puede compensar la ausencia de esa amabilidad espontánea, generosa y sincera que caracteriza a los hijos del Dios viviente nacidos del espíritu. Ni la tradición, ni un sistema ceremonial de culto oficial, pueden compensar la falta de compasión auténtica por nuestros semejantes.» (LU 180:5.7-12)
La meta principal de la vida
Aunque este evangelio del reino nunca deja de traer una gran paz al alma del creyente individual, no traerá la paz a la Tierra hasta que los hombres no estén dispuestos a creer de todo corazón en mis enseñanzas, y a establecer la práctica de hacer la voluntad del Padre como meta principal de su vida mortal. (LU 180:6.1)
Una vez que la razón reconoce lo verdadero y lo falso, da muestras de sabiduría; cuando la sabiduría escoge entre lo verdadero y lo falso, entre la verdad y el error, demuestra la guía del espíritu. (LU 103:9.10)
Una mente que no debe ser cambiada por el lugar o el tiempo. La mente es su propio lugar, y en sí misma puede hacer un Cielo del Infierno, un Infierno del Cielo.
John Milton