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El Otorgamiento de Miguel | Luz y Vida — Núm. 37 — Junio 2014 — Índice | La parábola del propietario de las viñas |
Éste es el primero de los dos discursos sobre los que vamos a reflexionar y profundizar. Está en el Documento 155, «La huida por el norte de Galilea».
Para poner este discurso en su contexto, hay que hablar brevemente de cuáles eran las circunstancias en las que Jesús lo pronunció.
Jesús y sus apóstoles estaban pasando por una crisis importante. Las autoridades religiosas de Jerusalén estaban decididas a apresar a Jesús, pues le consideraban un elemento subversivo para sus intereses. Pocos días antes se había producido el supuesto «milagro» de los panes y los peces, tras el cual la multitud quiso coronarle como rey de los judíos. Eso era más de lo que las autoridades políticas y religiosas judías podían tolerar.
Aquella época fue una prueba de fe para los seguidores de Jesús. Muchos fueron los que abandonaron al Maestro aquellos días. Incluso casi todos los miembros de su familia se alejaron de él, incapaces de comprender que Jesús debía ocuparse de los asuntos de su Padre y alejarse de Galilea para evitar que el periodo de predicación terminara antes de tiempo.
En el camino a Fenicia, adonde se dirigían para enfriar los ánimos de las autoridades judías, Jesús iba acompañado únicamente de doce evangelistas y de los doce apóstoles. Sus compañeros estaban preocupados por la actitud de los enemigos de Jesús, y Tomás, en una pausa que hicieron para almorzar, expresó esa inquietud con la siguiente pregunta:
«Maestro, me gustaría saber realmente qué hay exactamente de erróneo en la religión de nuestros enemigos de Jerusalén. ¿Cuál es la diferencia real entre su religión y la nuestra? ¿Cómo puede ser que tengamos tanta diversidad de creencias si todos profesamos servir al mismo Dios?» LU 155:4.2
El discurso sobre la verdadera religión, que es el que estamos considerando aquí, es la respuesta de Jesús a esas preguntas de Tomás.
Me gustaría comentar ahora por qué se eligió este discurso para «desmenuzarlo» entre todos, y destacar la gran vigencia que tienen estas palabras del Maestro en los tiempos actuales.
Este discurso nos habla de una religión personal, de primera mano, que aún hoy día sigue sin ser la predominante. En el mundo de hoy, tal como hace dos mil años, sigue habiendo personas intelectual y espiritualmente perezosas, que prefieren seguir los dictados de las autoridades religiosas en lugar de atreverse a vivir su espiritualidad en libertad. Todavía dejar de aferrarse a las rocas. Y cuando volvieron a hay muchas personas que no comprenden que hay que levantar la vista, había desaparecido, y se quedaron arriesgarse a navegar en mar abierto, apartarse de la solas, tejiendo leyendas acerca de un Salvador." costa aparentemente segura de la autoridad religiosa, para obtener tesoros aún más grandes en aguas más profundas y desconocidas.
Al leer este discurso, me vino a la mente una historia que aparece en «Ilusiones», de Richard Bach, y que dice así:
Una vez vivía un pueblo en el lecho de un gran río cristalino.
La corriente del rio se deslizaba silenciosamente sobre todos sus habitantes: jóvenes y ancianos, ricos y pobres, buenos y malos, y la corriente seguía su camino, ajena a todo lo que no fuera su propia esencia de cristal.
Cada criatura se aferraba como podía a las ramitas y rocas del lecho del río, porque su modo de vida consistía en aferrarse, y porque desde la cuna todos habían aprendido a resistir la corriente.
Pero al fin una criatura dijo: Estoy harta de asirme. Aunque no lo vea con mis ojos, confio en que la corriente sepa hacia dónde va. Me soltaré y dejaré que me lleve adonde quiera. Si continúo inmovilizada me moriré de hastío.
Las otras criaturas rieron y exclamaron: ¡Necia! ¡Suéltate y la corriente que veneras te arrojará, revolcada y hecha pedazos contra las rocas, y morirás más rápidamente que de hastío!
Pero la que había hablado en primer término no les hizo caso, y después de inhalar profundamente se soltó; inmediatamente la corriente la revolcó y la lanzó contra las rocas.
Mas la criatura se empecinó en no volver a aferrarse, y entonces la corriente la alzó del fondo y ella no volvió a magullarse ni a lastimarse.
Y las criaturas que se hallaban aguas abajo que no la conocían clamaron: ¡Ved un milagro! ¡Una criatura como nosotras y sin embargo vuela! ¡Ved al Mesías que ha venido a salvamos a todas!
Y la que había sido arrastrada por la corriente respondió: No soy más mesías que vosotras. El río se complace en alzarnos, con la condición de que nos atrevamos a soltarnos. Nuestra verdadera tarea es este viaje, esta aventura.
Pero seguían gritando, aún más alto: ¡Salvador!, sin dejar de aferrarse a las rocas. Y cuando volvieron a levantar la vista, había desaparecido, y se quedaron solas, tejiendo leyendas acerca de un Salvador.
