© 2019 Neil Francey
Las relaciones personales son el centro de todas nuestras actividades, ahora y en un futuro lejano. Y la base de la interacción entre los individuos, tanto mortales como divinos, es el amor.
Para una amistad entre dos personas, cierto grado de afinidad moral y de armonía espiritual es esencial; una personalidad amorosa difícilmente se puede revelar a una persona desprovista de amor. Incluso para acercarse al conocimiento de una personalidad divina, el hombre debe consagrar enteramente a ese esfuerzo todos los dones de su personalidad; una devoción parcial y poco entusiasta será ineficaz. (LU 1:6.5)
El amor es el secreto de las asociaciones beneficiosas entre personalidades. No podéis conocer realmente a una persona como resultado de un solo encuentro. No podéis apreciar la música por medio de deducciones matemáticas, aunque la música sea una forma de ritmo matemático. El número que tiene asignado un abonado telefónico no identifica de ninguna manera a la personalidad de ese abonado, ni indica nada sobre su carácter. (LU 12:9.2)
Esto se incluye debido a la diferencia que hace una persona feliz en el lugar de trabajo en comparación con una persona infeliz. Las citas dan una pista de cómo la felicidad puede originarse en el corazón.
La felicidad es el resultado del reconocimiento de la verdad porque ésta puede exteriorizarse; puede vivirse. La decepción y la tristeza acompañan al error porque, como éste no es una realidad, no se puede llevar a cabo en la experiencia. La verdad divina se conoce mejor por su sabor espiritual. (LU 2:7.6)
La salud, la cordura y la felicidad son integraciones de la verdad, la belleza y la bondad tal como se encuentran combinadas en la experiencia humana. (LU 2:7.11)
La comunicación y la información son, en el mejor de los casos, relativamente verdaderas y están sujetas a malas interpretaciones. Tenemos que aprender a vivir con ello en esta etapa.
Todo conocimiento finito y toda comprensión por parte de las criaturas son relativos. La información y los datos, aunque procedan de fuentes elevadas, sólo son relativamente completos, localmente exactos y personalmente verdaderos. (LU 2:7.1)
Las comunicaciones de las personalidades evolutivas sólo son parcialmente sabias y relativamente verídicas. Sólo pueden estar seguras dentro de lo que alcanza su experiencia personal. (LU 2:7.2)
Sobre ser un visionario: las personas con visión de futuro son contribuyentes esenciales para una empresa progresista. Construyen una organización nueva y atractiva. Todos tenemos que ser algo visionarios también cuando creamos nuestra filosofía de vida. Podemos provocar cambios y lograr mejores formas de afrontar la verdadera realidad.
El desafío religioso de la época actual es para aquellos hombres y mujeres previsores, con visión de futuro y con perspicacia espiritual, que se atrevan a construir una nueva y atrayente filosofía de la vida a partir de los conceptos modernos ampliados y exquisitamente integrados de la verdad cósmica, la belleza universal y la bondad divina. (LU 2:7.10)
Los animales no espirituales sólo conocen el pasado y viven en el presente. Los hombres habitados por el espíritu tienen poderes de previsión (perspicacia); pueden visualizar el futuro. Sólo las actitudes progresistas y orientadas hacia adelante son personalmente reales. La ética estática y la moralidad tradicional sólo superan ligeramente el nivel animal. El estoicismo tampoco es un tipo elevado de autorrealización. La ética y la moral se vuelven verdaderamente humanas cuando son dinámicas y progresistas, sensibles a la realidad universal. (LU 12:5.10)
La personalidad humana no es simplemente una cosa que acompaña a los acontecimientos del tiempo y del espacio; la personalidad humana también puede actuar como causa cósmica de esos acontecimientos. (LU 12:5.11)
Las oportunidades en el mundo comercial están limitadas por numerosos factores, algunos de los cuales se enumeran a continuación. Sin embargo, ninguna de estas limitaciones se aplica cuando buscamos el progreso espiritual. Las posibilidades están igualmente disponibles para todos y, por definición, son ilimitadas.
