© 2009 Max Masotti
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¡Sé dormir cuando sopla el viento por la noche!
Un granjero, muy descontento con el trabajo realizado por uno de sus sirvientes, acudió a la feria a buscar un sustituto. Allí conoció a un joven, un poco torpe y de apariencia sencilla.
Por lo tanto, el granjero continuó su búsqueda, pero no encontró a nadie. Varias veces volvió a ver a Jean y cada vez le dio la misma extraña respuesta: “Sé dormir cuando sopla el viento por la noche”.
A última hora de la tarde el granjero tomó su decisión. Al descubrir que los ojos de Jean reflejaban honestidad, le dijo lo siguiente: “Ciertamente eres un acto extraño como peón, pero te voy a contratar. Veremos de qué eres capaz. »
Jean trabajó durante varias semanas sin que se notara su trabajo. Lo cual no es de por sí sorprendente porque muchas veces el trabajo bien hecho pasa desapercibido. Sólo cuando algo sale mal le prestamos atención.
Entonces, una noche, el viento empezó a arrastrar enormes nubes delante de él. Tomó fuerzas en las colinas, atravesó el bosque con mucho ruido, martillaba los edificios y se estrellaba contra los pajares, aullando en las chimeneas. Cuando el granjero escuchó el viento, se levantó sobre su cama; Conocía bien ese viento. Varias veces ya había arrancado las puertas de su establo, esparcido el heno y derribado sus gallineros. Llamó a Jean que dormía en el ático. Gritó más fuerte que el viento, pero nadie le respondió.
Finalmente, con largas zancadas subió a sacudirlo. " ¡Vaqueros! ¡Vaqueros! Levantarse. La tormenta se lo llevará todo. » Nada que hacer, Jean dormía profundamente. Salió solo a la tormenta, esperando ya lo peor. Pues no, al contrario, vio las puertas del establo sólidamente barricadas, los caballos atados con seguridad, las ventanas bloqueadas y el ganado acostado tranquilamente en el pesebre. También encontró los montones de heno bien asegurados con lonas unidas por grandes cuerdas fijadas a estacas clavadas profundamente en el suelo. La pocilga estaba intacta y los gallineros en su lugar a pesar de la furiosa tormenta.
Luego se echó a reír. Finalmente había entendido las palabras de Jean. El Maestro nos ha dado suficiente guía para permitirnos entrar en Su reposo.
Tan feliz es el hombre que puede decir: «He aprendido a dormir cuando sopla el viento por la noche». »
Max Masotti