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Rodán, Alexandria
Pero el mejor de todos los métodos para solucionar los problemas lo he aprendido de Jesús, vuestro Maestro. Me refiero a lo que él practica con tanta perseverancia, y que tan fielmente os ha enseñado: la meditación adoradora en solitario. En esta costumbre que tiene Jesús de apartarse con tanta frecuencia para comulgar con el Padre que está en los cielos, se encuentra la técnica, no sólo para acumular las fuerzas y la sabiduría necesarias para los conflictos ordinarios de la vida, sino también para apropiarse de la energía necesaria para resolver los problemas más elevados de naturaleza moral y espiritual. Pero incluso los métodos correctos para solucionar los problemas no compensan los defectos inherentes a la personalidad, ni reparan la ausencia de hambre y de sed de verdadera rectitud.
Me impresiona profundamente la costumbre de Jesús de retirarse a solas para emprender esos períodos de examen solitario de los problemas de la vida; para buscar nuevas reservas de sabiduría y de energía para poder enfrentarse a las múltiples exigencias del servicio social; para vivificar y hacer más profundo el propósito supremo de la vida, sometiendo realmente su personalidad total a la conciencia del contacto con la divinidad; para tratar de conseguir métodos nuevos y mejores para adaptarse a las situaciones siempre cambiantes de la existencia viviente; para efectuar esas reconstrucciones y reajustes vitales de las actitudes personales, que son tan esenciales para comprender mejor todo lo que es válido y real. Y hacer todo esto con miras a la sola gloria de Dios —decir sinceramente la oración favorita de vuestro Maestro: .
«Que se haga, no mi voluntad, sino la tuya»
La prueba de la grandeza espiritual es la cualidad de falta de seriedad que se muestra en el trabajo de uno por el bienestar de los demás.