© 1990 Marilynn Kulieke
© 1990 The Urantia Book Fellowship (anteriormente Urantia Brotherhood)
por Marilynn Kulieke
Nota del autor: Esta presentación fue una exploración del conflicto entre egoísmo y altruismo. Lo que sigue es una serie de citas de El Libro de Urantia que proporcionaron la base para la discusión que tuvo lugar dentro del taller. En el primer apéndice (A), hay una copia de la hoja de trabajo que se repartió como organizador del taller. El Apéndice B contiene dos representaciones visuales que intentaron integrar el contenido presente en el taller.
La elección moral está normalmente acompañada de un mayor o menor conflicto moral. Este primer conflicto de la mente infantil tiene lugar entre los vivos deseos del egoísmo y los impulsos del altruismo. El Ajustador del Pensamiento no desprecia los valores que los móviles egoístas tienen para la personalidad, pero trabaja para conceder una ligera preferencia a los impulsos altruistas que conducen a la meta de la felicidad humana y a las alegrías del reino de los cielos. (LU 103:2.7)
¿Cuáles son los componentes del yo?
Sería útil en el estudio de la individualidad recordar:
Las partes componentes del yo pueden funcionar de numerosas maneras —pensando, sintiendo, deseando— pero sólo los atributos coordinados de la personalidad completa están enfocados hacia una acción inteligente; y todos estos poderes están asociados con la dotación espiritual de la mente mortal cuando un ser humano ama sincera y desinteresadamente a otro ser, ya sea humano o divino. (LU 112:2.7)
En el organismo humano, la suma de las partes constituye el yo —la individualidad— pero este proceso no tiene absolutamente nada que ver con la personalidad, que unifica todos estos factores en sus relaciones con las realidades cósmicas. (LU 112:1.18)
La finalidad de la evolución cósmica consiste en alcanzar la unidad de la personalidad mediante el dominio creciente del espíritu, una reacción volitiva a las enseñanzas y directrices del Ajustador del Pensamiento. La personalidad, tanto humana como superhumana, está caracterizada por una cualidad cósmica inherente que podríamos llamar «la evolución del dominio», la expansión del control sobre sí mismo y sobre el entorno. (LU 112:2.15)
Durante la vida física, el yo material, la entidad-ego de la identidad humana, depende del funcionamiento continuo del vehículo vital material, de la existencia continua del equilibrio inestable entre las energías y el intelecto, a lo que se le ha dado el nombre de vida en Urantia. Pero la individualidad con valor de supervivencia, la individualidad que puede trascender la experiencia de la muerte, sólo evoluciona efectuando un traslado potencial de la sede de la identidad de la personalidad evolutiva desde el vehículo transitorio de la vida —el cuerpo material— hasta el alma morontial de naturaleza más duradera e inmortal, y luego más allá, hasta aquellos niveles en que el alma se impregna de la realidad espiritual y alcanza finalmente el estado de una realidad espiritual. Este traslado efectivo desde una asociación material hasta una identificación morontial se lleva a cabo mediante la sinceridad, la perseverancia y la firmeza de las decisiones de la criatura humana que busca a Dios. (LU 112:2.20)
La mente material es el ámbito en el que viven las personalidades humanas, son conscientes de sí mismas, toman sus decisiones, escogen o abandonan a Dios, se eternizan o se destruyen a sí mismas. (LU 111:1.3)
[Pero] la inteligencia por sí sola no puede explicar la naturaleza moral. La moralidad, la virtud, es innata en la personalidad humana. La intuición moral, la comprensión del deber, es un componente de la dotación mental humana … La mentalidad del hombre trasciende de lejos la de sus primos animales, pero es su naturaleza moral y religiosa la que le distingue especialmente del mundo animal. (LU 16:7.1)
La mente humana no crea valores reales; la experiencia humana no ofrece una perspicacia del universo. En lo que concierne a la perspicacia, el reconocimiento de los valores morales y el discernimiento de los significados espirituales, todo lo que la mente humana puede hacer es descubrir, reconocer, interpretar y elegir.
Los valores morales del universo se vuelven posesiones intelectuales mediante el ejercicio de los tres criterios básicos, o elecciones, de la mente mortal:
- El criterio de sí mismo —la elección moral.
