© 1999 Neal Waldrop
© 1999 Asociación Urantia Internacional (IUA)
Neal Waldrop, Ginebra, Suiza
Los Intermedios nos aseguran que lo peor de la era materialista ha pasado, y luego afirman: Las mejores mentes del mundo científico han dejado de tener una filosofía totalmente materialista, pero la gente común y corriente se inclina todavía en esa dirección a consecuencia de las enseñanzas anteriores LU 195:6.4.
Evangelizar a las bases del pueblo no es el desafío que enfrentamos, a pesar de que su psicología subyacente parece haber cambiado poco durante el último medio siglo. Sería quijotesco y contraproducente pregonar la elocuente refutación de las falacias materialistas por parte de la Comisión de Intermedios (LU 195:5.10-LU 195:7.16), o los comentarios igualmente persuasivos de un Melquisedec de Nebadón (LU 103:5.11-LU 103:9.10). Estoy fuertemente convencido de que los lectores de la quinta revelación de época deben operar por atracción, no intentando hacer proselitismo o promover «conversiones».
Durante la visita de Jesús a los lagos del norte de Italia, le señaló a Ganid la imposibilidad de enseñarle a un hombre acerca de Dios si el hombre no desea conocer a Dios LU 132:7.1. También debemos prestar mucha atención a las instrucciones posteriores de Jesús a maestros y creyentes:
Respetad siempre la personalidad del hombre. Una causa justa nunca se debe promover por la fuerza; las victorias espirituales sólo se pueden ganar por medio del poder espiritual. Esta orden en contra del empleo de las influencias materiales se refiere tanto a la fuerza psíquica como a la fuerza física. No se deben emplear los argumentos abrumadores ni la superioridad mental para coaccionar a los hombres y a las mujeres para que entren en el reino. La mente del hombre no debe ser aplastada con el solo peso de la lógica, ni intimidada con una elocuencia sagaz. (LU 159:3.2)
Los cristianos fundamentalistas tienden a centrarse en Darwin y otros científicos del siglo XIX, retratándolos como agresores y originadores del conflicto entre religión y ciencia. Pero esto ignora ataques anteriores por parte de la religión institucional, como el procesamiento de Galileo a mediados del siglo XVII. Afortunadamente, los lectores de El libro de Urantia no tienen motivos para discutir este punto o intentar repartir culpas. Por el contrario, debemos concentrarnos en hacer las paces.
Los Intermedios enfatizan:
En realidad, la verdadera religión no puede meterse en ninguna controversia con la ciencia, pues no se ocupa en absoluto de las cosas materiales. A la religión, la ciencia le resulta sencillamente indiferente, aunque es comprensiva con ella, mientras que se interesa supremamente por el científico. (LU 195:6.2)
Esta simpatía por la ciencia y la preocupación por el científico proporcionan la mitad de los recursos que necesitamos. Pero ¿cómo podemos persuadir a colegas y amigos al otro lado del abismo para que dejen de criticar la religión desde perspectivas «científicas»? Podemos concluir entendiendo este antagonismo como un accidente del desarrollo social durante los últimos siglos: no es ni un axioma matemático ni un fenómeno de la naturaleza. Los Intermedios nos aseguran que la ciencia no necesita desafiar a la religión:
La ciencia debería hacer materialmente por el hombre lo que la religión hace espiritualmente por él: ampliar el horizonte de la vida y engrandecer su personalidad. La verdadera ciencia no puede tener ninguna discrepancia duradera con la verdadera religión. El «método científico» es simplemente una vara intelectual para medir las aventuras materiales y los logros físicos. Pero como es material y enteramente intelectual, es totalmente inútil para evaluar las realidades espirituales y las experiencias religiosas. (LU 195:7.2)
Al construir un enfoque imaginativo que armonice y unifique todas las dimensiones de las enseñanzas de los reveladores, debemos acoger con agrado el valor práctico de la ciencia, así como sus contribuciones clave a una evaluación equilibrada de toda la gama de la experiencia humana. Un Melquisedec de Nebadón enfatiza cómo la ciencia, la religión, la revelación y la filosofía trabajan juntas para nuestro beneficio general:
La ciencia del mundo material permite al hombre controlar, y hasta cierto punto dominar, su entorno físico. La religión de la experiencia espiritual es la fuente del impulso hacia la fraternidad que permite a los hombres convivir en las complejidades de la civilización de una era científica. La metafísica, pero con más seguridad la revelación, proporciona un terreno de encuentro común para los descubrimientos de la ciencia y de la religión, y hace posible el intento humano por correlacionar lógicamente estas esferas del pensamiento, separadas pero interdependientes, en una filosofía bien equilibrada impregnada de estabilidad científica y de certidumbre religiosa. (LU 103:7.9)
La ciencia descubre el mundo material, la religión lo evalúa, y la filosofía se esfuerza por interpretar sus significados a la vez que coordina el punto de vista científico material con el concepto religioso espiritual. Pero la historia es un terreno donde la ciencia y la religión quizás no se pongan nunca plenamente de acuerdo. (LU 103:7.15)
A nivel mental, el crecimiento general de la humanidad está estrechamente relacionado con los logros de la ciencia. En el Documento 42, «Energía-Mente y Materia», un Poderoso Mensajero afirma: La capacidad del intelecto mortal para concebir, diseñar y crear mecanismos automáticos demuestra las cualidades superiores, creativas y propositivas de la mente del hombre como influencia dominante sobre el planeta 483.1. Luego procede a declarar:
La evolución de los mecanismos implica e indica la presencia y la dominación ocultas de una mente creativa. La capacidad del intelecto mortal para concebir, diseñar y crear mecanismos automáticos demuestra las cualidades superiores, creativas e intencionales de la mente del hombre como influencia dominante en el planeta. La mente siempre tiende a:
