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Convergencias y divergencias: aparición en la escena cósmica de la materia-energía | Luz y Vida — Núm. 38 — Diciembre 2014 — Índice | Noticias de la Asociación Urantia de España |
Eduardo Altuzarra es miembro fundador de la Asociación Urantia de España, legalmente constituida en el año 2007. Ocupo el cargo de vicepresidente en su primera Junta Directiva y actualmente es tesorero. Lector de El Libro de Urantia desde la primavera de 1994. Tiene 63 años, está casado, tiene dos hijos y dos nietos. Es jubilado de empresa ferroviaria y vive en la ciudad de Miranda de Ebro (Burgos).
Comencé mi andadura con este libro porque un amigo nos dijo al grupo de Metafísica al que pertenecíamos por aquella época (1990, aproximadamente) que había encontrado un libro escrito en francés que se titulaba Le Livre d’Urantia. Tomamos interés por él, escribimos a la dirección y contestaron que se encontraba en pleno periodo de traducción al idioma español para posteriormente publicarlo, y que cuando eso fuera realidad nos avisarían. Esperamos como tres años y por fin en 1993 tuvimos el libro en nuestras manos.
No comencé a leerlo en aquellos momentos porque a primera vista tanto texto «empachó» mis ojos.
Cierto es que, quizás principalmente debido a mi educación religiosa en mi infancia y adolescencia, anterior a estos acontecimientos, llevaba como veinte años buscando y tratando de encontrar «señales» que de un modo o de otro me convencieran de que la existencia de Dios es una realidad, algo que posteriormente en el tiempo ya he encontrado y tengo que reconocer que es muy difícil de demostrar.
Ni qué decir tiene que nada de lo vivido durante todo ese largo periodo pudo darme una explicación convincente. En honor a la verdad, tengo que manifestar que no soy persona que se deje convencer fácilmente.
En un momento dado, allá por la primavera de 1994, seguramente después de «desempacharme», harto de buscar y perder el tiempo en triquiñuelas del tres al cuarto, un buen día me acerqué a las estanterías de mi biblioteca, acaricié el pesado libro, lo tomé en mis manos y dejé que se abriera al azar… ¡Eureka! Se desplegó por 4:5 y leí: 5. LAS IDEAS ERRONEAS DE DIOS. A continuación comencé a leer y tanto me agradó lo que iba leyendo que hoy es la fecha en la que continúo con esa lectura, con esa historia que para mí, hoy por hoy, es interminable.
Considero francamente que no sabría muy bien cómo expresarla o definirla, pero si tengo que decirlo de alguna manera, diré que al leer inicialmente aquellos párrafos del comienzo del libro, en un primer momento, yo diría que fue de asombro. A medida que me adentraba en su lectura fue de alegría y, inmerso posteriormente en ella, fue de autoconvencimiento. El libro venía a decir aquello que más o menos yo sospechaba en mi fuero interno desde hacia tiempo, pero que nadie lo había dicho o escrito de un modo tan análogo.
Actualmente, considero que fueron tan fuertes los impactos, las impresiones y las sensaciones vividas que me quedé enganchado de por vida. Nunca nada ni nadie con tan pocas palabras, en tan corto espacio de tiempo, me había podido convencer. Inaudito.
Esta pregunta tiene una fácil respuesta. Entiendo que acepté que ese libro es lo que dice ser desde el principio, al poco tiempo de iniciar su lectura, ya que de no haber sido de esa manera actualmente estaría leyendo novelas de Marcial Lafuente Estefanía y no escribiendo este cuestionario.
En realidad el libro no ha cambiado mi vida en su forma, entendiendo forma como variaciones estructurales, sustanciales o intrínsecas en mi persona. Continúo siendo lo que era. Considero que el libro me «capturó» con una edad (44) en la que la idiosincrasia de un ser humano se encuentra bastante afianzada en el propio ser.
A lo largo de los veinte años que llevo en ello, observo que me encuentro asimilando en mí lo que logro entender de lo que interpreto de su lectura; lo que aprovecho del estudio y los diálogos en el seno de los grupos de estudio y de lo que aprendo a través de las opiniones de otros lectores. Tengo que decir que el libro me ha aportado un alto y profundo conocimiento de la realidad. Actualmente estoy convencido de que Dios es una realidad, indemostrable pero real. Todo ello está haciendo en mí que viva una serie de experiencias que me llevan a reflexionar para que preste más atención a las ideas, más respeto a los pensamientos, más delicadeza a las palabras y mejores modales a los actos.
¿Por qué? Pues porque considero que eso es el mejor caldo de cultivo para mi alma, o sea, para «los cimientos» de mi futuro destino, cosa que anteriormente no hubiese sabido ni cómo comenzar. Actualmente observo una perspectiva más ampliada del horizonte que contemplan mis ojos. Hasta ahí llego, hablando de cambios.
Antes de encontrarme con este libro la verdad es que me encontraba algo perdido, despistado y confundido, pero estimo que ya era creyente desde mi infancia, aunque debo reconocer que no practicante.
Por esa época no era muy consciente de mi fe, si es que existía en mí, pero creer creía ya que mis educadores me enseñaron de muy diversas maneras a separar el grano de la paja. Posiblemente no tenía muy claro cómo ordenar las ideas que poseía dentro de mi cabeza con arreglo a lo que había aprendido en mi educación religiosa, seguramente.
No sé si estaré equivocado, pero creo que la creencia es la antesala de la fe. Después de leer este libro, mi vida se ha modelado en algunos aspectos. El sentido religioso ha cambiado. Ahora conozco algo más y mejor a Dios y sé que el servicio a mis semejantes es algo muy importante.