- El criterio social —la elección ética.
- El criterio de Dios —la elección religiosa.Así pues, parece ser que todo progreso humano se efectúa mediante una técnica de evolución revelatoria conjunta. (LU 196:3.10-14)
Cuando el hombre no consigue discernir los objetivos de sus esfuerzos como mortal, está actuando en el nivel de existencia animal. No ha conseguido sacar partido de las ventajas superiores de la agudeza material, el discernimiento moral y la perspicacia espiritual que forman parte integrante de su dotación mental cósmica como ser personal. (LU 16:7.5)
La virtud es la rectitud —la conformidad con el cosmos. Nombrar las virtudes no es definirlas, pero vivirlas es conocerlas. La virtud no es el simple conocimiento ni tampoco la sabiduría, sino más bien la realidad de una experiencia progresiva para alcanzar los niveles ascendentes de consecución cósmica. En la vida diaria del hombre mortal, la virtud se hace realidad eligiendo firmemente el bien en lugar del mal, y esta capacidad para elegir es la prueba de que se posee una naturaleza moral. (LU 16:7.6)
La elección del hombre entre el bien y el mal no está influida solamente por la agudeza de su naturaleza moral, sino también por otras influencias tales como la ignorancia, la inmadurez y las ilusiones. Cierto sentido de la proporción también está implicado en el ejercicio de la virtud, porque se puede cometer el mal cuando se elige lo menor en lugar de lo mayor, a consecuencia de la deformación o del engaño. El arte de la valoración relativa o de la medida comparativa entra en la práctica de las virtudes del ámbito moral. (LU 16:7.7)
La naturaleza moral del hombre se encontraría impotente sin el arte de la medida, sin el discernimiento que está incorporado en su capacidad para examinar a fondo los significados. La elección moral sería igualmente inútil sin esa perspicacia cósmica que proporciona la conciencia de los valores espirituales. Desde el punto de vista de la inteligencia, el hombre se eleva hasta el nivel de un ser moral porque está dotado de personalidad. (LU 16:7.8)
Los actos morales son las acciones humanas caracterizadas por la inteligencia más elevada, dirigidas por una diferenciación selectiva tanto en la elección de los fines superiores como en la elección de los medios morales para alcanzar dichos fines. Una conducta así es virtuosa. La virtud suprema consiste pues en elegir de todo corazón hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. (LU 16:7.10)
Cuando un ser moral escoge ser desinteresado al enfrentarse con el impulso de ser egoísta, lleva a cabo una experiencia religiosa primitiva. Ningún animal puede hacer esta elección; esta decisión es a la vez humana y religiosa. Abarca el hecho de la conciencia de Dios y manifiesta el impulso hacia el servicio social, la base de la fraternidad de los hombres. Cuando la mente escoge, mediante un acto de libre albedrío, un juicio moral justo, esta decisión constituye una experiencia religiosa. (LU 103:2.8)
Nunca es posible hacer progresar la moralidad por medio de la ley o de la fuerza. Es un asunto personal y de libre albedrío, y ha de propagarse por contagio mediante el contacto entre las personas con fragancia moral y aquellas que son menos sensibles a la moral, pero que tienen también en cierta medida el deseo de hacer la voluntad del Padre. (LU 16:7.9)
…su aptitud para escoger entre los valores emergentes del bien y el mal —la elección moral. (LU 108:2.2)
La elección moral más elevada consiste en elegir el valor más elevado posible, y ésta siempre consiste —en cualquier esfera, y en todas ellas— en elegir hacer la voluntad de Dios. (LU 39:4.14)
Muchas dificultades temporales del hombre mortal proceden de su doble relación con el cosmos. El hombre es una parte de la naturaleza —existe en la naturaleza— y sin embargo es capaz de trascenderla. El hombre es finito, pero está habitado por una chispa de la infinidad. Esta situación dual no solamente proporciona el potencial para el mal, sino que engendra también numerosas situaciones sociales y morales cargadas de muchas incertidumbres y de no pocas inquietudes. (LU 111:6.1)