¡Cuántas personas viven hoy dia aferradas a las rocas de la religión institucionalizada, que no se atreven a dejarse ir por temor a lo que pueda pasar con ellas! Sí que es cierto que pueden salir lastimadas si prueban a soltarse y experimentar así la religión personal, pero también es cierto que, una vez se eleven, ya no habrá nada que temer.
Así pues, muy bien nos podríamos plantear las preguntas que Jesús hizo a sus apóstoles al finalizar este discurso:
¿Sois miedosos, blandos y buscáis la facilidad? ¿Tenéis miedo de confiar vuestro futuro entre las manos del Dios de la verdad, de quien sois hijos? ¿Desconfiáis del Padre, de quien sois hijos? ¿Vais a retroceder al sendero fácil de la certidumbre y de la estabilidad intelectual de la religión de autoridad tradicional, o vais a ceñiros para avanzar conmigo en el futuro incierto y agitado en el que proclamaremos las verdades nuevas de la religión del espíritu, el reino de los cielos en el corazón de los hombres? LU 155:5.13
Nuestro soberano del universo, Miguel de Nebadon, vino a este mundo a enseñarnos que solo necesitamos la fe incondicional de un niño para entrar en el reino de los cielos, y que por lo tanto los intermediarios no son necesarios. En aquel entonces, su mensaje no caló lo bastante hondo y el cristianismo posterior olvidó esa enseñanza fundamental, aun cuando sigue latente dentro de él.
A lo largo de la historia, podemos ver que han ido surgiendo ideas demasiado avanzadas para la época en las que aparecieron. La historia está llena de personas que se adelantaron a su tiempo, que muchas veces pagaron con la incomprensión y el olvido, cuando no con la muerte, la defensa de sus ideas revolucionarias.
¿Podríamos decir que esas personas fracasaron? ¿Podríamos decir que las ideas demasiado avanzadas están destinadas a morir para siempre? A primera vista podríamos responder afirmativamente a estas dos preguntas, pero pensemos un POCO. EI hecho de que se recuerde a esos visionarios y de que sirvan de inspiración a otros me lleva a decir que acabaron triunfando con el éxito que realmente importa: el de haber contribuido al progreso de la humanidad.
Lo mismo podríamos decir respecto a la figura de Jesús de Nazaret. Expresó ideas muy avanzadas para su tiempo, pero, aunque sus apóstoles no las captaron completamente, transmitieron lo bastante como para que una gran parte de las enseñanzas de Jesús no se perdiera totalmente con el paso de los siglos. El mensaje del Maestro era lo bastante poderoso como para que doce galileos ignorantes salieran a proclamar el evangelio de Jesús y cambiaran con ello el curso de la historia.
Las palabras de Jesús en este discurso tienen tanta vigencia que, con la adaptación que hicieron los reveladores al lenguaje moderno, se dirigen directamente a los lectores del libro. Al leerlo, podríamos preguntarnos: ¿está todo igual que hace dos mil años? Veamos.
El plan A era difundir la religión personal por todo el mundo civilizado, con los judíos como impulsores principales. Pero este plan fracasó cuando los dirigentes judíos rechazaron tan tajantemente la religión de Jesús.
Ante este revés, se puso en marcha el plan B: los griegos abrazaron la religión «acerca de» Jesús, la impusieron con su influencia cultural a los romanos y, una vez se incorporaron algunos elementos de otros cultos paganos, se convirtió en la religión oficial que tan exitosamente se propagó por todo el mundo civilizado. Pero aquella tampoco era exactamente la religión personal que Jesús predicó.
Dos mil años después, tenemos una nueva oportunidad de que el mundo conozca esa religión personal. El mundo necesita personas adelantadas a su tiempo que se atrevan a vivir la religión tal como Jesús la vivió. Si hemos de hacer caso a lo que se dice en el Mandato de Publicación, las enseñanzas de El Libro de Urantia no son para esta época sino para una época posterior, en la que la humanidad se embarque en serio en la búsqueda de la verdad y de una religión de primera mano. Pero siempre hacen falta visionarios, personas adelantadas a su tiempo que vayan mostrando el camino y que, cuando sean lo bastante numerosas, serán capaces de cambiar el rumbo del resto.
No sé si nosotros, los lectores del libro, nos podemos calificar de visionarios, pero sí que es cierto que el contenido del libro nos ha atrapado, lo hemos hecho nuestro de una manera tan profunda que lo que queremos es difundirlo para que toda la humanidad lo conozca algún día. Recordad que la religión personal no es una idea nueva; Jesús intentó inculcarla a sus apóstoles. Dos mil años después, se nos presenta de nuevo la idea dentro de un libro. ¿Ha llegado su momento? Sólo el tiempo lo dirá. Personalmente, prefiero pensar que la situación es más propicia ahora que hace dos mil años. Y no me cabe ninguna duda que, dentro de dos mil años, la humanidad vivirá su relación con Dios de la manera en que el libro nos exhorta a experimentarla.
Hasta ahora, el mundo no ha puesto en práctica de manera generalizada la religión de primera mano, así que, después del plan A y el plan B, los creyentes en la quinta revelación somos parte del plan C. Somos el siguiente recurso (y, de momento, el último). De nosotros depende, por tanto, que no haya un plan D.
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