En cierto modo, puedo decir que si antes no tenía fe y era tan sólo creencia, ahora sí poseo una fe, aunque reconozco que no es muy grande y consistente debido a que en ocasiones me asaltan las dudas ante las vicisitudes del diario vivir, pero sí me da la suficiente fuerza y esperanza como para que en cada caída vuelva a levantarme.
Sí, muchos y muy recalcitrantes, esto será debido a mi cabezonería.
Me cuesta aceptar el sufrimiento en toda su escala como «compañero» de vida, la felicidad queda relegada a un sueño, a una ilusión, a algo transitorio.
Me cuesta aceptar el purgar por la inoperancia e irresponsabilidad de los sin escrúpulos.
Me cuesta aceptar que inevitablemente tengamos que evolucionar a base de experimentar calamidades, debidas mayoritariamente al desconocimiento de la realidad.
Me cuesta aceptar que estemos privados de una mayor y mejor «ayuda» porque tenemos que ser más pacientes, más comprensivos y más humildes.
Me cuesta aceptar que, siendo todos hijos de un mismo Padre Universal, unos tengan la suerte de encontrarle y otros no.
Y lo más de lo más que me cuesta aceptar es cómo un Hijo Paradisiaco, Miguel de Nebadon, hecho hombre en la tierra como Jesús de Nazaret, tuviera que morir crucificado y no de viejo como la mayoría de los mortales de este planeta.
Si entendemos por parte, una de las cuatro de las que consta el libro, diré con rotunda seguridad que la primera parte. Sobre todo los seis u ocho primeros documentos. Nunca había escuchado yo eso de Padre Universal. En ningún sitio había leído yo lo que en el comienzo de ese libro se dice y mucho menos de esa forma. A ninguna persona había oído yo decir lo que en esos documentos se cuenta. Cada vez que leía, volvía a leer y a releer porque mi entendimiento no daba crédito. Me veía como Bastian, ahí en un desván desvencijado del colegio, «devorando» párrafos del libro, La Historia Interminable, entusiasmado y «fundido» con él. Mi imaginación me arrastro hasta límites insospechados.
Yo creo que la respuesta es fácil, es sencilla: es entender el mensaje y ponerlo en práctica.
Claro, dicho así suena a pedantería, pero si lo razonamos un poco dentro de una lógica tiene una explicación y su consiguiente comprensión. Se dice: Dios ha hecho al ser humano a su imagen y semejanza, y encima nos ha dotado de un potencial único, diría yo, para poder llegar a ser perfectos como lo es Él. Entonces tenemos que saber todo lo que más podamos, tanto de Él como de todo aquello que nos rodea, para hacer las cosas como Él las haría en nuestro lugar. También se dice que Dios, nuestro Padre Universal, es el padre de todas las criaturas y que, como padre, todos somos sus hijos. Y si todos somos sus hijos, todos nosotros somos hermanos. Es más, como padre nos ama y nos respeta de un modo infinito, pues nosotros debemos amarnos y respetarnos de igual manera o lo más parecido. De esto se deduce que debemos adorar y amar a nuestro Padre y amarnos como hermanos. Ahora tan sólo queda, con arreglo a esos mensajes, marcarse unos objetivos y ponerlos en práctica. Así es como entiendo yo el hacer la voluntad del Padre.
Así, así, más o menos, diría yo. En dos ocasiones he vivido unos momentos en los que me han venido a la mente unas ideas de transcendencia que no me imagino yo que salieran de mi cerebro, lo cierto es que puestas en escena modificaron el sentido de ciertos comportamientos de mi vida. No sabría discernir si aquellos momentos e ideas fueron «obra» de él. Yo creo que sí, pero como humano, hoy por hoy, tengo mis dudas.
Si nos referimos a la general de que al ser hijos del mismo Padre debemos amarnos los unos a los otros como Él no enseño, como hermanos, pues debo contestar que en ocasiones sí la he puesto en práctica. Lo que no he llegado a saber muy bien, en algunos momentos, es cómo se lo ha tomado mi prójimo, ya que algunas veces he salido súper feliz y otras he tenido la sensación de salir decepcionado. Seguramente que en estas últimas no he sabido aplicar bien la voluntad del Padre. Actualmente sigo practicando.
No, El Libro de Urantia no tiene nada de misterioso. El misterio para mí es ¿por qué unos se dedican a leerlo y otros no? Yo pienso que el misterio se encuentra en esta tierra, entre los humanos. Creo que somos miedosos y egoístas por naturaleza. Unos superan en el tiempo y por circunstancias esos… ¿rasgos? y otros no.
Pero el libro no es oscuro, ni enigmático. El libro revela la realidad. El libro lo cuenta todo. El libro es bastante transparente. El libro es coherente. Por no sé qué circunstancias de la vida que no termino de comprender muy bien del todo, a pesar de haber leído el libro, un sector amplio de la sociedad actual dedica la gran mayoría del tiempo al materialismo, a lo banal y muy poco a tendencias que amplíen el comportamiento y el servicio, ante las necesidades y penurias humanas.
No hay tiempo, ni responsabilidades para buscar «las perlas» de la vida y de la sabiduría; es más fácil vivir «libre» y sin compromisos dando la espalda a la realidad, sin ser muy conscientes que todo tiene «su precio». Posteriormente llega el lamento.
Tan solo que después de haber leído El Libro de Urantia ya no puedo decir aquello de: ¡Ah, pues… es que eso no lo sabía! Actualmente soy consciente de que he adquirido un compromiso eterno, estoy metido en ello hasta «las cejas». Me siento muy orgullo de haber encontrado el libro, para mí, de una historia interminable.
Al final creo que Dios creó la eternidad para tenernos eternamente entretenidos.
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