La valentía que se necesita para llevar a cabo la conquista de la naturaleza y para trascenderse a sí mismo es una valentía que puede sucumbir a las tentaciones del orgullo. El mortal que puede trascender su yo podría ceder a la tentación de deificar su propia conciencia de sí mismo. El dilema mortal consiste en el doble hecho de que el hombre está esclavizado a la naturaleza, mientras que al mismo tiempo posee una libertad única —la libertad de elegir y de actuar espiritualmente. En los niveles materiales, el hombre se encuentra subordinado a la naturaleza, mientras que en los niveles espirituales triunfa sobre la naturaleza y sobre todas las cosas temporales y finitas. Esta paradoja es inseparable de las tentaciones, del mal potencial, de los errores de decisión, y cuando el yo se vuelve orgulloso y arrogante, el pecado puede aparecer. (LU 111:6.2)
El yo se ha abandonado al impulso misterioso de una motivación que lo abarca todo, que impone una autodisciplina más intensa, disminuye los conflictos emocionales y hace que la vida mortal sea digna de ser vivida. El reconocimiento pesimista de las limitaciones humanas se transforma en una conciencia natural de los defectos humanos, unida a la determinación moral y a la aspiración espiritual de alcanzar las metas más elevadas del universo y del superuniverso. Esta intensa lucha por alcanzar los ideales supermortales está siempre caracterizada por un aumento de la paciencia, la indulgencia, la fortaleza y la tolerancia. (LU 100:6.4)
A fin de cuentas, el Ajustador otorgado al hombre es impermeable al mal e incapaz de pecar, pero las maquinaciones pecaminosas de una voluntad humana perversa y egoísta pueden realmente deformar, desvirtuar y volver malvada y fea la mente mortal. Del mismo modo, esta mente puede volverse noble, hermosa, verdadera y buena —realmente grande— en conformidad con la voluntad iluminada por el espíritu de un ser humano que conoce a Dios. (LU 111:1.6)
…antes de que un niño se haya desarrollado lo suficiente como para adquirir una capacidad moral y, por lo tanto, ser capaz de escoger el servicio altruista, ya ha desarrollado una naturaleza egoísta fuerte y bien unificada. Esta situación de hecho es la que da origen a la teoría de la lucha entre la naturaleza «superior» y la naturaleza «inferior», entre el «antiguo hombre pecador» y la «nueva naturaleza» de la gracia. Un niño normal empieza a aprender muy pronto en la vida que es «más bienaventurado dar que recibir». (LU 103:2.9)
El hombre tiende a identificar el impulso de servirse a sí mismo con su ego —con su yo. Por contraste, se siente inclinado a identificar la voluntad de ser altruista con alguna influencia exterior a él —Dios. Y en verdad este juicio es correcto, pues todos estos deseos altruistas tienen realmente su origen en las directrices del Ajustador del Pensamiento interior, y este Ajustador es un fragmento de Dios. La conciencia humana reconoce el impulso del Monitor espiritual como la incitación a ser altruista, a preocuparse por los semejantes. Ésta es al menos la experiencia inicial y fundamental de la mente del niño. Cuando el niño que crece no consigue unificar su personalidad, el impulso altruista puede superdesarrollarse hasta el punto de perjudicar seriamente el bienestar del yo. Una conciencia descaminada puede volverse responsable de muchos conflictos, preocupaciones, tristezas y un sinfín de desgracias humanas. (LU 103:2.10)
Los actos morales son las acciones humanas caracterizadas por la inteligencia más elevada, dirigidas por una diferenciación selectiva tanto en la elección de los fines superiores como en la elección de los medios morales para alcanzar dichos fines. Una conducta así es virtuosa. La virtud suprema consiste pues en elegir de todo corazón hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. (LU 16:7.10)
La mente evolutiva temprana da origen a un sentimiento de deber social y obligación moral derivado principalmente del miedo emocional. El impulso más positivo de la obligación social derivaba del impulso directo del espíritu divino que habita en la mente humana. (LU 103:5.1)