La conciencia de llevar una vida humana victoriosa en la Tierra nace de esa fe de la criatura que, cuando se enfrenta con el terrible espectáculo de las limitaciones humanas, se atreve a desafiar cada episodio recurrente de la existencia, declarando infaliblemente: Aunque yo no pueda hacer esto, alguien vive en mí que puede hacerlo y lo hará, una parte del Absoluto-Padre del universo de universos. Ésta es «la victoria que triunfa sobre el mundo, vuestra fe misma». (LU 4:4.9)
Los mortales de los mundos del tiempo y del espacio pueden diferir enormemente en sus capacidades innatas y en sus dones intelectuales, pueden disfrutar de entornos excepcionalmente favorables para el avance social y el progreso moral, o pueden sufrir la carencia de casi toda ayuda humana para cultivarse y avanzar supuestamente en las artes de la civilización; pero las posibilidades para el progreso espiritual en la carrera de la ascensión son iguales para todos; los niveles crecientes de perspicacia espiritual y de significados cósmicos se alcanzan con absoluta independencia de todos los diferenciales sociomorales de los entornos materiales diversificados de los mundos evolutivos. (LU 5:1.4)
¿De dónde podemos derivar un compromiso más elevado al servicio de nuestros semejantes? Nuevamente, recurrimos al componente espiritual en la naturaleza que Dios nos dio.
Dios no es solamente el que determina el destino; él es el destino eterno del hombre. Todas las actividades humanas no religiosas intentan doblegar el universo al servicio deformante del yo; el individuo verdaderamente religioso intenta identificar su yo con el universo, y luego dedicar las actividades de ese yo unificado al servicio de la familia universal de sus semejantes, humanos y superhumanos. (LU 5:4.3)
La conducta moral precede siempre a la religión evolutiva e incluso es una parte de la religión revelada, pero nunca es la totalidad de la experiencia religiosa. El servicio social es el resultado de una manera moral de pensar y religiosa de vivir. La moralidad no conduce biológicamente a los niveles espirituales más elevados de la experiencia religiosa. (LU 5:5.4)
La integración de estos tres componentes en nuestra vida, tanto en el aspecto empresarial como personal, redundará en una mayor satisfacción vital.
El hombre mortal obtiene tres grandes satisfacciones de su experiencia religiosa, incluso durante los días de su estancia temporal en la Tierra:
1. Intelectualmente, adquiere la satisfacción de una conciencia humana más unificada.
2. Filosóficamente, disfruta de la justificación de sus ideales de los valores morales.
3. Espiritualmente, crece en la experiencia del compañerismo divino, en las satisfacciones espirituales de la verdadera adoración. (LU 5:5.7-10)
Sabemos de muchas cosas que explican la cohesión entre personas, grupos e incluso países. Aquí se nos invita a reconocer otra gravedad increíblemente poderosa que une y une a las personas. Sea consciente de su existencia en el mundo empresarial.
Las realidades del espíritu reaccionan al poder de atracción del centro de la gravedad espiritual con arreglo a su valor cualitativo, a su grado efectivo de naturaleza espiritual. La sustancia espiritual (calidad) es tan sensible a la gravedad espiritual como la energía organizada de la materia física (cantidad) lo es a la gravedad física. Los valores espirituales y las fuerzas espirituales son reales. Desde el punto de vista de la personalidad, el espíritu es el alma de la creación; la materia es el oscuro cuerpo físico. (LU 7:1.3)
La atracción de la gravedad espiritual, y la respuesta a la misma, funcionan como un todo no solamente en el universo, sino también entre los individuos y los grupos de individuos. Existe una cohesión espiritual entre las personalidades espirituales y espiritualizadas de cualquier mundo, raza, nación o grupo de creyentes. Existe una atracción directa de naturaleza espiritual entre las personas con mentalidad espiritual que tienen gustos y anhelos semejantes. El término almas gemelas no es enteramente una figura retórica. (LU 7:1.6)
El funcionamiento discriminatorio del circuito de la gravedad espiritual podría compararse quizás con las funciones de los circuitos neuronales del cuerpo humano material: las sensaciones viajan hacia el interior por los nervios; algunas son detenidas por los centros automáticos inferiores espinales, los cuales reaccionan; otras continúan hasta los centros del cerebro inferior, menos automáticos pero entrenados por la costumbre, mientras que los mensajes entrantes más importantes y vitales atraviesan velozmente estos centros subordinados y se registran inmediatamente en los niveles superiores de la conciencia humana. (LU 7:3.4)
Hay pocas relaciones más importantes que la de amo-sirviente, entrenador, padre-hijo, gerente-personal y maestro-estudiante. Es la base de los universos. Todos ellos son indicativos de «familia».
