© 2020 Luis Garcia-Bory
© 2020 Asociación Internacional Urantia (IUA)
(Transcrito y editado de una presentación virtual dada en el 24-hour Online Urantia Event el 21 de marzo de 2020)
Es probable que la pandemia de coronavirus del 2020 pase a la historia de nuestro planeta como el momento en el que muchos nos vimos obligados a comprender que Urantia es un ecosistema vivo autónomo, donde cualquier cosa que ocurre en una parte de la red impacta en grados diversos sobre todos nosotros y el entorno biológico en el que coexistimos. Sin embargo, esta idea no viene acompañada de tranquilidad. La lucha, el dolor y el sufrimiento están presentes en muchos rincones de nuestro mundo. Y el aspecto más doloroso es, por supuesto, la pérdida de miles de vidas que ya estamos presenciando.
En muchos países afectados por la pandemia se insta a millones de personas a que se queden en casa, ya que los hospitales y los servicios de salud están al límite de su capacidad. Muchos países pobres se esfuerzan incluso por iniciar los trabajos básicos necesarios para proteger a su población. La histeria se desata y la desinformación se va extendiendo. El pánico domina la razón y se extiende el miedo irracional. Vaciamos las estanterías de los supermercados y nos obsesionamos con mantener las distancias y con la seguridad individual. El suministro mundial de bienes deja de fluir y llega la calamidad económica. Comenzamos a comprender que es probable que seamos testigos de la más severa depresión económica de nuestra vida.
Nuestros lugares de trabajo se detienen, nuestros coches se detienen, nuestros aviones y trenes se detienen, nuestros parques se detienen, nuestros lugares de culto y reunión y la actividad física y el ocio se detienen. En un grado u otro, muchos aspectos de nuestra vida se detienen, ya que nos vemos obligados a mantener las distancias para contener la velocidad de propagación de la infección.
Y este inesperado aislamiento provoca un profundo cambio en la forma en que vivimos nuestra vida cotidiana: de repente nos vemos obligados a ir más despacio y a mirarnos en casa, a mirar nuestras propias vidas más allá de nuestro entorno laboral y a fijarnos más en nuestros sistemas de apoyo y en las vidas de los que nos rodean, y a replantearnos nuestras prioridades más allá de los plazos de trabajo y los objetivos financieros y las ambiciones personales y familiares.
Nos vemos obligados a detenernos y reflexionar sobre el hecho de que nuestras decisiones y acciones individuales en relación con esta pandemia no solo afectarán a nuestros seres queridos más cercanos, sino también a nuestras familias y comunidades extendidas y a otros compañeros humanos mucho más allá de nuestra esfera inmediata de interés, conveniencia o influencia. Nos vemos obligados a recordar que somos (paradójicamente) prescindibles y valiosos, y que nuestra vida es al mismo tiempo tan frágil y resiliente como las de los demás. Y que la resiliencia y la supervivencia del ecosistema solo puede ser posible porque todos formamos una red que se une y da estabilidad al conjunto.
Quizá sea necesario que todos realicemos un movimiento consciente desde el miedo, la inercia y la inacción para que elevemos fielmente nuestra conciencia planetaria, abandonemos en esta pandemia el ámbito de los pensamientos basado en el egoísmo individual y empecemos a reflexionar sobre lo que El libro de Urantia llama un ministerio de hermandad que se centra en producir desinteresadamente los frutos del espíritu. Eso quizá requiera que mejoremos nuestra mentalidad desde la pregunta «¿Cómo va a afectarme esta pandemia a mí y a mis seres queridos?» hasta: «¿Qué puedo hacer yo y cómo puedo colaborar con otros para ayudar a un mayor número de personas que me rodean, especialmente a los más vulnerables?». La acción individual guiada por el Espíritu nos ayudará a dar pequeños pasos en los albores de la edad de esfuerzo espiritual de nuestro planeta, y podemos hacerlo si:
Volvemos a centrar nuestra energía hacia el pensamiento y la acción progresivos, que incluye una mayor… agudeza intelectual, la sabiduría económica, la habilidad social y el vigor moral… en_… la derrota de las enfermedades_ [LU 71:8.1,8], y aunque se ha revelado que los humanos están_… lejos de hacer realidad estos ideales elevados, las razas civilizadas han empezado a caminar —la humanidad está en marcha hacia uns destinos evolutivos superiores_ [LU 71:8.15] y podemos hacer esfuerzos conscientes diarios para seguir en marcha.