Esta idea-ideal de hacer el bien a los demás —el impulso de negarle algo al ego en beneficio de nuestro prójimo— está al principio muy circunscrita. El hombre primitivo sólo considera como prójimos a las personas más cercanas a él, a aquellos que lo tratan con amistad; a medida que avanza la civilización religiosa, el concepto de prójimo se expande hasta abarcar el clan, la tribu, o la nación. Luego, Jesús amplió el ámbito del prójimo hasta englobar al conjunto de la humanidad, y que deberíamos amar incluso a nuestros enemigos. Hay algo en el interior de cada ser humano normal que le dice que esta enseñanza es moral —es justa. Incluso aquellos que practican menos este ideal admiten que es justo en teoría. (LU 103:5.2)
Todos los hombres reconocen la moralidad de este impulso humano universal de ser desinteresados y altruistas. El humanista atribuye el origen de este impulso al funcionamiento natural de la mente material; el religioso reconoce más correctamente que el impulso verdaderamente desinteresado de la mente mortal es una respuesta al espíritu interior, la dirección del Ajustador del Pensamiento. (LU 103:5.3)
Pero la interpretación que el hombre hace de estos conflictos iniciales entre la voluntad que busca el bien del yo y la voluntad que busca el bien de los demás no siempre es fiable. Sólo una personalidad bastante bien unificada puede arbitrar las controversias multiformes entre los anhelos del ego y la conciencia social en ciernes. Nuestro yo tiene sus derechos así como nuestros prójimos tienen los suyos. Ninguno de los dos debe reclamar en exclusiva la atención y el servicio del individuo. La incapacidad para resolver este problema da origen al tipo más primitivo de sentimientos humanos de culpa. (LU 103:5.4)
La felicidad humana sólo se consigue cuando el deseo egoísta del yo y el impulso altruista del yo superior (del espíritu divino) están coordinados y conciliados mediante la voluntad unificada de la personalidad que integra y supervisa. La mente del hombre evolutivo se enfrenta constantemente al complejo problema de arbitrar el combate entre la expansión natural de los impulsos emocionales y el crecimiento moral de las incitaciones altruistas basadas en la perspicacia espiritual —en la reflexión religiosa auténtica. (LU 103:5.5)
Es funesto para el idealismo humano enseñarle al hombre que todos sus impulsos altruistas son simplemente el desarrollo de sus instintos gregarios naturales. Pero el hombre se siente ennoblecido y poderosamente estimulado cuando se entera de que estos impulsos superiores de su alma emanan de las fuerzas espirituales que residen en su mente mortal. (LU 103:5.8)
…Así es como una fe viviente en el origen superhumano de nuestros ideales valida nuestra creencia de que somos hijos de Dios y hace reales nuestras convicciones altruistas, los sentimientos de la fraternidad de los hombres. (LU 103:5.9)
La voluntad personal sin frenos y la expresión desordenada del yo equivalen a un egoísmo total, al súmmum de la impiedad. La libertad, sin una conquista asociada y cada vez mayor del yo, es un producto de la imaginación humana egoísta. (LU 54:1.5)
El autocontrol conduce al servicio altruista; la autoadmiración tiende a la explotación de los demás para el engrandecimiento egoísta de un individuo tan equivocado que está dispuesto a sacrificar logros justos en aras de poseer un poder injusto sobre sus semejantes. (LU 54:1.6)
La conciencia humana reconoce el impulso del Monitor espiritual como la incitación a ser altruista, a preocuparse por los semejantes. (LU 103:2.10)
La atmósfera de la comunión proporciona un período de tregua reconfortante y reparador en el conflicto entre el ego egoísta y el impulso altruista del Monitor espiritual interior. Éste es el preludio de la verdadera adoración —la práctica de la presencia de Dios, que conduce a la aparición de la fraternidad de los hombres. (LU 103:4.1)
La oración no es una técnica diseñada para engrandecer el yo ni para conseguir una ventaja injusta sobre los semejantes. Un alma totalmente egoísta es incapaz de orar en el verdadero sentido de la palabra. (LU 146:2.9)