1. Crear mecanismos materiales.
2. Descubrir misterios ocultos.
3. Explorar situaciones lejanas.
4. Formular sistemas mentales.
5. Alcanzar metas de sabiduría.
6. Lograr niveles espirituales.
7. Conseguir los destinos divinos —supremo, último y absoluto. (LU 42:12.1-8)
La ciencia domina indiscutiblemente las tres primeras de estas actividades, y podemos esperar que haga contribuciones significativas a tres de las otras cuatro (es decir, los números 4, 5 y 7). Este patrón también se aplicará a la vida ascendente, durante la cual la ciencia, la religión y la filosofía continuarán estimulándonos y reforzándose mutuamente. En 103:7.3-4 de El Libro de Urantia, un Melquisedec declara:
Pero a medida que el hombre ascendente se dirige hacia el interior y hacia el Paraíso para efectuar su experiencia con Dios, se dirigirá igualmente hacia fuera y hacia el espacio para comprender, en términos energéticos, el cosmos material. La progresión de la ciencia no está limitada a la vida terrestre del hombre; su experiencia de ascensión en el universo y en el superuniverso será en gran medida el estudio de la transmutación de la energía y de la metamorfosis de la materia. Dios es espíritu, pero la Deidad es unidad, y la unidad de la Deidad engloba no solamente los valores espirituales del Padre Universal y del Hijo Eterno, sino que conoce también los hechos energéticos del Controlador Universal y de la Isla del Paraíso, mientras que estas dos fases de la realidad universal están perfectamente correlacionadas en las relaciones mentales del Actor Conjunto y unificadas, en el nivel finito, en la Deidad emergente del Ser Supremo.
La unión de la actitud científica y de la perspicacia religiosa, por mediación de la filosofía experiencial, forma parte de la larga experiencia humana de ascensión al Paraíso. Las aproximaciones de las matemáticas y las certezas de la perspicacia necesitarán siempre la función armonizadora de la lógica mental en todos los niveles experienciales inferiores a la máxima consecución del Supremo. (LU 103:7.3-4)
En nuestro planeta Urantia, en los vacilantes últimos meses del siglo XX, resentimientos largamente acariciados continúan alimentando ilusiones que impiden la reconciliación entre religión y ciencia. Como primer paso, ambas partes deben abandonar la arrogancia y cultivar la humildad. Afortunadamente, hay ciertas realidades emergentes que parecen indicarlo:
Aunque todas estas iniciativas tienen beneficios significativos, tratan la religión y la ciencia como abstracciones intelectuales desprovistas de energía, actividad y vida. Esto es profundamente desafortunado, porque tanto la ciencia como la religión son búsquedas vivas que buscan explorar e interpretar lo desconocido. Un Censor Universal nos dice:
La conciencia de sí mismo es en esencia una conciencia comunitaria: Dios y el hombre, Padre e hijo, Creador y criatura. Cuatro comprensiones de la realidad universal se encuentran latentes en la conciencia humana de sí mismo, y son inherentes a ella:
1. La búsqueda del conocimiento, la lógica de la ciencia.
2. La búsqueda de los valores morales, el sentido del deber.
3. La búsqueda de los valores espirituales, la experiencia religiosa.
4. La búsqueda de los valores de la personalidad, la capacidad para reconocer la realidad de Dios como personalidad, y la comprensión simultánea de nuestra relación fraternal con las personalidades de nuestros semejantes. (LU 16:9.9-13)
Al acercarnos a los científicos y otros ciudadanos de Urantia que tienden a abordar la vida desde un punto de vista científico, debemos mostrarles que entendemos que la primera búsqueda está indisolublemente ligada a las demás y es esencial para la unidad de la experiencia humana. Debemos enfatizar nuestro gran respeto por las contribuciones de la ciencia al avance de la humanidad. Debemos mostrar interés y simpatía por las actividades de la ciencia: el trabajo que realmente hacen los científicos. Si así nos unimos a los científicos y les damos amplias oportunidades para desarrollar una mayor tolerancia hacia características nuestras que pueden parecerles extrañas, tal vez algún día nos vean como socios en su búsqueda de un mundo mejor.