Ya es suficiente con que la mente material de los hijos del tiempo sea capaz de concebir al Padre en la eternidad. Sabemos que todo niño puede relacionarse mejor con la realidad dominando primero las relaciones de la situación padre-hijo, y ampliando después este concepto hasta abarcar a la familia como un todo. Posteriormente, la mente en desarrollo del niño será capaz de ajustarse al concepto de las relaciones familiares, de las relaciones de la comunidad, la raza y el mundo, y luego a las del universo, del superuniverso e incluso del universo de universos. (LU 8:1.11)
De hecho, es el jefe perfecto de una empresa muy grande. Desde la empresa unipersonal hasta la multinacional y más allá hasta lo universal.
Sufrir cualquier tipo de deterioro o permitir que un acto puramente personal se ejecute alguna vez de manera inferior, es incompatible con la naturaleza divina. Sin embargo debemos indicar claramente que, si en la divinidad de cualquier situación, en el extremo de cualquier circunstancia, si en cualquier caso en que la línea de la sabiduría suprema pudiera indicar que se exige una conducta diferente —si las exigencias de la perfección ordenaran por alguna razón otro método de reacción, uno mejor, el Dios omnisapiente actuaría inmediatamente de esa manera mejor y más adecuada. Esto supondría la expresión de una ley superior, y no la revocación de una ley inferior. (LU 12:7.3)
La Paternidad de Dios y la fraternidad de los hombres presentan la paradoja de la parte y del todo al nivel de la personalidad. Dios ama a cada individuo como a un hijo particular de la familia celestial. Sin embargo, Dios ama así a todos los individuos; no hace acepción de personas, y la universalidad de su amor engendra una relación de totalidad, la fraternidad universal. (LU 12:7.8)
El amor del Padre individualiza de manera absoluta a cada personalidad como hijo único del Padre Universal, un hijo sin duplicado en la infinidad, una criatura volitiva irreemplazable en toda la eternidad. (LU 12:7.9)
Una entidad comercial es la suma de sus partes: las fuerzas del bien impulsan a la empresa mientras otras fuerzas la frenan. Es evidente, por ejemplo, en áreas como el gobierno, el deporte, la banca, las comunicaciones, la salud y las artes.
La fraternidad constituye una relación de hecho entre todas las personalidades en la existencia universal. Ninguna persona puede evitar los beneficios o los perjuicios que pueden surgir como resultado de una relación con otras personas. La parte se beneficia o sufre en proporción con el todo. El buen esfuerzo de cada hombre beneficia a todos los hombres; el error o el mal de cada hombre aumenta las tribulaciones de todos los hombres. Así como se mueve la parte se mueve el todo. Según sea el progreso del todo, así será el progreso de la parte. Las velocidades relativas de la parte y del todo determinan si la parte se retrasa por la inercia del todo, o si es conducida hacia adelante por el impulso de la fraternidad cósmica. (LU 12:7.11)
Aprecia cómo funciona la mente. Si bien estas pocas citas son breves, nos llevan mucho más allá de los conceptos actuales de aquellas agencias que pretenderían sermonearnos sobre cómo funciona la mente: cómo debemos sentirnos, cuánto merecemos las cosas, cómo ser una víctima y todo eso. eso.
La mente es la técnica por medio de la cual las realidades espirituales se vuelven experienciales para las personalidades de las criaturas. A fin de cuentas, las posibilidades unificadoras de la mente humana misma, la capacidad para coordinar las cosas, las ideas y los valores, es supermaterial. (LU 12:8.8)
La meta de la existencia de todas las personalidades es el espíritu; las manifestaciones materiales son relativas, y la mente cósmica sirve de mediadora entre estos opuestos universales. (LU 12:8.13)
En el Paraíso, las tres energías física, mental y espiritual están coordinadas. En el cosmos evolutivo, la energía-materia es la que domina, excepto en la personalidad, donde el espíritu se esfuerza por conseguir la supremacía por mediación de la mente. (LU 12:8.14)
El hombre mortal posee un núcleo espiritual. La mente es un sistema energético personal que existe alrededor de un núcleo espiritual divino y que funciona en un entorno material. Esta relación viviente entre la mente personal y el espíritu constituye el potencial universal de la personalidad eterna. Los conflictos reales, las decepciones duraderas, los fracasos importantes o la muerte inevitable sólo pueden producirse cuando los conceptos del yo se atreven a reemplazar por completo el poder dominante del núcleo espiritual central, trastornando así el plan cósmico de la identidad de la personalidad. (LU 12:9.6)
Imagínense esto: para cada uno de nosotros, esta vida es el comienzo de un futuro fascinante si así lo decidimos. Nuestra vida laboral aquí es sólo una muestra de lo que se puede lograr. Veámoslo como un simple campo de entrenamiento. Lo mejor es que comencemos a aplicar enfoques superiores. Y date cuenta de que las experiencias pueden ser espirituales.