Los prejuicios ciegan el alma impidiéndole reconocer la verdad, y los prejuicios sólo se pueden eliminar mediante la devoción sincera del alma a la adoración de una causa que abarque e incluya a todos nuestros semejantes humanos. Los prejuicios están inseparablemente vinculados con el egoísmo. Los prejuicios sólo se pueden suprimir abandonando el egocentrismo y reemplazándolo por la búsqueda de la satisfacción de servir a una causa que sea no sólo más grande que uno mismo, sino incluso más grande que toda la humanidad —la búsqueda de Dios, la adquisición de la divinidad. La prueba de la madurez de la personalidad consiste en la transformación de los deseos humanos de tal manera que busquen constantemente la comprensión de los valores más elevados y más divinamente reales. (LU 160:1.13)
[En referencia a la decisión de Jesús sobre qué hacer con sus prerrogativas creadoras al reanudar su trabajo] Esta gran decisión de Jesús ilustra dramáticamente la verdad de que la satisfacción egoísta y la gratificación sensual, solas y por sí mismas, son incapaces de aportar la felicidad a los seres humanos que evolucionan. En la existencia mortal, existen valores más elevados —la maestría intelectual y el perfeccionamiento espiritual— que trascienden con mucho la gratificación necesaria de los apetitos e impulsos puramente físicos del hombre. Los dones naturales del hombre, sus talentos y aptitudes, deberían emplearse principalmente para desarrollar y ennoblecer los poderes superiores de la mente y del espíritu. (LU 136:6.10)
La espiritualidad indica inmediatamente vuestra proximidad a Dios y la medida de vuestra utilidad para vuestros semejantes. La espiritualidad realza la aptitud para descubrir la belleza en las cosas, para reconocer la verdad en los significados y para descubrir la bondad en los valores. El desarrollo espiritual está determinado por la capacidad para llevarlo a cabo y es directamente proporcional a la eliminación de los elementos egoístas del amor. (LU 100:2.4)
Dios no es solamente el que determina el destino; él es el destino eterno del hombre. Todas las actividades humanas no religiosas intentan doblegar el universo al servicio deformante del yo; el individuo verdaderamente religioso intenta identificar su yo con el universo, y luego dedicar las actividades de ese yo unificado al servicio de la familia universal de sus semejantes, humanos y superhumanos. (LU 5:4.3)
…Aprenderéis que aumentáis vuestras cargas y disminuís la posibilidad del éxito tomándoos demasiado en serio. Nada puede tener prioridad sobre el trabajo de la esfera en la que estáis —este mundo o el siguiente. El trabajo de preparación para la siguiente esfera más elevada es muy importante, pero nada es más importante que el trabajo para el mundo en el que estáis viviendo realmente. Pero aunque el trabajo es importante, el yo no lo es. Cuando os sentís importantes, perdéis vuestra energía deteriorando la dignidad de vuestro ego, de manera que queda poca energía para hacer el trabajo. El engreimiento, no la importancia del trabajo, agota a las criaturas inmaduras; el elemento yo es el que agota, y no el esfuerzo por alcanzar los objetivos. Podéis hacer un trabajo importante si no os volvéis engreídos; podéis hacer diversas cosas tan fácilmente como una sola si dejáis fuera a vuestro yo. (LU 48:6.37)
La elección moral está normalmente acompañada de un mayor o menor conflicto moral. Este primer conflicto de la mente infantil tiene lugar entre los vivos deseos del egoísmo y los impulsos del altruismo. El Ajustador del Pensamiento no desprecia los valores que los móviles egoístas tienen para la personalidad, pero trabaja para conceder una ligera preferencia a los impulsos altruistas que conducen a la meta de la felicidad humana y a las alegrías del reino de los cielos. (LU 103:2.7)
Generar una lista de valores que podrían influir en la decisión de actuar de forma egoísta y altruista.
En la historia de Jesús limpiando el templo (Documento 173, Sección 1), ¿cuáles fueron los conflictos o tensiones morales para Jesús en esta descripción?
¿Qué necesitas hacer personalmente para lograr un equilibrio entre el ego y el altruismo en cada una de tus vidas?
MENTE EVOLUTIVA: Sistema físico
Deseo del egop
Voluntad propia
A UNO MISMO
Familia - Vecinos
Clan – Tribu – Nación
HACIENDO BIEN A OTROS
Hacer el bien al Dios en los demás