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Sobre la libertad y el modo de evolución de la civilización | Le Lien Urantien — Número 68 — Otoño 2014 | Maxien Quiz n°19 Las respuestas |
La emoción global ante la muerte de Nelson Mandela muestra cuánto necesitamos profetas, cuánto nos faltan. ¿Qué pequeños parecen, en comparación con ellos, estos líderes políticos a quienes confiamos el poder –para que puedan hacer qué con él?
Tres profetas —Mandela, Gandhi, Martin Luther King—, a los que habría que sumar el Dalai Lama y Aung San Suu Khy, fueron apóstoles visionarios de la no violencia y el perdón. Todos convertidos a estos valores en aislamiento, mazmorra o exilio. Como si la soledad de ser marginados fuera una condición necesaria para la profundización que era la suya. Como si hubiera que condenarse al silencio de las sombras para dejarlas surgir en uno mismo y luego proclamar al mundo el fin del odio y la necesaria unidad del género humano en torno a unos valores muy simples. Pero que van a contracorriente del movimiento incontenible de las sociedades.
Nadadores testarudos, se enfrentaron a corrientes opuestas. ¿Han cambiado el caudaloso caudal del río: el egoísmo, el militarismo, la violencia, el odio? No. Después de Gandhi, la India se dividió entre religiones y castas y se convirtió en una potencia nuclear. Después de M.L. King, Estados Unidos siguió siendo la principal potencia militar del mundo, interviniendo en todas partes para proteger sus intereses económicos: las empresas y las grandes cantidades de dinero. Después de Mandela, persiste la tensión entre negros y blancos en Sudáfrica. El Dalai Lama no pudo impedir el genocidio del alma tibetana. ¿Qué hará Aung San Suu Khy si llega al poder?
Lo que tienen en común es la no violencia que el siglo XX parece haber descubierto con ellos. Sin embargo, no fueron los primeros. En Memorias de un judío común y corriente, demostré que Jesús fue el primer no violento en la historia de la humanidad. No sólo porque se negó a aliarse con los zelotes, partidarios en su momento de la acción armada para expulsar a los ocupantes romanos. Sino porque enseña clara y explícitamente a negarse a dejarse arrastrar por cualquier espiral de violencia. “Si te quitan el abrigo, [no tomes represalias sino] da también tu camisa. Si te obligan a caminar un kilómetro, haz diez. Y si te golpean en una mejilla, vuelve la otra. » A Pedro, que desenvaina su espada para defenderse en el momento del arresto, le grita: “¡Vuelve a envainar tu espada!” Quien practica la violencia, a causa de la violencia perecerá. »
Encontró esta doctrina entre líneas en algunos de los profetas judíos de sus predecesores. Pero ninguno de ellos lo formuló jamás con tanta claridad. Ninguno hizo de ella el centro de su enseñanza, el timón de su vida, dejándose condenar sin resistir, en lugar de llamar a una insurrección de sus partidarios, lo que habría sido posible para Jesús, y por supuesto ineficaz. Su vida y su muerte dejaron una huella imborrable en la historia de la humanidad porque supo vincular el rechazo de la violencia, el perdón de las ofensas, la compasión universal, la atención a los más pequeños de este mundo, la exigencia de justicia. Pero, sobre todo, un acercamiento nuevo y revolucionario a un “Dios” al que llama Abba, papito. Este hombre sigue siendo en gran medida un desconocido para el cristianismo. Para qué ? Porque muy rápidamente se transformó en Mesías, es decir, Cristo, y luego en Dios.
¿Habría tenido Jesús la audiencia mundial que tuvo Cristo? Probablemente no.
Si no hubiera sido transformado en Jesucristo, segunda persona de una Trinidad divina, ¿quién habría hablado de él? ¿Un oscuro profeta judío, crucificado como un criminal? ¿Cuál habría sido su posteridad? ¿Qué huella habría dejado en el planeta? Todos los profetas modernos, desde Gandhi hasta Mandela, han sido profundamente influenciados por la personalidad y las enseñanzas del hombre Jesús. En esta era de globalización, su mensaje de no violencia y perdón se difunde y se escucha en todas partes. Cuando desaparecen, medimos lo que nos falta.
Esto se debe a que, al transformar a Jesús en Cristo y Dios, la primera generación cristiana no pudo oscurecer la inmensa personalidad de este hombre y la fuerza revolucionaria de su mensaje. Ambos todavía impregnan los evangelios. La labor de los exégetas -mi labor después de otras- ha sido y sigue siendo liberar la figura de Jesús del maquillaje religioso y esotérico con el que fue revestida por sus sucesores hambrientos de poder. La fuerza de las instituciones existentes y la necesidad de mitos religiosos son tales que apenas se nos escucha. El hombre Jesús no sustituirá a Cristo-Dios en la conciencia y en la práctica de las Iglesias que dicen ser él.
No importa, ya que Mandela, Gandhi y otros han tomado el relevo de la no violencia, el perdón y la reconciliación. Lo que les falta, lo que Jesús supo poner tan bien en el centro de su enseñanza, es resaltar de forma clara y explícita a Dios - Abba en el centro de su mensaje. Un “Dios” de compasión y perdón, sin el cual ninguno de los valores por los que lucharon tendría significado alguno. Jesús, el luminoso desconocido, sigue como puede iluminando un planeta desesperado por la falta de esperanza.
michel benoit
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