Para mí, estos mundos ejecutivos son los lugares más interesantes y fascinantes que se encuentran fuera del Paraíso. En ninguna otra parte del vasto universo se pueden observar unas actividades tan variadas, que afectan a tantas órdenes diferentes de seres vivientes, relacionadas con operaciones que se efectúan en tantos niveles diferentes, unas ocupaciones que son a la vez materiales, intelectuales y espirituales. Cuando me conceden un período de descanso de mis tareas, si tengo la suerte de estar en el Paraíso o en Havona, me dirijo habitualmente a uno de estos mundos atareados de los Siete Espíritus Maestros para que mi mente se inspire allí con aquellos espectáculos de iniciativa, devoción, lealtad, sabiduría y eficacia. En ninguna otra parte de los siete niveles de la realidad universal puedo observar una interasociación tan asombrosa de realizaciones de la personalidad. Siempre me siento estimulado por las actividades de aquellos que saben muy bien cómo hacer su trabajo, y que tanto disfrutan haciéndolo. (LU 13:4.7)
En cuanto al gobierno del universo central, no existe ninguno. Havona es tan exquisitamente perfecto que no se necesita ningún sistema intelectual de gobierno. No existen tribunales regularmente constituidos, ni tampoco hay asambleas legislativas; Havona sólo necesita una dirección administrativa. Aquí se puede observar la cima de los ideales del verdadero dominio de sí mismo. (LU 14:3.1)
Las regulaciones del universo central son apropiada e inherentemente naturales; las reglas de conducta no son arbitrarias. En cada requerimiento de Havona se revela la razón de la rectitud y el gobierno de la justicia. Y estos dos factores, combinados, equivalen a lo que en Urantia se denominaría equidad. Cuando llegue a Havona, naturalmente disfrutará haciendo las cosas como deben hacerse. LU 14:5.3
Uno de los principales diferenciales entre las empresas es su creatividad: originalidad, inspiración, ingenio, visión, destello de genialidad. En resumen: la chispa del espíritu. Sin olvidar, por supuesto, el trabajo duro.
La monotonía indica la inmadurez de la imaginación creativa y la inactividad de la coordinación intelectual con la dotación espiritual. Cuando un mortal ascendente empieza a explorar estos mundos celestiales, ya ha alcanzado la madurez emocional, intelectual y social, si no espiritual. (LU 14:5.8)
La curiosidad —el espíritu de investigación, el estímulo del descubrimiento, el impulso a la exploración— forma parte de la dotación innata y divina de las criaturas evolutivas del espacio. Estos impulsos naturales no se os han dado solamente para ser frustrados y reprimidos. Es cierto que estos impulsos ambiciosos han de ser refrenados con frecuencia durante vuestra corta vida en la Tierra, y que a menudo se experimentan decepciones, pero serán plenamente realizados y gloriosamente satisfechos durante las largas eras por venir. (LU 14:5.11)
El espíritu es la realidad creadora; la contrapartida física es el reflejo espacio-temporal de la realidad espiritual, la repercusión física de la acción creadora de la mente-espíritu. (LU 42:12.14)
La mente domina universalmente a la materia, al igual que es sensible a su vez al supercontrol último del espíritu. (LU 42:12.15)
El trabajo en equipo y la cooperación ofrecen otra circunstancia única y ventajosa para una organización. Date cuenta de la naturaleza beneficiosa de este rasgo de carácter y búscalo en el reclutamiento.
