© 1996 Meredith Sprunger
© 1996 The Brotherhood of Man Library
Vivimos en uno de los grandes puntos de inflexión de la historia. Nuestros tiempos han sido etiquetados de diversas formas como la era posindustrial, posmoderna y poscristiana. Los paradigmas tradicionales de cosmología, valor y realidad han perdido su relevancia y autoridad incuestionables entre la gente contemporánea. Las instituciones sociales que fueron estructuradas por estos conceptos y valores tradicionales se están deteriorando en vitalidad e influencia. Las infraestructuras económicas y políticas de la sociedad se están derrumbando y perdiendo credibilidad y eficacia. Las costumbres que han sido la base del comportamiento humano y los estándares éticos en la sociedad se están desmoronando y la inmoralidad, el crimen y la violencia son endémicos. Las instituciones religiosas que alguna vez fueron los pilares centrales de la sociedad ahora están relegadas a una posición periférica.
De cara al siglo XXI son numerosas las innovaciones científico-técnicas que revolucionarán nuestra forma de vivir. Las computadoras y la tecnología informática están cambiando la forma en que manejamos la información y la comunicación. La microbiología está abriendo un vasto potencial para alterar los organismos vivos. La tecnología del ADN recombinante hace posible reestructurar tanto plantas como animales y producir una variedad de fármacos, enzimas lubricantes industriales, etc. Las aplicaciones humanas van desde la predicción de enfermedades genéticas hereditarias hasta la aplicación de terapia génica para corregir trastornos genéticos. La nueva física está cambiando radicalmente nuestra concepción de la naturaleza de la realidad material. Estamos, literalmente, siendo conducidos a un nuevo mundo de desarrollo potencial.
Entre los muchos problemas que enfrentamos, las dificultades materiales-ambientales, económicas y políticas son mucho más fáciles de manejar que los problemas personales-espirituales y socioculturales. Nuestra civilización industrial-tecnológica ha fragmentado las pequeñas comunidades que eran indígenas de la sociedad agrícola y ha aislado al individuo dentro de los límites de la especialización y la urbanización. El advenimiento de la computadora ha acelerado esta separación y reclusión. El sentido tanto de comunidad como de familia extendida se ve muy disminuido. Incluso los grupos industrial-empresariales segregados y la familia nuclear existen en relativo aislamiento cultural. Este desapego y aislamiento contribuye al deterioro de la influencia familiar y comunitaria. El anhelo humano inherente de comunidad y pertenencia hace que los jóvenes se unan a pandillas con agendas territoriales defensivas y motiva a los adultos a afiliarse a grupos ideológicos y religiosos con límites restrictivos exclusivos.
La raíz del colapso en el comportamiento individual, el deterioro y malestar de nuestras instituciones sociales, y el fracaso de nuestras instituciones religiosas para satisfacer nuestra hambre espiritual e inspirar nuestra creatividad, es que nuestra civilización está tratando de sacar recursos y energía de un caballo y paradigma buggy de la realidad que ha perdido su relevancia y utilidad. Hay visiones diversas y confusas de la realidad en el mundo actual. Muchas personas de orientación científica tienen una comprensión materialista-positivista de la vida. La mayoría de los religiosos tienen una visión simplista de la cosmología espiritual que no armoniza con nuestra visión astronómica del cosmos, y una gran parte de la sociedad está confundida acerca de qué creer. El dilema básico de nuestro tiempo es que no tenemos una concepción unificadora de la realidad.
El ingrediente singular que traerá significado y unidad a la existencia planetaria es un paradigma inspirador de la realidad que armonizará la ciencia, la filosofía y la religión, e inspirará a la humanidad a luchar por metas y objetivos comunes. Solo una nueva y ampliada visión reveladora de la realidad tiene el potencial de hacer esto. Con suerte, los buscadores y buscadores de nuestro mundo descubrirán la Quinta Revelación de Época en el siglo XXI. El Libro de Urantia es la única fuente de realidad que es lo suficientemente grande y espiritualmente poderosa para unificar y energizar el planeta. ¡Culturar el mundo con las enseñanzas inspiradoras y ennoblecedoras de la Quinta Revelación de Época es el desafío del siglo XXI!
La religión no debe implicarse orgánicamente en el trabajo laico de la reconstrucción social ni de la reorganización económica. Pero debe seguir activamente el mismo ritmo que todos estos progresos de la civilización, repitiendo con claridad y energía sus mandatos morales y sus preceptos espirituales, su filosofía progresiva de la vida humana y de la supervivencia trascendente. El espíritu de la religión es eterno, pero la forma de expresarlo debe ser expuesta de nuevo cada vez que se revise el diccionario de la lengua humana. (LU 99:1.6)
La sociedad de Urantia nunca puede esperar estabilizarse como en las épocas pasadas. El navío social ha zarpado de las bahías abrigadas de la tradición establecida, y ha empezado a navegar en el alta mar del destino evolutivo; el alma del hombre necesita, como nunca antes en toda la historia del mundo, escudriñar cuidadosamente sus mapas de moralidad y observar esmeradamente la brújula de su orientación religiosa. La misión suprema de la religión, como influencia social, consiste en estabilizar los ideales de la humanidad durante esos peligrosos períodos de transición entre una fase de civilización y la siguiente, entre un nivel de cultura y el siguiente. (LU 99:1.3)