La oración no es una técnica de escape. Más bien es un estímulo para el crecimiento espiritual, incluso frente a lo aparentemente imposible. (LU 91:8.13)
Las palabras no son relevantes en la oración. Son simplemente el canal intelectual por el que puede fluir el río de la súplica espiritual. (LU 91:8.12)
Incluso cuando las corrientes de aire ascienden, ni siquiera el águila puede volar excepto si extiende sus alas. Del mismo modo, en la oración, es la actitud espiritual la que lleva nuestra oración al Infinito. (LU 91:8.9)
Dios contesta a la oración del hombre dándole una mayor revelación de la verdad, una apreciación realzada de la belleza, y un concepto acrecentado de la bondad. (LU 91:8.11)
Así, la verdadera oración es siempre un acercamiento a Dios en la fe y en el olvido de sí mismo. (LU 196:0.9)