El hecho de la mente cósmica explica la afinidad existente entre los diversos tipos de mentes humanas y superhumanas. No solamente los espíritus afines se sienten atraídos los unos hacia los otros, sino que las mentes afines son también muy fraternales y tienden a cooperar las unas con las otras. A veces se observa que las mentes humanas funcionan en unas vías que tienen una similitud asombrosa y una concordancia inexplicable. (LU 16:6.3)
Una de las lecciones más importantes que tenéis que aprender durante vuestra carrera mortal es la del trabajo en equipo. Las esferas de perfección están tripuladas por aquellos que han dominado este arte de trabajar con otros seres. En el universo hay pocas obligaciones para el servidor solitario. Cuanto más os eleváis, más solos os sentís cuando temporalmente no estáis asociados con vuestros compañeros. (LU 28:5.14)
Los seres humanos primitivos aprendieron pronto que los grupos son mucho más grandes y más fuertes que la simple suma de los individuos que los componen. Cien hombres unidos y trabajando al unísono pueden mover una piedra muy grande; una veintena de guardianes de la paz bien entrenados pueden contener a una muchedumbre enfurecida. Así es como nació la sociedad, no de una simple asociación numérica, sino más bien como consecuencia de la organización de unos cooperadores inteligentes. Pero la cooperación no es una característica natural del hombre; éste aprende a cooperar, en primer lugar, a causa del miedo, y más tarde porque descubre que es muy beneficioso para hacer frente a las dificultades del tiempo y para protegerse contra los supuestos peligros de la eternidad. (LU 68:1.4)
Los medios y el enfoque para lograr los objetivos finales pueden ser relativamente sencillos. Incluso la idoneidad del objetivo. Sin embargo, el sentido (práctico) para los negocios, la virtud (moral) y la percepción (espiritual) crean las verdaderas circunstancias para el éxito final.
Como resultado de la experiencia, un animal es capaz de examinar las diferentes maneras de alcanzar una meta y de elegir un camino de acceso basado en la experiencia acumulada. Pero una personalidad puede examinar también la meta misma y juzgar su validez, su valor. La inteligencia por sí sola puede discernir los mejores medios de conseguir unos fines indistintos, pero un ser moral posee una perspicacia que le permite distinguir entre los fines así como entre los medios. Y un ser moral que elige la virtud es sin embargo inteligente. Sabe lo que hace, por qué lo hace, dónde va y cómo lo conseguirá. (LU 16:7.4)
Cuando el hombre no consigue discernir los objetivos de sus esfuerzos como mortal, está actuando en el nivel de existencia animal. No ha conseguido sacar partido de las ventajas superiores de la agudeza material, el discernimiento moral y la perspicacia espiritual que forman parte integrante de su dotación mental cósmica como ser personal. (LU 16:7.5)
Todos los días somos llamados a tomar decisiones morales que afectan todos los aspectos de nuestras vidas. Cuando aplicamos los valores más elevados en nuestras deliberaciones evitamos la corrosión del conflicto. Disponemos de un sabio barómetro interno del bien y del mal. ¿Está funcionando? ¿O corroído? Un Espíritu de Verdad lo impregna todo.
El entorno físico del hombre implica la lucha por la existencia; el medio ambiente social necesita ajustes éticos; las situaciones morales requieren que se hagan elecciones en las esferas más elevadas de la razón; la experiencia espiritual (una vez que se tiene conciencia de Dios) exige que el hombre lo encuentre y se esfuerce sinceramente por parecerse a él. (LU 5:5.1)
En la vida diaria del hombre mortal, la virtud se hace realidad eligiendo firmemente el bien en lugar del mal, y esta capacidad para elegir es la prueba de que se posee una naturaleza moral. (LU 16:7.6)
El arte de la valoración relativa o de la medida comparativa entra en la práctica de las virtudes del ámbito moral. (LU 16:7.7)
Los actos morales son las acciones humanas caracterizadas por la inteligencia más elevada, dirigidas por una diferenciación selectiva tanto en la elección de los fines superiores como en la elección de los medios morales para alcanzar dichos fines. Una conducta así es virtuosa. (LU 16:7.10)
Y aquí está el único punto de referencia y propósito para tomar esas decisiones, decisiones y más decisiones. Y esta sola medida divide a las personas a los ojos de Dios.