Refrescamos nuestra conciencia y la activación de nuestras extraordinarias dotes espirituales: intuición espiritual (o perspicacia de la fe), razón espiritual (o inteligencia del alma) y filosofía espiritual (la sabiduría de las realidades espirituales) que creo que son los fundamentos de la fe religiosa (consciencia moral), por la cual sabemos que_… El alma del hombre se revela por medio de la fe religiosa, y demuestra la divinidad potencial de su naturaleza emergente por la manera característica en que induce a la personalidad mortal a reaccionar ante ciertas situaciones intelectuales y sociales duras y difíciles._ Y Muestra una serenidad inexplicable y una tranquilidad continua a pesar de las enfermedades desconcertantes e incluso de los sufrimientos físicos agudos [LU 101:3.4,8].
Renovamos nuestro compromiso con la unidad del servicio de Dios y adoptamos la unidad espiritual (de que todos somos hijos de Dios e iguales espiritualmente [LU 141:5.1])como la piedra angular del servicio centrado en los hermanos. Jesús enseñó a los apóstoles que tenían la misión de «consolar a los afligidos y cuidar a los enfermos» y que … deberían ayudar a todos los que sufren los dolores de las enfermedades humanas, señalando en particular las enfermedades de la carne —las aflicciones generalmente consideradas como enfermedades físicas y las mentes perturbadas —las aflicciones no físicas, posteriormente consideradas como dificultades y desórdenes emocionales y mentales [LU 141:4.4-6].
Recordemos que:
** …y sus cuerpos auxiliares los virus… [LU 65:2.3]
Veo muchos signos alentadores de que esta pandemia ya está provocando un cambio positivo en la consciencia de muchas personas en todos los continentes de Urantia. Nos damos cuenta de la fragilidad del bienestar de nuestros mayores, intentamos proteger más a nuestros hijos y a nuestros cónyuges; nos encontramos por primera vez con algunos vecinos que nunca habíamos visto. Vemos cómo las ciudades superpobladas y demasiado contaminadas vuelven a estar tranquilas y limpias. Nos tomamos más tiempo para fijarnos en los dependientes de la tienda de comestibles, de la farmacia y en un sinfín más de los que nos ayudan a vivir una vida limpia, sana y ordenada. Nos invita a apreciarlos más y a estar agradecidos de tenerlos en nuestra vida. Porque tenerlos nos hace completos, y con ellos nuestro ecosistema continúa.
Tenemos ante nosotros una oportunidad única para la elevación espiritual planetaria tan solo con que busquemos responder a los acontecimientos actuales que rodean a la crisis invitando conscientemente al Espíritu a que tome la iniciativa y nos guíe para fortalecer los lazos que nos unen como humanos, con independencia de las creencias, preferencias, orígenes o cualidades individuales. Unidos en el amor a la vida y al ministerio, donde la belleza, la verdad y la bondad inspiran y guían cada decisión, cada acción, cada acto de servicio desinteresado que hacemos cada día por los demás. Al igual que millones de otros humanos, nuestros verdaderos héroes de Urantia están luchando y arriesgando sus propias vidas para tratar y salvar a otros, para hacer posible que tengamos comida en la mesa y víveres en la despensa, que nuestros servicios funcionen para que podamos estar conectados e informados y tomar precauciones y cuidarnos mutuamente; en resumen, para que nuestro ecosistema no solo sobreviva sino también vuelva a prosperar algún día.
Me gustaría invitarles a repensar cómo podemos responder a esta crisis:
Me gustaría terminar con estos dos extractos inspiradores de El libro de Urantia:
El espíritu divino no se pone en contacto con el hombre mortal por medio de los sentimientos o las emociones, sino en el ámbito de los pensamientos más elevados y más espiritualizados. Son vuestros pensamientos, y no vuestros sentimientos, los que os conducen hacia Dios. La naturaleza divina sólo se puede percibir con los ojos de la mente. Pero la mente que discierne realmente a Dios, que escucha al Ajustador interior, es la mente pura. «Sin santidad, ningún hombre puede ver a Dios». Toda comunión interna y espiritual de este tipo se califica de perspicacia espiritual. Estas experiencias religiosas son el resultado de la impresión producida en la mente del hombre por las operaciones combinadas del Ajustador y del Espíritu de la Verdad, a medida que actúan entre y sobre las ideas, los ideales, las percepciones y los esfuerzos espirituales de los hijos evolutivos de Dios. [LU 101:1.3]
Éste es pues el curso primario o elemental con el que se enfrentan los peregrinos del espacio cuya fe ha sido probada y que tanto han viajado. Pero mucho antes de llegar a Havona, estos hijos ascendentes del tiempo han aprendido a deleitarse con las incertidumbres, a enriquecerse con las decepciones, a entusiasmarse con los fracasos aparentes, a estimularse en presencia de las dificultades, a mostrar un valor indomable frente a la inmensidad, y a ejercer una fe invencible cuando se enfrentan con el desafío de lo inexplicable. Hace mucho tiempo que el grito de guerra de estos peregrinos se ha vuelto: «En unión con Dios, nada — absolutamente nada — es imposible» [LU 26:5.3]