Las llaves del reino de los cielos son la sinceridad, más sinceridad y aún más sinceridad. Todos los hombres poseen estas llaves. Los hombres las utilizan —elevan su estado espiritual— mediante sus decisiones, más decisiones y aún más decisiones. La elección moral más elevada consiste en elegir el valor más elevado posible, y ésta siempre consiste —en cualquier esfera, y en todas ellas— en elegir hacer la voluntad de Dios. Si el hombre elige hacerla, es grande, aunque sea el ciudadano más humilde de Jerusem o incluso el mortal más insignificante de Urantia. (LU 39:4.14)
Las entidades comerciales son como civilizaciones.
Las civilizaciones son inestables porque no son cósmicas; no son innatas en los individuos de las razas. Deben ser alimentadas por las contribuciones combinadas de los factores constitutivos del hombre —la ciencia, la moralidad y la religión. Las civilizaciones aparecen y desaparecen, pero la ciencia, la moralidad y la religión siempre sobreviven a la destrucción. (LU 16:9.5)
La regla de oro significa que todos estamos involucrados en la industria de los «servicios». Desafortunadamente, en el mundo actual, esto no siempre es una vía de doble sentido. No podemos necesariamente esperar que nuestros esfuerzos sean correspondidos.
Aparte del instinto parental, el desinterés no es totalmente natural; no se ama por naturaleza a las otras personas ni se les sirve socialmente. Para engendrar un orden social desinteresado y altruista se necesita la iluminación de la razón, la moralidad, y el impulso de la religión, el conocimiento de Dios. La conciencia que tiene el hombre de su propia personalidad, la conciencia de sí mismo, depende también directamente de este mismo hecho de la conciencia innata que tiene el hombre de los otros hombres, de esa capacidad innata para reconocer y captar la realidad de las otras personalidades, desde las humanas hasta las divinas. (LU 16:9.7)
La conciencia social desinteresada ha de ser, en el fondo, una conciencia religiosa; es decir, si es objetiva; de otra manera es una abstracción filosófica puramente subjetiva y, en consecuencia, desprovista de amor. Sólo un individuo que conoce a Dios puede amar a otra persona del mismo modo que se ama a sí mismo. (LU 16:9.8)
Todo trabajo puede considerarse vital, sagrado, una alegría. Si bien la actitud es poderosa, tiene consecuencias aún mayores cuando es fiel a los valores supremos y no a los éxitos materiales.
Aunque se les denomina servitales, estas «criaturas intermedias» del universo central no son servidores en ningún sentido inferior de la palabra. En el mundo espiritual no existe ningún trabajo de baja categoría; todo servicio es sagrado y estimulante; y las órdenes superiores de seres tampoco miran con menosprecio a las órdenes inferiores de existencia. (LU 25:1.1)
la alegría satisfactoria de cumplir con un deber elevado es la emoción que eclipsa a todas las demás. La tristeza no puede existir en presencia de la conciencia de un deber divino fielmente ejecutado. Cuando el alma ascendente del hombre se encuentra ante el Juez Supremo, la decisión de importancia eterna no está determinada por los éxitos materiales ni por los logros cuantitativos; el veredicto que resuena en todas las cortes supremas proclama: «Bien hecho, buen y fiel servidor; has sido fiel en algunas cosas esenciales; serás establecido como gobernante de las realidades universales». (LU 25:1.6)
Los roles de estudiante-maestro que interactúan y se alternan indican compartir, crecimiento, generosidad, educación, comunicación. Compare empresas con y sin tales atributos en sus culturas.
A medida que viajáis hacia vuestra meta en el Paraíso, adquiriendo constantemente conocimientos adicionales y una habilidad creciente, se os concede continuamente la oportunidad de transmitir a otros seres la sabiduría y la experiencia que ya habéis acumulado; durante todo vuestro trayecto hacia Havona representáis el papel de un alumno-maestro. Os abriréis paso a través de los niveles ascendentes de esta inmensa universidad experiencial transmitiendo a aquellos que están justo por debajo de vosotros el conocimiento recién descubierto en vuestra carrera progresiva. En el régimen universal no se considera que habéis adquirido un conocimiento y una verdad hasta que no habéis demostrado vuestra capacidad y vuestra buena voluntad para transmitir a otras personas ese conocimiento y esa verdad. (LU 25:4.12)
¿Se puede reducir la buena gestión al simple eslogan de «la mejor y más correcta manera»?
Los Asesores Técnicos se dedican a la tarea de evitar los retrasos, facilitar el progreso y aconsejar cómo alcanzar los objetivos. Siempre hay una manera mejor y más correcta de hacer las cosas; siempre está la técnica de la perfección, el método divino, y estos asesores saben cómo dirigirnos a todos hacia el descubrimiento de esa manera mejor. (LU 25:4.17)
Esto es hacia lo que estamos trabajando. Y en todas las etapas se realizan cursos de inducción ejemplares con docentes que con amor nos guían hacia las mejores opciones profesionales. Nuestros orientadores conocen un plan que es perfecto para nosotros.
En el Paraíso, una decepción nunca se considera como una derrota; un aplazamiento nunca se contempla como una desgracia; los fracasos aparentes del tiempo nunca se confunden con los retrasos significativos de la eternidad. (LU 26:8.3)
Paso a paso, vida tras vida, mundo tras mundo, la carrera ascendente ha sido superada y la meta de la Deidad ha sido alcanzada. La supervivencia es completa en su perfección, y la perfección está llena de la supremacía de la divinidad. (LU 26:9.4)
Toda conducta en el Paraíso es enteramente espontánea, natural y libre en todos los sentidos. Pero existe sin embargo una manera adecuada y perfecta de hacer las cosas en la Isla eterna, y los directores de la conducta siempre están al lado de los «extraños que están puertas adentro» para instruirlos y guiar sus pasos de tal manera que se encuentren perfectamente a gusto, y capacitar al mismo tiempo a los peregrinos para que eviten la confusión y la incertidumbre que por otra parte serían inevitables. Una confusión sin fin sólo se podía evitar mediante estas disposiciones; y la confusión no aparece nunca en el Paraíso. (LU 27:4.3)
Incluso los procesos de resolución de disputas, mediación imparcial e imposición de sanciones pueden llevarse a cabo con gran sabiduría.
Deberíais daros cuenta de que existe una gran recompensa de satisfacción personal en ser primero justo, a continuación equitativo, luego paciente y luego bondadoso. Y luego, sobre esta base, si lo elegís y lo tenéis en vuestro corazón, podéis dar el siguiente paso y mostrar realmente misericordia; pero no podéis manifestar la misericordia en sí misma y por sí misma. Hay que atravesar estas etapas; de otra manera no puede haber auténtica misericordia. Puede haber patrocinio, condescendencia o caridad —e incluso compasión— pero no misericordia. La verdadera misericordia sólo llega como el hermoso punto culminante de estos complementos anteriores de la comprensión colectiva, la apreciación mutua, el compañerismo fraternal, la comunión espiritual y la armonía divina. (LU 28:6.8)
Demuestre confiabilidad y responsabilidad, y complete todas y cada una de las misiones que se le asignen.
En Urantia intentáis de manera grotesca adivinar el carácter y estimar las capacidades específicas; pero en Uversa hacemos estas cosas realmente a la perfección. Estos seconafines pesan la honradez en las balanzas vivientes que evalúan infaliblemente el carácter, y una vez que os han mirado, sólo tenemos que mirarlos a ellos para conocer las limitaciones de vuestra capacidad para cumplir con las responsabilidades, llevar a cabo los deberes y realizar misiones. Vuestro activo de honradez está expuesto claramente al lado de vuestro pasivo de faltas o de traiciones posibles. (LU 28:6.14)
Para evitar decepciones, los superiores sabios no permiten ascensos más allá de su capacidad. El avance espiritual estará siempre basado en el mérito.
Vuestros superiores tienen el proyecto de haceros avanzar mediante obligaciones crecientes y con la rapidez con que vuestro carácter se desarrolle lo suficiente como para llevar con elegancia estas responsabilidades adicionales, pero sobrecargar al individuo sólo expone al desastre y asegura la decepción. Y el error de colocar prematuramente una responsabilidad sobre un hombre o un ángel se puede evitar utilizando el ministerio de estos estimadores infalibles de la confianza que pueden merecer los individuos del tiempo y del espacio. Estos seconafines acompañan siempre a Los Elevados en Autoridad, y estos ejecutivos nunca efectúan los nombramientos hasta que sus candidatos no han sido pesados en las balanzas secoráficas y declarados «no deficientes». (LU 28:6.15)
Luego sigue el gran privilegio del servicio. Nunca es estático ni aburrido, es aventurero, emocionante. Pero ojo, nuestros verdaderos motivos son conocidos.
5. La Santidad del Servicio. El privilegio del servicio sigue directamente al descubrimiento de la honradez. Nada puede interponerse entre vosotros y la oportunidad de efectuar un servicio creciente, salvo vuestra falta de honradez, vuestra falta de capacidad para apreciar la solemnidad de la confianza. (LU 28:6.16)
El servicio —el servicio resuelto, no la esclavitud— produce la satisfacción más elevada y expresa la dignidad más divina. El servicio —más servicio, servicio creciente, servicio difícil, servicio aventurero, y al final el servicio divino y perfecto— es la meta del tiempo y el destino del espacio. (LU 28:6.17)
La economía universal está basada en el consumo y la producción; durante toda la carrera eterna nunca encontraréis la monotonía de la inacción o el estancamiento de la personalidad. El progreso es posible gracias al movimiento inherente, el avance surge de la capacidad divina para la acción, y la consecución es hija de la aventura imaginativa. Pero en esta capacidad para alcanzar los objetivos se encuentra de manera inherente la responsabilidad de la ética, la necesidad de reconocer que el mundo y el universo están llenos de una multitud de tipos diferentes de seres. Toda esta magnífica creación, incluido tú mismo, no ha sido hecha sólo para ti. Este universo no es egocéntrico. Los Dioses han decretado: «Es más noble dar que recibir», y vuestro Hijo Maestro dijo: «Aquel que quiera ser el más grande entre vosotros, que sea el servidor de todos». (LU 28:6.18)
La naturaleza real de cualquier servicio, ya sea efectuado por un hombre o por un ángel, se revela plenamente en el rostro de estos indicadores secoráficos del servicio, las Santidades del Servicio. El análisis completo de los motivos verdaderos y ocultos queda expuesto con toda claridad. Estos ángeles son en verdad los lectores de la mente, los indagadores del corazón y los reveladores del alma en el universo. Los mortales pueden emplear palabras para ocultar sus pensamientos, pero estos elevados seconafines ponen al descubierto los motivos profundos del corazón humano y de la mente angélica. (LU 28:6.19)
Luego viene la grandeza a través del dominio de uno mismo.
6 y 7. El Secreto de la Grandeza y el Alma de la Bondad. Una vez que los peregrinos ascendentes se han dado cuenta de la importancia del tiempo, el camino está preparado para reconocer la solemnidad de la confianza y para apreciar la santidad del servicio. Aunque éstos son los elementos morales de la grandeza, también hay secretos de la grandeza. Cuando se aplican las pruebas espirituales de la grandeza, los elementos morales no se descuidan, pero la verdadera medida de la grandeza planetaria es la calidad de la generosidad revelada en el trabajo desinteresado por el bienestar de los propios compañeros terrenales, en particular por los seres dignos que están necesitados y en un apuro. Y la manifestación de la grandeza en un mundo como Urantia es la demostración del control de sí mismo. El gran hombre no es aquel que «conquista una ciudad» o «derriba una nación», sino más bien «aquel que domina su propia lengua». (LU 28:6.20)
Y la bondad es su equivalente.
Grandeza es sinónimo de divinidad. Dios es supremamente grande y bueno. La grandeza y la bondad no se pueden simplemente separar. Están unidas para siempre en Dios. Esta verdad está ilustrada de manera literal e impresionante en la interdependencia reflectante del Secreto de la Grandeza y del Alma de la Bondad, ya que ninguno de los dos puede actuar sin el otro. (LU 28:6.21)
La estimación de la grandeza varía de una esfera a otra. Ser grande es ser semejante a Dios. Y puesto que la calidad de la grandeza está totalmente determinada por el contenido de bondad, de ello se deduce que, incluso en vuestro estado humano actual, si a través de la gracia podéis volveros buenos, debido a ello os estáis volviendo grandes. Cuanto más contempléis constantemente y más persigáis insistentemente los conceptos de la bondad divina, más ciertamente creceréis en grandeza, en la verdadera magnitud de un auténtico carácter de supervivencia. (LU 28:6.22)